El profesor de la clase de literatura estaba dando la explicación del tema de hoy. Mis ojos se concentraban en él; se encontraba justo de pie, dándole la espalda al pizarrón, mirando al frente, haciendo movimientos con sus manos mientras articulaba las palabras. Su voz entraba a mis oídos, sin embargo, no le prestaba atención a lo que decía, mi mente no alcanza a procesar su explicación.
Durante toda la clase mis párpados me pesaban, el cansancio fue algo que se manifestó en mí desde las 6 de la mañana, y sentía un calor inexplicable.
Fue algo difícil para mí conciliar el sueño aquella noche. Mis pensamientos giraban en torno a la chica que había en mi casa, me dejó en paz después de hablar con ella pero dio igual; sentía su presencia tan cerca. Empiezo a creer que lo mío se trata de paranoia.
Apoyé mi codo sobre la mesa de mi lugar, coloque la palma de mi mano sobre mi mandíbula y recargue todo el peso de mi cráneo. Solté un suspiro. Mi vista se empezaba a nublar. De verdad que no aguanto el sueño.
Sin darme cuenta, ya estaba cerrando los ojos, pero los abría de inmediato.
<< No te duermas... no >> me obligaba a mi mismo.
De repente, cerré los ojos sin poder volver a abrirlos y se presenció un ligero descanso en mi interior.
-¿Lucas? ¡Lucas!
Desperté sobresaltado al escuchar mi nombre. Al abrir los ojos observé a todos mis compañeros que me miraban fijamente mientras soltaban risas. Entre la multitud de adolescentes, pude ver el gesto serio en el rostro del profesor; él era quien me hablaba.
-¿Qué... pasó? -pregunté con la voz ronca.
Recibí otra oleada de risas de parte de mis compañeros al final de mi pregunta.
-Silencio, jóvenes -ordenó callar el profesor. Se cruzó de brazos con la vista fija en mí.- ¿Podrías responder la pregunta que te hice?
En ese momento mis ojos se abrieron demasiado, el sueño desapareció y fue remplazado por vergüenza. Tragué saliva y formule la siguiente respuesta:
-¿Cuál... era la pregunta? -tartamudeo.
El profesor apretó los labios y noté un gesto de decepción reflejado en él. Mis compañeros reían de forma discreta. Sentí un calor pasar por toda mi cara e imaginé que mi color de piel se había puesto roja.
-Lucas, por favor, ve al baño y échate agua en la cara -dijo el profesor.
-Claro -respondí avergonzado.
Me pare de mi asiento de forma rápida, caminé mirando al suelo con dirección a la salida del salón, pasé por enfrente del profesor y antes de cruzar por la puerta, él me dijo:
-Y limpiate esa saliva seca.
Otro ataque de risas se escucharon incluso fuera del salón.
Caminé por los pasillos de la escuela hasta llegar al baño de hombres, el cual abrí la puerta de forma brusca y rápida.
Enfrente de los cubículos de los inodoros estaban los lavamanos; se encuentran básicamente juntos gracias al marbol que los sostenía a la pared. Cinco cubículos de inodoros, cinco lavamanos, y cinco espejos. Cada espejo se encontraba frente a un lavamanos.
Me acerqué al primero que esta enseguida de la puerta, me miré al espejo, y efectivamente: la baba seca se encontraba por debajo de mi labio.
<< Bien hecho, Lucas >> me regañe a mí mismo.
Giré la pequeña manija del lavamanos y la agua fría empezó a salir de un gran chorro. Junté mis manos para contener el chorro agua en ellas, me incliné hacia adelante, eleve mis manos y las uní a mi rostro. Sentí la frescura de la agua y mis instintos se despertaron. La vergüenza que pasé en la clase provocó que el sueño disminuyera, pero con la mojada de agua percibí que mis cinco sentidos ahora sí están despiertos. Repetí la misma acción tres veces. Finalmente me enderece, cerré la llave y levanté la vista para verme en el espejo, ahí estaba mi reflejo: unas ojeras debajo de mis ojos color cafés, con una mirada cansada, las gotas de agua escurrían en mi piel pálida, y mi cabello castaño que lucía despeinado. Bajé la vista y negué con la cabeza. Cerré los ojos un momento y a mi mente se presentó la charla que tuve con la chica en la noche anterior; ella había dicho que no recordaba nada de su vida pasada, no sabía quién era su familia, ni la forma en como murió, es un completo misterio, tampoco sabe si vivía en la casa donde se encuentra. No entendía que estaba pasando y porqué me sucedía esto a mí.
Pude escuchar la puerta del baño abrirse en un chasquido.
Levanté la cabeza sin abrir los ojos, solté un suspiro y fui separando mis párpados lentamente. Al tener una vista más amplia, observé a través del espejo la visita inesperada que me miraba fijamente. Solté un grito al momento en que mi pecho empezó a latir con fuerzas, ya que para mí era un susto que no era ni un poco agradable; pues atrás de mí la vi a ella, parecía que justo la había invocado. Giré mi cuerpo de forma rápida.
-¿¡Qué haces aquí!? -pregunté de forma agresiva.
La... chica parecía confundida ante mi reacción.
-Te he estado siguiendo todo el día -respondió como si no le importara el miedo reflejado en mi rostro.