El secreto de Luciano

Capítulo 14

—Tu serías el protagonista perfecto de una comedia —indicó Felipe sentado en la mesa con su taza de té mientras contempla a Luciano que no deja de moverse de un lugar a otro.

 

—No te burles —respondió exasperado—. No recuerdo nada, no debí beber tanto. ¿En serio la besé? Sayen debe creer que soy un aprovechado.

 

Suspiró sentándose en el sofá bajando la cabeza. Se pasó ambas manos por el cabello despeinándose. El problema es que desde hace unos días no es capaz de mirarla a la cara para pedirle disculpas. Se levantó dispuesto a ir a verla, lo mejor es aclarar todo y hablar.

 

Felipe lo contempló en silencio mientras que Luciano desaliñado toma su chaqueta y abre la puerta, movió la cabeza pensando que volvería luego al darse cuenta de su aspecto, pero cuando escuchó como las llaves del auto cayeron ruidosamente en el suelo se puso de pie de inmediato encontrándose con Luciano mudo y sin poder articular palabras.

 

—¿Natalia? —señaló Felipe arqueando ambas cejas con una sorpresa no muy agradable cuando vio a la mujer asomarse por la puerta ante la impavidez de Luciano.

 

La joven los observó a ambos sonriendo con timidez, nerviosa, temblando, y se apoyó en la puerta, y sin palabras se desvaneció en frente de ambos jóvenes. No alcanzó a caer contra el suelo, Felipe la sostuvo a tiempo. Y Luciano confundido reaccionó solo para afirmarse en la pared y casi arrastrarse hasta la cocina, buscando un trago fuerte para poder reaccionar ante la sorpresiva aparición.

 

Cuando Natalia despertó se encontró recostada en el sofá cubierta con una gruesa manta. Luciano la observa preocupado y dolido a diferencia de la severa expresión de Felipe.

 

—¿Estás bien? —preguntó Luciano endureciendo su mirada. Al verla reaccionar dejó aflorar su rencor hacia ella.

 

—Sí... muchas gracias —respondió tomándose la cabeza con una de sus manos, al sentir un leve mareo.

 

—¿Se puede saber qué haces aquí? —inquirió Felipe con cierta gravedad.

 

La mujer se sentó y bajó la mirada con tristeza. Ambos no pudieron evitar compasión, al fin y al cabo, alguna vez fueron amigos. Pero les es difícil perdonar lo que pasó años atrás más aun por todo lo que pasó con Luciano, sin que ella siquiera llamara para saber cómo estaba. Se fue lejos, se olvidó de él, hizo su vida, y cuando parecía que al fin comenzaba a recuperarse otra vez ella aparece en su vida.

 

—Bueno, solo ando despidiéndome de personas que fueron importantes para mí —sonrió con suavidad, aunque hay un dejo de tristeza en su rostro que no pasa desapercibo.

 

Luciano preocupado y a la vez molesto la tomó de ambos hombros, sorprendiendo a la mujer que abrió los ojos deteniéndolos sobre la mirada de rencor de aquel hombre.

 

—¿No habías viajado a Europa para cumplir tus sueños? ¿Por qué ahora después de años apareces y dices algo como eso? —replicó con impaciencia, necesita saberlo, quieren entender porque acaba de decir eso, palabras banales que no explican nada.

 

Natalia desvió la mirada y sonrió con cierta tristeza, rehuyó el rostro de Luciano al ver un rencor que, aunque se esperaba deseó no encontrar, sin embargo, es la realidad a la que debe enfrentarse, el hombre que dejó atrás por perseguir su sueño no es el mismo que hoy tiene al frente, no es el mismo amor ni el dolor.

 

—Sí, pero... fue estúpido —musitó Natalia y luego se rio a punto de llorar— deje a todos, a todo y a ti...

 

—Olvida eso —la interrumpió tragando saliva—. Dime qué pasa.

 

—Estoy muriéndome —le respondió con los ojos llenos de lagrima—. Me han desahuciado, tengo cáncer y solo me quedan seis meses de vida.

 

La forma tan apresurada como lo dijo dejo a ambos hombres estupefacto, sin poder ordenar la noticia que acababan de escuchar. Más cuando dicho esto la joven se aferró llorando sobre el pecho de Luciano ante la sorprendida expresión de Felipe. En silencio el joven escritor, a pesar de su rabia no pudo evitar sentir dolor y tristeza por la noticia, acarició sus cabellos y notó que sus manos temblaban ¿Es que de verdad va a morir? ¿No es algo siquiera que hubiera imaginado? Y se siente culpable por todas esas veces que la maldijo con el corazón roto y herido por su abandono. Alguna vez la amó, una vez le compró un anillo para casarse y ella lo rechazó porque no quería ser un ave encerrada en una jaula de oro, quería volar, seguir sus sueños. La aprisionó contra su cuerpo y su corazón latió en una mezcla de nostalgia y dolor.

 

Por ello no notó que alguien golpeaba la puerta, no vio a Sayen entrar cargando una caja de pasteles, menos cuando en ese instante sus labios fueron besados por los de Natalia, y cerró los ojos con dolor, con los recuerdos de su pasado amor.

 

Y Sayen se sintió confundida ante lo que ve sin entender el porqué, la mujer que Luciano besa es la misma que habían visto a la salida del cine. Tragó saliva y sonrió algo avergonzada ante la preocupada expresión de Felipe. Le pasó la caja de pasteles y evitando que la detuviera se despidió en silencio y salió del lugar. Se sintió tonta, una boba y en el ahogo de sus lágrimas retenidas por una decepción que no entiende se alejó conduciendo, culpándose así misma por creer que aquel beso que le dio la última vez significaba algo. Y con pesar se dio cuenta que estaba equivocada, que se apresuró en creer que sí había algo.

 

————o—————

 

Luego de que Natalia se calmará Luciano le ofreció un té caliente para hablar con más claridad. Sin siquiera cuestionar el inesperado beso, y es que, al sentirlo, los recuerdos bonitos de su pasado afloraron embriagándolo, confundiéndolo, y haciéndolo olvidar lo demás. Felipe dejo caer casi con violencia la caja de pasteles sobre la mesa, con expresión poco amigable.




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