El Sendero a Casa

Capítulo trece: ¿Estás llorando?

 

—No puedes ignorarme para siempre —Le dijo Yak, oh, los que conocían bien a Kidd sabían que cuando se enojaba, lo hacía porque tenía razones válidas para estarlo, así era legal que aplicara la regla de ignorar tanto como quisiera hasta que lo compensaran.

"¡¿Cómo se llama, mamá?!"

—Tiene razón, Kidd, ¡tu hermano hace su mejor intento! —exclamó Tanya con una taza de café en mano, su sonrisa temblaba.

"Kidd..."

El niño se giró a ella y le alzó una ceja, que pasaba desapercibida por lo bien que se mezclaba con su piel pálida, ya harto de las discusiones y reproches, hizo una mueca—¿Por qué siempre estás en nuestra casa? —expuso.

Yak reaccionó golpeando la pared—No te atrevas.

"Hola, Kidd, qué pequeñito eres"

—Lo digo en serio, ¿por qué siempre está en nuestra casa?

—Para con eso. —La última advertencia de Yak, no pudo creer que Kidd realmente decía eso. El niño negó con la cabeza para con Tanya—Basta.

—¿Basta? Basta tú, hermano, eres un mentiroso, ¡no pienso hablar contigo ni con esa!

"Ahora eres mi hermanito, yo soy tu hermano mayor, Yak, di Yak"

—Ya pasó una semana, basta con todo esto. Eres demasiado pequeño para trabajar, ya deja eso, Kidd.

"Es demasiado pequeño, todavía no habla"

Kidd cerró los puños y pateó la pared—Eres un mentiroso...

"Kidd..."

—Tengo razón, lo sabes, pero no quieres dejar esto, ¿qué te pasa? —Yak se sentó en el sofá de la sala y se arrastró la piel de la cara, en especial la de sus ojos, para abajo, los cerró y se tapó el rostro con ambas manos, ya no quería discutir ni saber de nadie, tuvo suficiente con todas las solicitudes rechazadas de empleo, si antes no tenían compasión, ahora menos.

Tanya se cruzó de brazos—Es otro capricho, Yak, qué más sería. Tú déjalo que te ignore, tarde o temprano va a necesitar algo. —dijo, antes que Yak pudiera responder, Kidd bajó un escalón y señaló a la castaña.

—¿Capricho? Tú no sabes nada de nosotros, no eres mi familia, no puedes entrar a mi casa y decirle a mi hermano qué hacer.

—¿Y tú puedes llamarlo mentiroso? —inquirió.

Es un mentiroso, pensó Kidd, ignorando la mirada de la chica, pateó la pared nuevamente—Eres una metiche.

Y fue el colmo para ambos, cuando ella no dio aviso y se comió los escalones, hasta sujetar el brazo del niño y pese a los jalones, lo obligó a bajar y quedar frente al sofá—Discúlpate.

Yak se quedó sin palabras, con la mano aferrada al respaldar del sofá, Kidd trató de huir, pateándola y gritándole—¡Yak, dile que me suelte! —chilló con pavor, no soportaba que lo sujetaran así, lo aterraba, sus ojos se aguaban y Yak cerró los ojos. Tanya lo zarandeó nuevamente—¡Estás loca! —gritó enfurecido el niño de rizos blancos. Cuando Kidd esperanzado, pensó que Yak haría algo, se decepcionó enormemente al ver como solo se sobaba el cuello, era un cobarde, un total cobarde a ojos de su hermano menor, un cobarde y mentiroso.

Tanya no vaciló, acercó su rostro al del niño y le rebuscó la mirada, las lágrimas se le resbalaban a Kidd, no entendía por qué lo hacía sentir tan indefenso, nadie, mas que los acosadores de su escuela lo hacían sentir así, balbuceó un sinfín de palabras junto a su llanto e intentó zafarse—Es tu casa y tu hermano, Kidd, pero no puedes tratarme así, no cuando trato de ayudar, no vengo para molestarte o andarme entremetiendo —aclaró con un tono monótono, respetuoso y maduro—Mírame a los ojos cuando hablo —Le exigió, él asintió y la miró, con la respiración alterada por el hipo—Si no es un capricho, ¿por qué insistes?

—Porquequieroayudar... —susurró Kidd solo para ella, resentido por la cobardía de su hermano.

Con cada oración que intercambiasen, Tanya aflojaría el agarre del brazo del niño, hasta que sintiera que él no correría y volvería a su antigua actitud—Ya ayudas, a tu hermano lo hace muy feliz que estudies.

—Él dice que estudiar es estúpido —dijo con una risilla congestionada.

—Sí, bueno, eso ya es otro tema. Lo que me refiero es que, él no tuvo esa oportunidad, tú sí, Kidd, sabemos que te gustaría ayudar trabajando, pero no puedes, ya no, tú resaltas mucho, ¿qué harías si te alejaran de él? Porque pueden, Kidd, las personas son muy malas —Le explicó, y él sabía exactamente porqué resaltaba, no le molestó, ella tenía razón, él tenía razón, pero le mintieron, escondían todo de él, no le gustaba y no le agradaba, no le agradaba que ella acaparara a su hermano y supiera todo por ser "mayor".




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