Espadas chocar, escudos romperse, lanzas partirse, la valentía de los hombres ve caer a éstos ante la batalla. Un barco destruido por los días de viaje, velas desteñidas por las lluvias, un capitán preocupado por lo que ha contemplado en la proa, y hombres como yo, sucios, cansados, y nerviosos, pero con ansias de batallar por la gran nación de Geopcia, una nación multiétnica, cuya fama se debe a los grandes guerreros con infalible valentía y bravos en la batalla, provocó el auge, pero también la caída.
Ciertamente me pregunto, yo un joven de apenas edad para entender adónde voy, un hombre de apenas fuerza para poder levantar una espada y ojos que vieron morir a mucha gente:
“¿Qué razón hay de que un hombre cuya vida depende de la decisión que tome su rey y el futuro de su familia, llevarlo a la fuerza a combatir?”
Nos han enseñado a usar la espada desde niños, desde que apenas jugábamos a montarnos sobre nuestro caballo, la lanza para poder cazar nuestra comida, el escudo para protegernos a nosotros y a nuestro compañero, pero no el propósito de esta guerra, ni nuestro final.
Yo y mis preguntas atrajeron a un hombre proveniente de las zonas bajas de Geopcia, aquel hombre vestía una túnica azul, muy deteriorada, cuyo rostro se veía destruido, por las incontables batallas vividas en su juventud, aquel hombre no me mencionó nunca su nombre, sólo me dijo algo que no comprendí:
—El día del sol rojo se acerca (muy asustado y nervioso) debemos marcharnos rápido.
Gotas y gotas caen de la proa, los hombres cada vez más inquietos, yo preguntándome:
—Pude haber dicho que no para venir hasta acá?
Supongo que me acobardé, o hay algo más aún que no logro descifrar, lo mejor fue dormir, ya que el viaje era largo, y faltaba mucho aún. Entre agua y marea, una visión interrumpió mi sueño, donde se encontraba un anciano en el suelo herido de muerte y sangre, este anciano era el Rey De Geopcia. Una voz irrumpió mi visión.
Cuando abro mis ojos, un hombre de tez oscura, proveniente de la nación de Ghunia, que fue conquistada por Geopcia hace más de trescientos años, me mira fijamente y me preguntó:
—¿Cuál es tu nombre, señor de los Ojos Rojos?
—Keimit, noble señor de la noche-Le respondí—
—Parece conocer este ambiente noble señor, ¿no es cierto?, no se le ve nervioso—
—No lo sé, creo que ya conozco esta sensación, pero no explico qué clase es, le respondí—
—Tluk, me llamo—
—Mucho gusto-le dije—
—Gracias mi señor, el gusto es mío—
Nación de Ghunia, la llamaban la Sembradora de Asaltantes, yo la llamaría la cuna de los hombres, dice la leyenda que el legendario guerrero Lyn llegó desde las costas tormentosas de Poraga, un lugar tenebroso, donde este guerrero luchaba para defender su hogar, y fracasó. Debido a esto, decidió exiliarse.
Cuenta la leyenda que cambio su forma de hombre esbelto, con una figura enorme, y una armadura dorada que reflejaba hasta la oscuridad de los hombres, a la de un hombre pordiosero descuidado y de figura frágil. Desde las costas llega a las tierras infértiles de La Predecesora de Ghunia, Nukla.
Allí comienza a cultivar, pero no logra sacar frutos, lo cual desencadena la ira de éste, e impacta con un poderoso rayo las tierras, logrando destruir todos los cultivos, pero de la tierra surgen seres llamados Hiomions, o luego denominados Hombres por él.
No creo en esas historias paganas de antaño, pero aún así pienso e intento descubrir qué significado tendrá con nuestra historia universal.
El cansancio se hacía más fuerte y no lograba permanecer despierto, pues tratar de entender esa historia me agotaba mucho. Un momento de oscuridad, mis ojos se cerraron por un momento, bruscamente siento movimientos donde mi cuerpo se mueve y caigo contra la madera húmeda, de repente abro los ojos y todos los hombres están parados moviéndose, y preparándose con sus armas, pregunto a mi amigo de Ghunia:
—¿Qué sucede señor de la noche? —
—Estamos a punto de desembarcar, el capitán dice que es una matanza en la costa—
De pronto me sentí muy nervioso, mi sudor me corría por la frente, pero estaba dispuesto a luchar por mi vida.
La puerta cae, quinientos de nosotros salimos y nos movimos por las costas, una gran costa arenosa y rocosa donde hombres muertos eran arrastrados por el mar, o enterrados por una arena espesa y densa, pero más peligrosos eran nuestros enemigos, nunca imaginé que podía verlos, pero los vi. Estábamos combatiendo con Centauros, yo atónito, no comprendía que sucedió, porque esta guerra contra seres tan pacíficos.
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Editado: 23.10.2023