El Sendero a Casa

Capítulo diecisiete: Ve por el almuerzo

 

—Eres una estúpida —Pomelie dejó caer con fiereza la palma de su mano contra el rostro de Ois, la chiquilla se encarnó las uñas de la rabia y tiró su plato al suelo, se quebró y los restos se metieron por las grietas en la madera del suelo. Kidd amenazó con llorar, Kvet se mordió los labios y aunque le doliera, lo arrastró, tapándole la boca, fuera del comedor, apenas podía respirar el niño, se retorcía en el agarre de su hermano mayor, su semblante se congeló en una oscuridad aterradora. Antes de que Kvet lo sacara de la casa, lo último que su mente fotografió fueron los rostros de su madre y hermana, ambas se miraban como si fueran a hacerse mucho daño.

—¿Por qué pelean? —murmuró Kidd con desconsuelo.

Kvet enrolló su trenza sobre su cabeza, y con un pasador la fijó en su lugar, así no se caería. Kidd se mordía las uñas, y sus piernas no dejaban de golpear la parte inferior de la plataforma del muelle, sentado en el borde, salpicaba un poco con la punta de los pies y esperaba a que todo pasase, esperaba, esperó, y el día estaba nublado, por lo que no lo obligaron a usar sombreros ni gorros, su cabello era espeso, lo único que evitaba que su cráneo se viera, y la cicatriz en su rostro, sanada, era como una manta con un parche, era regordete y lindo en lado izquierdo, y en la derecha, el lado derecho superior de su rostro, un enigma para los que no lo conocían. Su hermano mayor no permitiría que se quedara así, aunque la relación entre ambos era neutral, Kidd adoraba a Kvet por tener la misma inicial en su nombre que él, además, adoraba como siempre llevaba una trenza larga, por su cabello ser rizado, Kidd no podía hacerse trenzas.

Arse arrojó la gasa al cesto de basura e inspeccionó con ayuda de una linterna pequeña el rostro de su hermana, se atrevió a tomarla de la barbilla para así cerciorarse, aturdida le dio vuelta para ver su mejilla enrojecida, cerró su ojo, lo apretó con fuerza y se levantó, su cabeza le humeaba, no soportó la luz y tiró la linterna por la ventana— Hacer cosas tengo, Ois. Tengo algo... que hacer —Con torpeza agitó su mano para que la chiquilla saliera, Ois le dio las gracias y se retiró, cuando llegó a la sala, evitó cruzarse con su madre, se metió al cuarto de baño y ahí agarró una revista para leer, no tenía ganas de salir, no con su rostro en un estado tan deplorable, su cuerpo se conformó con estar sobre el suelo del baño, con las cortinas cerradas y el olor a químicos.

La puerta del taller estaba semi abierta, Arse se pintó una cara de pánico, se coló y lo primero que vio fue a su hermano Yak, quien jugaba con uno de sus proyectos, tocó su hombro con su cabeza y le arrebató el aparato de las manos, las ojeras del chico se arrugaban cuando sonreía pícaro, y cuando tenía algo urgente que decir se mordía el labio inferior, extendió los brazos como señal de pregunta para él, no le quedaba de otra que escucharlo, se secó el sudor de la frente y se abalanzó en la mesa, haciendo crujir los artefactos que ahí se encontraban, cerró los ojos para disimular su malestar.

—Conseguí una beca —susurró Yak, con una pizca de entusiasmo, trató de controlar su emoción, sujetando su brazo, Arse abrió los ojos de par en par, giró su cuello solo para comprobar que él no mentía, ladeó la cabeza y con un gesto de pestañeos, solicitó una confirmación de veracidad, Yak asintió con un destello en su mirada, ella no supo cómo tomárselo. Primero colocó su mano contra la pared del taller, recorrió las demás, hasta llegar a Yak, de pie, le pisó por error, se disculpó y amagó un abrazo. Arse carraspeó y metió su mano dentro de su bolsillo, lo único que Yak percibió fue la punzada en su piel, a un costado de su tórax—¡¿Qué haces?! —Arse se encogió de hombros.

—Tienen hambre, ya vete. —dijo ella señalando la salida.

—¿No te alegra? —Yak la tomó del brazo, su hermana se echó para atrás y pestañeó—Creí que te alegraría saberlo, eres la primera persona a la que se lo digo, la única a quien puedo decírselo, sabes que a ella no le gustaría, pero, es especial, podría conseguir un mejor trabajo y mandarles regalos. ¿Es porque está lejos? Tú y Ois son las inteligentes, creí que te gustaría saber que no soy un completo idiota —explicó con el otro puño cerrado.

Mi hermano no es un idiota—Tienen hambre —repitió y se tapó la boca al instante, no comprendió porqué sus palabras no salían como lo deseaba, pero aceptó el resultado y lo repitió una vez más—Tienen hambre, vete —, puntualizó con un empujón a su hermano, poco intrusivo, lo empujó con gentileza para atrás, lo apartó. La nube sobre el taller desapareció, la luz se coló por las grietas e iluminó las comisuras apagadas de Yak, no era justo, la manera en que ella lo trató, para él, no era justo.

Perdón. Perdón. Perdón.

El tiempo paró para ambos, los Tepes mayores. Kvet no hacía muecas y poses raras para subirle al ánimo a Kidd, y el niño no se reía junto a las aves y corrientes submarinas, en el cielo no había nubes ni sol, la casa no era de madera ni tenía luces parpadeantes, el tórax de Yak no dolía, Ois no maldecía al leer la revista, Ru no lloraba en un rincón del armario de su habitación, Pomelie no cortaba con frenesí las cebollas sobre una tabla. Arse extendió su mano hasta alcanzar las mejillas de su hermano, lo acarició con la parte externa de su mano, como si lo fuera a romper, cuando notó como los labios del chico temblaban y su barbilla se levantaba ligeramente, se lanzó a abrazarlo, arropando su cuello con sus brazos, cuando toda la tibieza del cuerpo de Yak se topó con ella, esbozó una sonrisa que él notó, se apartó para verlo una vez más y besar sus mejillas; rebosantes en vida, con un bello tono crema.

—Drum, drum —expresó Arse, con su voz grave y los ojos cerrados, esperando que Yak pusiera su frente contra la suya, drum es el sonido del alma, decía ella, cuando ambos eran pequeños, les gustaba dar vueltas para marearse y así escuchar sus almas. Arse apoyaba a Yak en todo, era su hermana menor, él la cuidó siempre pero, ella siempre estaba atrás de él, en las fotografías, ella siempre estaba detrás de alguien, similar a la pieza de Rey, siempre al fondo. Con un gesto bobo, Yak chocó su frente contra la de ella—Grats —Alcanzó a decir su hermana y él la embriagó en otro abrazo, en el que metió su cabeza en el hueco que formaba el hombro y cuello de la chiquilla de ojos avellana.




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