Era media mañana y Diana se sentó en la cafetería para tomar un café. No dejaba de pensar que tras una semana trabajando en el hospital, se sentía cómoda y feliz. Por supuesto que trabajar con el doctor Martínez había influido bastante, Julián resultó ser tal y como Diego le había contado. Además, desde el primer día la trató con mucho cariño, explicándole cada aspecto que desconocía del funcionamiento del hospital o su modo de realizar las cosas.
—Señorita, Diana Velasco, qué honor verla por aquí.
El tono risueño de Diego llegó a sus oídos a pesar del intenso ruido que en esos momentos inundaba la cafetería.
Él, con una taza de café en la mano, se sentó frente a ella mirándola divertido. Su amiga siempre andaba en las nubes, en sus pensamientos llenos de recuerdos y sueños. Algo que en ocasiones lo sacaba de sus casillas, sobre todo cuando se encerraba en ellos
—Hola, doctor Diego Soler, no esperaba verlo por aquí.
Soltó una carcajada al comprobar que ella, una vez más, le seguía el juego.
—Déjate de tonterías, llevo una semana sin saber de ti. Ni te veo aquí ni en casa. Se puede saber ¿dónde te metes?
—Mira que eres exagerado. No es culpa mía que llevemos turnos diferentes. Es sencillo: cuando yo duermo, tú trabajas y viceversa.
—Una manera sencilla de no discutir —objetó él.
—Nosotros no discutimos, al menos no muy a menudo.
─Claro, no discutimos porque siempre acabamos haciendo lo que tú quieres, te consiento demasiado y lo sabes.
─¿De verdad lo crees así?
Su pregunta, arrastrada por un eterno suspiro, lo puso en alerta.
—¿Qué pasa Dedee?
Aquella manera de llamarla la hizo sonreír. Él era el único que la llamaba de esa forma, haciéndole sentir especial y querida.
—¡Ay, Dedee se siente extraña! No sabría explicarte por qué —le confesó, harta de guardar el secreto.
—Puede que no necesites explicarlo, tu mirada siempre ha sido un libro abierto para mí. Sigues pensando en el beso de la otra noche.
—¿Tanto se me nota?
La observó con cariño. Conocía demasiado a esa mujer cuya alma luchaba ante el miedo y al abandono al que sus padres la habían avocado con su marcha.
—Solo te lo noto yo, no te tienes que preocupar por el resto.
Ella resopló con alivio. Por nada en el mundo quería que nadie notara que aquel beso la había desestabilizado.
Al observar que él la miraba a la espera de una explicación, se armó de valor y comenzó a hablar.
—Por suerte, esta semana no lo he visto. Te juro que cada esquina del hospital que doblo me debato entre las ganas de volverlo a ver y el deseo de no tropezarme con él. ¡Es tan extraño!
—Simplemente, tu corazón lucha contra tu razón, nada sencillo de soportar. Un duelo en el que quizá no existan ni vencedores ni vencidos, solo supervivientes. Sea como sea, este combate se prevé interesante, se aceptan apuestas. —El cabreo en la mirada de ella le bastó para entender que debía cambiar de tema. Algo que hizo de inmediato.
─¿Qué tal con Julián, te trata bien?
La expresión de la cara de Diana cambió y, entusiasmada, comenzó a contarle lo bien que habían congeniado y cómo él la ayudaba en cada momento para que se adaptara sin ningún problema.
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Santiago aprovechó un instante de paz para acercarse a la cafetería, le apetecía tomar el aire y no le apetecía en ese momento, el café de la sala de descanso.
Atravesó la puerta sumido en sus pensamientos, la situación crítica del niño que acababa de intervenir lo tenía preocupado. Sus cavilaciones quedaron detenidas cuando divisó una melena pelirroja en una de las mesas ubicadas al fondo del local. Mordió su labio inferior al comprobar la escena: la parejita del momento, Diana y Diego conversaba ajena a todo lo que ocurría a su alrededor.
El recuerdo de la conversación con Julián llegó a su mente.
—¿Qué tal tu nueva enfermera? —se interesó Santi cuando, sentado en la mesa, disfrutaba de una tranquila cena con él.
—No te lo vas a creer. Resulta que es Diana, la pelirroja a la que la otra noche le robaste un beso. —La mirada sorprendida de Santi se centró en Julián quien, ajeno a todo, siguió con su parloteo—. Es una pasada, tío. Dulce, trabajadora y con una empatía con los pacientes muy especial. Vamos, comparada con el sargento que tenía antes, esto es el paraíso. Además, es guapa, no tendría problema en enamorarme de ella.
Tras aquel último comentario sonrió con picardía a la espera de la reacción de su amigo.
—Que yo sepa, ella ya tiene pareja. Según me dijiste, sale con Diego.
—Eso parece; pero bueno, nada es eterno, todo se puede intentar. Lo único que me haría no acercarme a ella sería saber que tú estás loco por esa pelirroja.
Santi reaccionó ante aquellas palabras fingiendo indiferencia.
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Editado: 01.03.2021