—Puedes dejar las bolsas en mi cuarto —indicó el chico guiando a Kidd, se perdió en la pequeñez de la casa, de una sola planta con paredes verdes y una franja blanca en la parte baja, el piso no era de madera sino mármol, bastante inusual a ojos del risueño niño de ojos púrpura. Momentos antes de dar con la casa, estuvieron burlándose de las aves que dormían sobre las ramas delgadas de un árbol a un lado de la calle, debajo estaban vacas y terneros pastando. Kidd vivía en un bosque que daba a la carretera, sin embargo, nunca vio una vaca tan de cerca ni los gallotes tan apacibles, le sorprendió que Josh no actuara como campesino pese a vivir cerca de algunos, no es que en su mente fuese malo serlo o que debería, simplemente le pareció interesante el contraste entre el chico y su ambiente.
En el exterior, la casa de Josephine contaba con un jardín podado, sin plantas, excluyendo la hierba y sus derivados, los bordes del cercado tenían piedras como maceteros vacíos, para cultivar en una época en que los padres de Josh dejasen de trabajar y decidieran terminar los proyectos del hogar, las ventanas eran blancas y resaltaban de las paredes, sin persianas solo un cristal con ornamento de metal para proteger de posibles vándalos. Los pocos aparatos electrónicos se hallaban en la habitación de Josh, una televisión, una Tablet, una consola, su celular y reloj, también su piano, pero ese no lo utilizaba con mucha frecuencia. Kidd le pareció bastante simple, una habitación blanca sin posters y muebles azules, no un clóset si no una cómoda de varias gavetas, alta. Kidd se quedó viendo la repisa con la jaula de cristal y la rueda dentro—¿Tienes mascotas? Yo soy alérgico, o algo así —dijo Kidd sentándose en el sillón redondo de tela, se dejó hundir en el, era como en las revistas que Yak entregaba antes, los folletos de la ferretería.
—No realmente, el hámster murió hace meses, ahora es pura decoración —clarificó Josh tranquilamente. Kidd tragó seco y sonrió, comenzó a dudar de su decisión de asistir a casa de un chico que no conocía hace unas horas atrás y de cuya existencia no estaba al tanto. Se pasó una mano por la nariz, eso le quitaba los pensamientos pesimistas, tiró su bolsa a la cama de su contrario y esperó a que encendieran la consola y televisión, se encontraba ansioso, pocas veces iba a casa de sus compañeros, normalmente los convencía de ir a lugares públicos y hacer proyectos, las casas ajenas no eran lo suyo.
—Si tienes hambre, me dices, así te doy algo de la refrigeradora.
Josh encendió el aire acondicionado y Kidd se asustó—¿Qué es esa cosa? ¡Apágalo!
—Hace calor, claro que no, ¿quieres vernos rostizados? —agredió haciendo una mala cara, Josh no era fan de los alimentos rostizados, de ninguna comida servida caliente o preparada de tal forma. Kidd refunfuñó en su sillón, hundiéndose aún más por voluntad propia, fue una mala idea haber ido, la piel se le resecaba con el frío o se enrojecía con el sol—¿Estás preocupado por algo —, Josh no estaba muy seguro de si Kidd no conocía el aire acondicionado o de si en realidad le disgustaba por una razón específica, se tiró al sillón de pansa y le pasó un control al niño—Te sorprendería, porque esta cosa prende con el botón.
—Se dice encendi—Interrumpido por el estruendoso sonido de inicio del aparato, el logo brillante y las luces de la habitación que se apagaron—Honestamente "Kidd Tepes", no me importa si es enciende o prende —Josh se encogió de hombros con lo dicho y prosiguió a elegir entre los juegos de su biblioteca—¿Qué te gusta?
Juegos violentos, en eso pensó Kidd, pero él realmente nunca había tenido la oportunidad de ponerles un solo dedo encima sin que Yak le pusiese una carga de conciencia encima, que fomentaban malos hábitos, que eran muy sangrientos, que eran innecesarios, blah blah blah en la mente del niño, más, sin embargo; entendió, muchas veces entendió que no quería ser un pretencioso, frunció el ceño y dejó que su anfitrión escogiese. Un puzle de turnos, un buen inicio para ambos que parecían perdidos en las holgazanas pistas, gira esto, tira aquello, la fórmula de todos los puzles, ah, Kidd deseó haberse quedado en casa jugando a india, un juego de mesa. Deseó haberse quedado para recibir a su amiga y su hermano, para así no soportar a Josephine Villca restregándole su victoria por más puntos.
—Este juego apesta —dijo poniendo el control a un lado de la televisión.
—Te dejé escoger, ya no puedes quejarte.
—Háblame de algo o me iré, quiero pintar.
Josh aplaudió y las luces volvieron, el frío hacía que Kidd temblase inconscientemente, sus labios se resquebrajaban y sus manos adoptaban un tono azulado tenue. Kidd fijó la vista en la ventana y comenzó a mordisquearse el interior de la mejilla, con la esperanza de que su anfitrión tuviera algo interesante que contarle, la parte favorita de un día era cuando el sol decaía o las nubes lo tapaban, entonces él podía quitarse su sombrero.