El Sendero a Casa

Capítulo seis: Cero, diez, cero, diez

«Yak. Yak Tepes. ¿Yak?». Él no respondería por un largo tiempo, no mientras vagaba en su propia mente y recuerdos, su cabeza punzaba, un dolor agonizante y mudo, sintió como le penetraban el cerebro con un objeto filoso, aunque se retorciera o depositara el peso de su cuerpo entero en la mesa, el dolor no parecía diminuir, terminó aceptando la rotación del planeta y la gravedad, cayendo al suelo de espaldas y con más gritos sobre él «Yak.  Yaaak. Yak. ¡Yak!» se oía en la lejanía de su mente, de pronto todo se tornó borroso y con vista de botella. Luego de reunir toda la fuerza en su pequeño cuerpo a manos del espacio que seguía expandiéndose, las paredes ahora eran muros altísimos y anchos, se sentó y con sus manos exploró el piso que parecía irse para abajo, los sonidos se volvieron pitidos  y números que no estaban entre el 0 y 10. Abrió los ojos y lo primero que observo fueron un par de ojos, cuyo color en una realidad alterna; lo hubieran dejado ciego.

—Yak. —Era esa voz nuevamente, chillona e irritante, porque las voces chillonas estaban a un lado de la descripción de irritante, estaban en "Significados recomendados" y "Búsquedas similares", no era un dúo, eran el dúo.

—Acabo de ascender. —dijo él.

—Yak.

—Me siento alguien diferente.

—Yak.

—Lo último que recuerdo es haber estado limpiando el baño, estaba sucio, tan sucio que no quise bañarme a menos que brillara, luego vi una luz incandescente y un olor profundo a velas aromáticas, creí que era el día del juicio final, creí que ya me iría con dios.

—Yak, tú no crees en ningún dios.

El chico hizo una mala cara y se arrastró a su costado para meterse bajo la mesa, acariciando la madera del piso—Sí, bueno, ¿qué sabes tú? —Yak se sobó la frente con mucha fuerza, como si lastimarse le quitaría el dolor de cabeza y malestar en la boca del estómago, respiró por puro capricho el suelo y se le metió polvo a la nariz, pegó un grito furioso y al levantarse se estrelló con el interior de la mesa, ahogó todos sus quejidos y rodó en el suelo, haciendo un espectáculo totalmente a propósito, le frustraba no poder ver con claridad en ese momento. La chica parada con los brazos cruzados frente a la mesa se dio vuelta, bramó y subió las oscuras escaleras, no le pareció justo tener que recordarle al joven adulto bajo la mesa sus responsabilidades. Para el momento que volvió, con un niño recién bañado tomado del hombro, se recostó en el muro que separaba la cocina del comedor, Yak vomitó repentinamente y se alejó hasta pegarse con las gavetas que guardaban los químicos de limpieza.

—Tienes que llevar a Kidd a la escuela—Esas palabras bastaron para que Yak abriera el grifo y con el agua que salía sin intenciones de detenerse sin una intervención; se empapó el rostro y se frotó el malestar, mágicamente el frío apaciguaba su jaqueca.

—No, él no está bien—expuso el niño, dejando su mochila en el sofá de la sala.

—¿Te sientes mal, Yak, estás enfermo? —inquirió la chica, ladeando la cabeza.

—¿Te digo la verdad? —Yak se alejó un momento para mirar a ambos a los ojos—Sí, te la diré, me siento terrible.

—Lo sabía, ¡si nadie maneja no hay escuela! —Kidd le dio un codazo a la chica y se fue escaleras arriba, sí, era una mala costumbre aprovecharse de las decaídas de los demás para excusarse de sus propias responsabilidades, Kidd no se arrepentía, no le gustaba ir y ver niños sacándose los mocos o profesores aburridos, no le gustaba en lo absoluto la escuela; siendo más precisos, adentrándonos en la mente de Kidd Tepes, no era la escuela sino un detalle de ir a la escuela; las personas. Tanya preguntó si era habitual ese comportamiento, Yak lo confirmó, ambos se sentaron en la mesa, tenían una charla pendiente del día anterior. 

La joven se centró en sus manos, pecosas y pálidas, reposando en sus piernas, divagando en tonterías, ciertamente se sentía una intrusa, pese la familiaridad que alguna vez tuvo con la casa y la familia; le resultaba incómodo verla tan vacía—¿Él nos escucha?

—No.

Tanya suspiró—Hay algo raro en todo esto, ¿por qué solo ellos? Aún más importante, Yak, tú no estabas, ¿no es eso raro? —Y ella tenía razón, eran preguntas muy rebuscadas, ella pasó mucho tiempo pensando en ello, la desaparición de cuatro niños no era un asunto ligero ni trivial, desde su objetividad se excluía del sentimentalismo y le abría el panorama a nuevas teorías, por otro lado, Yak vislumbró las gotas de la verdad, en el centro de ese comedor, ignorando los guantes colgados de percheros en la pared y los trastes limpios con olor a limón, logró formar una "O" con los labios y de inmediato se los relamió, adoptando el punto de vista de su compañera "Yo no estaba, ese día yo no estaba, ¿por qué en ese momento y de esa manera?" Sin sentimientos de por medio, con una esperanza pulsante, llegó para Yak el momento de; por su propia cuenta, dar con la verdad, sin importar el resultado y medio. La mujer aprovechó de ese momento de iluminación para dar con la razón del mareo, a lo que él respondió en un simple "Algo raro habré aspirado mientras limpiaba el baño", no era de esperarse pero tampoco llegaba a acaparar atención.




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