Erinar se encontraba frente a la imponente puerta del Templo del Agua, el último y más difícil desafío que le aguardaba en su búsqueda para liberar al mundo de la amenaza de Malachai. La atmósfera era densa y misteriosa, y el sonido del agua fluía suavemente, creando una sensación de calma y a la vez inquietud en su interior.
Al acercarse a la entrada del templo, Erinar sintió un fuerte dolor de cabeza que lo hizo tambalearse ligeramente. Se llevó la mano a la frente, tratando de aliviar la punzada, pero el malestar persistió. Sin darse cuenta, fue transportado a una visión surrealista y aterradora.
Ante sus ojos, apareció una imagen desoladora: él y Morgana estaban parados frente a una colección de estatuas petrificadas. Entre ellas, destacaba una figura conocida, era Luka. Las estatuas representaban distintas razas y seres que habían caído bajo el poder oscuro de Malachai. La escena era como un recordatorio implacable del alcance de la maldad que enfrentaban.
Erinar se encontraba en medio de la visión, sintiendo el peso abrumador de la tristeza y la desesperación que lo rodeaba. Sin embargo, en ese instante, algo en su interior le hizo cuestionar la veracidad de lo que estaba experimentando. La voz Guía, el antiguo espíritu, resonó en su mente, pero algo parecía diferente.
Voz guía: "Erinar, no dejes que el dolor te consuma. Recuerda que tienes el poder para superar este desafío."
Erinar parpadeó sorprendido. Aunque reconocía la voz, sabía que no estaba en esa cueva terrorífica; en realidad, se encontraba frente a la entrada del templo. El dolor de cabeza seguía presente, pero ahora podía percibir la realidad a su alrededor.
Al mirar, vio a sus tortuguitas compañeras jugueteando alegremente a sus pies. Sus mordidas suaves, que antes le parecían parte de la ilusión, ahora eran claramente reales. Comprendió que sus leales amigas habían estado intentando sacarlo de la trampa ilusoria todo el tiempo.
Erinar: "¡Tienen razón, mis queridas tortuguitas! Esta no es más que una ilusión."
Con determinación renovada, Erinar cerró los ojos y se concentró en deshacer la ilusión que lo atormentaba. Poco a poco, comenzó a visualizar su verdadero entorno, el Templo, con sus paredes de piedra y el suave murmullo del agua circundante.
Erinar y sus tortuguitas entraron con cautela al Templo del Agua, y mientras avanzaban, quedaron asombrados por la majestuosidad del lugar. Las paredes estaban cubiertas de intrincados grabados que representaban las leyendas y la historia del templo. El suave murmullo del agua que fluía por los canales agregaba una sensación de tranquilidad al ambiente.
El interior del templo era amplio y estaba iluminado por una misteriosa luz azulada que parecía provenir de cristales incrustados en las paredes. Erinar sintió una energía mágica en el aire mientras continuaba explorando junto con sus leales tortuguitas.
A medida que avanzaban, Erinar notó algo inusual en una de las salas laterales. Una esfera flotante se encontraba en el aire, sostenida por cadenas de energía mágica que parecían estar ancladas al suelo y al techo del templo. En el interior de la burbuja, había una pequeña recámara que se movía lentamente.
Erinar se detuvo frente al orbe y observó detenidamente la cámara. Tenía un diseño único, con detalles elaborados y símbolos mágicos tallados en su superficie. Parecía ser de origen antiguo, lo que le indicaba que era una ubicación importante para el templo.
Erinar se acercó a una antigua tablilla que yacía cerca de la cámara con las cadenas mágicas. La tablilla estaba cubierta de inscripciones en una lengua antigua y misteriosa. Al observar detenidamente, Erinar pudo comprender parte de su significado gracias a sus conocimientos como druida.
"Para acceder al premio que aguarda en el corazón del templo, el valiente deberá enfrentar a los entes malvados que representan los siete pecados capitales. Rompe las cadenas que los mantienen encerrados y libera su poder oscuro para poder entrar."
Con determinación, Erinar miró a sus tortuguitas, quienes también examinaban la tablilla con curiosidad. Sabía que contaba con su leal compañía y el poder de su magia druídica para enfrentar a los entes malvados.
Erinar: "Nuestra misión es clara: liberar a la recamara de los pecados capitales y romper las cadenas para acceder al premio."
Erinar y sus tortuguitas entraron en la Cámara de la Soberbia, enfrentándose al ente altivo que los observaba con desprecio.
Erinar: "Cuidado, amigas. La soberbia puede ser peligrosa."
Las tortuguitas asintieron, liberando su magia druídica, y transformaron sus caparazones en espadas de agua. Erinar invocó el poder de la naturaleza y se preparó para enfrentar a la entidad.
Soberbia: "¡Osáis desafiarme, mortales! Soy la Soberbia, y no tengo igual."
Erinar: "¡Oh, eldrgudinn! Sendi þinn brennandi andi til að veikja drottnið sinni." Un rugido de llamas se alza en la cámara, poniendo al subordinado en un temblor.
El enemigo lanzó bolas de fuego hacia Erinar, quien con astucia las bloqueó con su magia druídica.
Erinar: "¡Gudinn jarðar! Láttu jörðin skjálfa fyrir fótum þeirra og sýndu honum bræðileika drottniðsins." Una poderosa fuerza del dios sacude al ser, haciéndolo perder el equilibrio.
Erinar debilitó a la soberbia con golpes y bloqueos, haciéndolo dudar.
Soberbia: "¡No podéis vencerme!"
Erinar: "¡Gudinn vindsins! Blæs sterkt og afklæð hann um drottnið sinni." Un vendaval poderoso envuelve a la criatura, sosteniéndola en vilo. Erinar atacó con un hechizo brillante.
Erinar: "La grandeza de los dioses te muestra la verdad. Abandona tu orgullo y libérate."
EL subjefe vaciló y cedió ante la humildad. La soberbia desapareció, y se transformó en luz, liberando una de las cadenas.
Erinar: "Lo hicimos bien, mis tortuguitas. Sigamos adelante."