El resurgir del rey dragón

Capítulo VIII: El Caído

Canción De Las Sombras

En las muertas granjas,

Un humo negro se ve,

Un héroe resplandece,

A la luz de la luna.

 

Y un silencio se zambulle

Hacia las nubes donde un

Gran Rey Caído se alza

Contra aquel héroe de la luz

 

Solo La Luna espera

Por el Vencedor de aquella

Batalla que decidirá

El destino de la faz de la tierra

 

Balnor Gran Señor De Las Sombras, que su nombre ya es de temer, una personificación pura de la mismísima Maldad, El Gran Demonio de Las Costas Negras, ocultado de su propio pasado, observa a través de su estanque muerto cubierto por agua toxica, la ubicación de Keimit, Grifu y Quixlord.

Con una mirada que no ocultaba su ira, por la incompetencia de sus tropas, llama a su Gran General Bashury, un poderoso Ogro de montaña y ordena con gran furia y mirada asesina que se acerque ante su presencia Helion:

 

-Bashuryy!!!!!!, quiero que venga Helion Inmediatamente ante mí, tengo un trabajo para El (con una sonrisa casi compartiendo lugar con una ira ciega) -Balnor

-Si mi lord –Bashury

-Y otra cosa más, quiero que reúnas al ejército oscuro, invadiremos la ciudad de Los Elfos –Balnor

-JEJEJE!!!, Si mi señor oscuro (con una gran sonrisa y hambrienta mirada) –Bashury

 

Observando las grandes montañas donde se ocultan los dragones, recordando el glorioso pasado de la paz, cierra sus ojos y recuerda, aquellos días……

“Nadie sabe que yo nunca fui este gran demonio, tampoco que este gran imperio existía, nadie sabe que yo fui un Rey Del Linaje Dragon, fui el XX Rey, y que fui olvidado por mis actos. No por cosas relacionadas a la justicia, honor, o gloria sino por el poder, mi codicia hacia un poder sin igual en esta tierra.

No era un mal rey, mi reino era uno de los más grandes, y prósperos. Mi vida era perfecta, tenía una hermosa esposa, una niña creciendo en su vientre, y un gran proyecto oculto: Recuperar todas las legendarias joyas perdidas de los Reyes Dragones. Todo marchaba bien, demasiado bien, mis lazos con Guland eran muy amistosos, comercializábamos con enanos, éramos amigos y hermanos de los elfos y enemigos de los piratas. Eran años dorados, hasta que, durante los festejos de los veinticinco años de mi ascenso al trono, una noticia cambio todo en no solo mi vida, sino en la vida del mundo:

 

-Mi rey!!, Mi rey!!!…-Capitán

-Tranquilo capitán, descanse y disfrute de los festejos –Rey Balnor

-Rey (acercándose al oído del rey)….Lo encontramos –Capitán

-(sorprendido)……………………Es……………..están………seguros?? –Rey Balnor

-Si Mi lord –Capitán

-Donde lo hallaron? –Rey Balnor

-En Azeroth, Tierra de la peste y muerte –Capitán

-Bien….reúna a mis hombres, iremos rápido por las montañas blancas –Rey Balnor

-Si mi Lord, como ordene –Capitán

 

Fue sorpresivo, pero perturbante a la vez, ya que la tierra de las pestes no debe ser perturbada por los vivos, dicen que habitan seres que no han muerto, personas, orcos, dragones, elfos, que no han conseguido la paz de sus almas. Pero no me quedaba otra, tuve que terminar los festejos, y decirle a mi esposa el hallazgo.

Pude ver como el miedo la poseía, pero no podía retractarme, no ahora, me despedí de ella, tome mi caballo y marche con treinta de mis guardias personales y cabalgue rumbe a Azeroth.

Tres días y tres noches viajamos, mucha intriga nos recorría por el cuerpo, y miedo al llegar a una tierra hostil de proporciones descomunales. Cuando por fin llegamos, Al Puerto de Raoderunt. Ya mis hombres se encontraban preparadas, caballos, tiendas de campaña, armeros, un campamento listo. Allí un oficial muy joven para su edad, pero según los dichos era muy virtuoso y valiente, se presenta ante mí y le pedí que me lleve:

 

-Cabo, lléveme a donde se encuentra –Balnor

-Si mi señor, sígame por favor –Oficial Cabo

 

Nos apuramos lo más rápido posible, ruinas, huesos, suelo seco no había vida donde la vista pueda lograr ver. Llegamos a un sitio cubierto por vegetación seca, y allí una multitud de mis soldados estaba alrededor de lo que era un pozo que emanaba una sensación oscura, llenaba de terror el corazón de todos, pero a mí no, solamente nerviosismo. Me acerque muy despacio hacia donde estaba el objeto, cada paso hacia adelante eran dos pasos hacia atrás quedaban los soldados, se abrían paso ante mi presencia y miraban a su rey, que iba a su destino, allí se encontraba dentro de ese pozo, cubierto de musgo verde, un terrible olor putrefacto, el capitán se acerca a mí y con nerviosismo me informa:




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