El secreto de un beso

Capítulo 7

Adam estaba en el carruaje, dirigiéndose por una larga temporada al ducado de Somerset junto con su madre. Entre agotado y triste, se quedó pensativo contemplando través del ventanal el paisaje. Sino fuera por esos cotilleos que había escuchado en Play's Night. Un local solo creado para la alta clase de Londres, sobre todo para la nobleza. En él, principalmente se dedicaban beber el mejor alcohol de Europa mientras disfrutaban de un ameno espectáculo de bailarinas enmascaradas. Además, solo los hombres podían entrar dado que los hombres con "buena" reputación no querían que las damas supieran lo tenebrosos que eran. Adam no quería irse a ese sitio. Nunca fueron de su agrado de joven ni ahora. Pero su mejor amigo, el príncipe italiano, lo secuestró hasta allí. Mientras Nicolás no paraba de bufar por no hallar la mujer ideal —con quién quería casarse—, Adam estaba inmerso en sus pensamientos hasta que escuchó unas palabras que le hicieron reaccionar como si fuera un toro enfurecido. Al no ser por Nicolás, Adam hubiera molido a golpes a ese desgraciado por insultar a Fabiola.

Ella no se merecía ser criticada por ningún ser de Reino Unido cuando la culpa era de él. Por enamorarse de otra. Por besarla. Y por hacerle el amor lentamente, aspirando ese femenino aroma que lo había enamorado en ese instante. Apoderándose de su alma como un poderoso hechizo.

Y como un castigo divino a sus pecados, perdió esa desconocida para siempre. Al principio Adam tuvo la esperanza de volver a encontrarla pero en estos instantes lo dudaba.

Aunque en estos momentos él estaba siendo todo un cobarde. Huyendo de Londres, harto de seguir escuchando las habladurías de la gente chismosa.  ¿Acaso no tenían nada interesante qué hacer?

—¿Hijo? —inquirió su madre al ver a Adam frunciendo su propio ceño, inmerso en su propio silencio.

Desde que había roto el compromiso con su prometida, su hijo cada vez estaba más raro. Primero empezó a rechazar todas las invitaciones, hasta las de sus amistades. Con el corazón roto, se encerró en su despacho. Trabajando y trabajando hasta las tantas de las noches aunque no lo necesitaba. Adam tenía suficiente riqueza para que le durase toda una eternidad.  Y luego, se comportaba como si ya no tuviera un alma. Caminaba de un lado a otro de la mansión sin pronunciar ninguna palabra. Solo asentía su cabeza lentamente cuando alguien del servicio o ella se atrevía a hablarle.

Como madre, sabía que su pequeño estaba destrozado por esa mujer que había desaparecido de la faz de la tierra.

El Adam fuerte —quién representaba la fortaleza y una gran salud—, ahora no era más que un hombre con los rasgos marcados y una delgadez extrema.

Adele estaba harta de verle sufrir de esa manera por esa dama. Ella sabía que tenía que hacer algo y cuanto antes mucho mejor.

Todos adentraron al palacio pero Minerva en vez de acompañarlos a salón, se excusó a su nuevo cuarto. Estaba demasiada agotadora como para poder estar con ellos entablando conversaciones superficiales. Además las náuseas estaban cada vez peor, atormentándola sin cesar. Esperaba que con una buena siesta, un caliente té pudiera mejorar su salud y su estado de ánimo. El cuál empeoró demasiado durante el gran viaje.

Junto las sirvientes y su doncella Ellie, caminaron en dirección de su recámara mientras Minerva  contemplaba algo emocionada las obras de arte que dominaban todos los pasillos. Pero solo hubo un cuarto que logró llamar su atención. Era el retrato del rey en su juventud. Quién hubiera pintado esa obra, poseía arte en sus manos. Era tan sublime y realista que Minerva sentía como si estuviera observando una persona, no un concepto artístico.

—¿Es bonito, milady? —preguntó Ellie a Minerva cuando la halló paralizada en mitad del pasillo contemplando detenidamente el cuadro.

—Demasiado —susurró acariciando el cuadro por un instante. Solo para comprobar que no era más que simple pintura.

Quería conocerlo. Al pintor por crear esta obra de arte tan embriagadora.

Rebuscó con la mirada rápidamente si había algún indicio que le pudiera ser útil para poder hallar esa persona desconocida que consiguió llamarla la atención sin conocerlo.

Terminando finalmenter por ubicar sus iniciales donde ponía AS.

¿Qué significará ese nombre? Se cuestionó Minerva curiosa.

Como amante de la pintura, quisiera conocerlo. Hasta podrá olvidar de Adam, enamorándose de él. ¿Quién sabe? Solo el destino sabe cómo terminará el final de una persona.

—¿Todo bien, milady? —preguntó un tono lleno de preocupación, encontrando a Minerva aún acariciando lentamente el cuadro.

Minerva con una sonrisa se dio la vuelta.

—Sí. Simplemente quería saber quién había sido la persona que pintó esto.

—Oh.

Después de ese acontecimiento, volvieron a retomar la caminata. Recorriendo y recorriendo escaleras tras una, por fin llegaron a la magnífica habitación de Minerva. Era enorme con la decoración más bella que jamás ella vio. Sus ojos brillaron de la emoción a pesar de toda la oscuridad que envolvía su vida.

Minerva dejó que las sirvientas le quitaran el vestido mientras Ellie le peinaba el pelo con delicadeza, dejándolo sedoso.

Una de las sirvientes. Era diminuta con un cuerpo curvilíneo. Tenía una caballera rubia y unos ojos azules celeste. Su expresión reflejaba una profunda bondad mientras le entregaba el nuevo camisón —sacado de su maleta—, a su compañera. 

Minerva podía presentir que iba a llevarse bien con esa joven sirviente. ¿Sería egoísmo de su parte disfrutar de su estancia en el castillo a pesar del tormento que le había causado a su hermana menor, Fabiola?

Cuando las sirvientes finalizaron su labor, se excusaron de su cuarto haciendo una reverencia de cortesía dejando a Minerva descansar finalmente después de semanas tormentosas.

Se tumbó en esa enorme cómoda cama matrimonial. Minerva se cerró los ojos, deseando que todo cambiara durante estos meses lejos de su fría tierra.



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En el texto hay: duques, londres, amor

Editado: 19.05.2021

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