Me desperté en una habitación extraña, estaba sobre una cama doble con dosel blanco, habían comodas, escritorios, era bastante amplia, las ventanas estaban cerradas pero una leve brisa movía mi pelo. Miré desconcertada, no recordaba nada, ni siquiera sabia sobre mi nombre, tenía un camison rojo de seda y un brilante relicario en mi pecho. Me incorporé lentamente, la cabeza me dolía montones, salí de la cama y me dirigí a una de las dos puertas cercanas, era el baño. Era del mismo color que la habitación, un kit de maquillaje estaba colgado en una repisa, lo abrí curiosa y adentro se encontraban un par de bases, polvos, labiales y una billetera, era de color negro y parecia ser costosa. La abrí lentamente y encontré un par de pasaportes, documentos que eran de una Ariana Montenegro y la foto que aparecía de ella en la izquierda estaba vacía. Sentí que alguien entró en la habitación, me guardé el documento en el brasier y salí con normalidad, esperando tratar de conocer al que acaba de entrar.
—¿Hola?— saludé dudosa viendo como una mujer con un traje negro me dejaba un vestido cerca de un tocador, lucía algo mayor y eso me dio seguridad.
—Ariana, que agradable sorpresa verte despierta a estas horas de la mañana.— me dijo con júbilo, como si me conociera desde hace años. Sonreí nerviosa.—Mira ese cambio de look, estas preciosa con ese pelo rojo, ya sabía yo que te lo cambiarias cuando llegaras aquí. ¡Mi niña a vuelto!— me dijo apretandome las mejillas.
Salió de la habitación sin esperar respuestas. ¿Quien soy yo? ¿Dónde estoy? ¿Será una especie de borrachera de la cual me excedí? No lo creo. Miré el vestido que me había dejado la agradable mujer, era blanco, pulcro, era de seda y con un pronunciado escote en la espalda. Habían unos zapatos en las comodas que estaban a juego con el vestido, me até el pelo con una cinta y salí por la otra puerta. Los pasillos eran inmensos, no había forma de no perderme. Un joven estaba limpiando un jarrón cercano a mi habitación, al parecer estaba esperando que desocupara para limpiar. Bajó la cabeza y yo le sonreí intentando que de alguna manera me diera respuestas.
—Señorita Montenegro, acompáñame.— me dijo una mujer desagradable al final del pasillo.
—¿A dónde vamos?— le pregunté incómoda,tratando de seguirle el paso.
Me metió en una habitación de un tirón y me agarró del cuello amenazante.
—Ni siquiera me hables, no me mires y ni se te ocurra decirme lo más mínimo Ariana, después de que enamorarás a Tadeo y te lo llevarás es bajísimo, eras mi amiga, pero siempre fuiste así, una arpía que rompe todo lo que toca, debi haber creido lo que decía Sara de que querías quedarte con su vida.— me dijo desafiante, la empujé por instinto y salí de ese lugar.
Corrí por los pasillos desorientada, mi nombre era Ariana y al parecer había traicionado a mi amiga, ¿Estaré en un sueño? Un fuerte dolor de cabeza me dio de camino a una puerta pequeña que llevaba al jardín, al mismo tiempo me dolía el abdomen como si me ardiera, tenía una pequeña cicatriz que no había notado. Me incorporé apoyándome en una pared y alguien apareció detrás de mi.
—Todo estará bien Ariana.— me dijo un hombre agarrandome la cintura con cuidado. —Soy Víctor, tu padre, ¿Me recuerdas?— me preguntó mirandome a los ojos con impaciencia.
—¿Que me esta pasando?— le pregunté nerviosa. Comenzamos a caminar y cada vez dolía menos.
—Ariana, te quisieron robar y te dispararon, llegamos con lo justo hija.—me dijo preocupado, quizás esa era la pieza que me faltaba. —Se que no recuerdas por el momento pero pronto lo harás.
Le sonreí tensa y seguimos nuestro trayecto, me llevó al jardín y donde había una gran cantidad de personas, el dolor disminuía poco a poco en el camino. Todos estaban vestidos de blanco a excepción de una mujer que se me acercaba preocupada.
—¿Qué haces tu trayendola?— preguntó indignada quitando su brazo del mío.
—Estaba mal a mitad de camino Margot, ¿Quién se encargaba de acompañarla hasta aquí?— le dijo Víctor frunciendo el ceño.
—Mirna.— le respondió.
—¿Quién pasó por ti?— me preguntó Víctor colérico.
—Una mujer que decía ser mi amiga, en verdad me amenazó de camino y pude zafarme.— le respondí ansiosa.
Víctor hizo una seña a uno de sus guardias que no estaba a más de cinco pasos. Se acerco con avidez, tenia unos lentes negros pero aún podía notar como me miraba.
—Pol tu cuidarás de Ariana.— le dijo él.—Si algo le pasa te cortaré la cabeza, no lo dudes. Pol asintió.
—En cuanto a Mirna, yo me encargaré. — dijo la mujer con una sonrisa maliciosa. —Cariño, no me acostumbro a tu incidente, un horrible situación, soy tu madre Margot Montenegro y me alegro de que al fin te tengo que en casa a salvo.—me abrazó cariñosa, olía bien y su abrazo me reconfortaba.
—¿De que es esta fiesta?—pregunté curiosa al separarnos.
—Es solo negocios, presta atención, pronto cuando te recuperes lo harás.—me respondió mi madre.
Ambos comenzaron hablar con otros grupos y me dejaron con Pol. Era un joven atractivo, tenía rulos y unos ojos indescifrables por el uso de unos lentes de sol.
—¿Qué?— me preguntó seco cruzando sus brazos.
—¿Puedo ver tus ojos?— le pregunté descaradamente. Él no se inmutó.
—No quiero problemas, solo haz lo que te plazca.
—¿Qué te hice?— le pregunté poniendo mis manos en las caderas.
—Vaya problema que no te acuerdes.
—Tienes un linda sonrisa.— le dije observándolo de cerca.
—Disculpe soy Montaña, su padre me parece un hombre muy honesto y tu madre una mujer esplendorosa.—interrumpió un hombre robusto.
—Yo soy Ariana, claro que sí, son los mejores en estos trabajos, ¿Y usted piensa unirse?—le pregunté estrechando su manos sin parecer nerviosa.
—Sé muy bien quien eres, solo vine aquí por ti.— me respondió en el oido. Luego puso sus manos en sus bolsillos.
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Editado: 04.12.2021