El Secreto De La Reina...

Capitulo once

Con pasos decididos me dirijo a donde se encuentra el asqueroso sujeto, me coloco frente a él que inmediatamente hace reparo en el objeto que reposa en mis manos.

- eres tan predecible - dice intentando provocarme - por eso siempre serán el sexo débil, por que dejas que las emociones te dominen.

Una sonrisa sardonica aparece en mis labios e intento mantener la calma.

-esa es la idea, dejar mis emociones salir y que sea ellas quienes decidan que hacer contigo.

-adelante -dice para provocarme - rememora ese día y recuerda todo lo que disfrutaste entre mis brazos, imagino que nadie te a podido tocar desde entonces.

Sus palabras hacen que la furia dentro de mi aumente a niveles desorbitados empuño el bate en mis manos y tras el impulso lo estrecho en los muslos del sujeto.

Su aullido de dolor inunda la pequeña habitación y una sonrisa macabra se dibuja en mis labios, esto será muy divertido.

Dejo a un lado mi instrumento de tortura y me acerco a él que ya no goza de su sarcasmo y sus ganas de conversar; mi mano se estrella contra su mejilla.

Repito la acción varias veces hasta que la sangre se mezcla con su saliva.

- y con eso me vas hacer pagar - lanza una carcajada - con débiles cachetadas. Yo antes de ser rey fui guerrero, el mejor, no podrás doblegarme.

- espero tengas una voluntad de hierro- dije encarandolo- por que estas cuatro paredes se volverán tu infierno y de aquí no podrás salir a menos que sea con los pies por delante.

Salí por la puerta dejándolo solo y me dirijí hacia el lugar dónde mi maestro me esperaba acompañado del que anteriormente había cargado a Cesar.

- debemos volver, no podemos levantar sospecha ya habrá tiempo suficiente para torturar a ese maldito. - dije y mi maestro asintió

Marchamos camino al palacio y al llegar nos marchamos a nuestra respectivas habitaciones, me saque la ropa que tenía un olor a desgracia y tras colocarme un camisón para dormir me recosté en la cama, pensando cual era el mejor castigo, por que yo tomaría justicia por mis propias manos.

El amanecer llego relativamente rápido y mi cara reflejaba mi mala noche y mi mal humor, me levanté y me prepare como de costumbre con mis pantalones ; al salir me dirijí al jardín trasero y allí hize lo que mejor sabia que servía para desfogonarme un poco, practicar manejo de espada.

Luego de algunos minutos prolongados en los que mi cuerpo me pidio un respiro me encuentro a mi consejero parado fuera del campo de entrenamiento con una bebida en las manos.

Me acerco a él y tomo la bebida y la toalla que me ofrece, el líquido refrescante se deslizó por mi garganta y la toalla seco el sudor que perlaba mi frente.

- ¿como amanece el día de hoy alteza ?-me dice.

- dejemos los formalismos, por primera vez en mucho tiempo volveremos a ser esas dos personas que unidas por el dolor se volvieron familia, yo seré Indiana y usted será Arturo.

Digo mirándolo fijamente, Arturo se convirtió en mi maestro y mi consejero cuando decidi salir del hollo en el que me encontraba y superarme, por que estaba segura de que la vida me pondría nuevamente delante de mí agresor.

-Indiana para ti siempre he sido Arturo, solo que tu te metiste de lleno en el papel de hombre y te olvidaste que yo era tu amigo, tu pariente, tu familia.- Arturo dice esto y detengo la toalla en mis manos para mirarlo.

Se da cuenta de mi acción y a su vez me sostiene la mirada.

-Maestro ..... -digo y caigo en la cuenta de como lo he llamado- perdón Arturo, ¿es eso lo que piensas de mi? que olvide quien eres.

Su mirada se oscurece por unos breves instantes y parece buscar las palabras con las que responderá mi pregunta.

-no pongas palabras en mi boca, no he dicho que has olvidado quien soy, sigues empeñada en seguir a mi lado, pero no tomas en cuenta que me hacen falta tus abrazos y tus chistes, quiero acariciar tu cabello y hablar como lo hacíamos antes de que decidieras aprender a pelear y desearas poder.

Sus palabras hacen que mis ojos se humedezcan, me hacen caer en la cuenta de cómo mi actitud se ha endurecido frente a la única persona que me ha acompañado y ha estado conmigo en mis peores momentos.

- Maestro disculpe yo..... - mis lágrimas se mezclan con mis hipidos y no me permiten hablar.

-Arturo, para ti soy Arturo tu amigo. Tu has olvidado que eres una mujer y te has enfocado en proyectar un carácter de hombre; te entiendo esa ha sido tu manera de protegerte, sin embargo eres una mujer que debería reír, peinarse y arreglarse y eso no te hace tonta ni te hace menos eres una mujer joven que tiene derecho a ..... enamorarse nuevamente.

Esa palabra sale de sus labios y me hace estallar en llanto y lanzarme a sus brazos, mi corazón no sólo está roto por el abuso y el maltrato sino también por el abandono de un amor en el momento que más lo nesesite.

- este es el momento Indiana de decidir, puedes volver a empezar de cero, puedes dejar ir, perdonar, entregarlo a las leyes de palacio bien puedes tambien tomar la justicia en tus manos y perderte para siempre.

-no me pidas eso Arturo, sabes que no lo haré - dije separandome de el- ese hombre no merece piedad, merece la muerte y yo se la voy a dar- dije segura de mis palabras.

- Indiana ...

La amargura y el odio destruyen todo vestigio de las cosas buenas que deberían haber el corazón de una persona, marchitandolo muy lento .... poco a poco.

La reina Indiana de Manzara.
 


 




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