Mi imaginación se disparaba de tal forma que hasta llegue a escuchar algo que se arrastraba desde lo alto del camino hasta mí. Si era real o no, no lo sé. Ya no sabía que era real; el desconcierto me tenía a su merced. Seguí avanzando a trote apurado por la cornisa hasta acercarme, una vez más, al otro parador. Antes del mismo, tenía que atravesar una curva, por lo cual, a diferencia del anterior, no podía ver de lejos el descansillo. Solo podría una vez pasada esa curva. Con mucho sigilo, me acerque de a poco hasta un punto en el que la visión me permitiría observar el lugar.
Al llegar…retrocedí abruptamente y di marcha atrás hasta un punto que consideré más cauteloso, pero nada seguro, no sentía seguridad de nada ni de esta piedra ni de aquel árbol, de nada, ni siquiera estaba seguro de que todo esto no fuese un sueño. Pegue el cuerpo hacia la pared de tierra, raises y piedras que formaban aquel sendero, intentando respirar. La había visto. Estaba allí parada con ese largo camisón blanco mirando hacia la curva en la que intentaba esconderme, como si adivinara en todo momento donde me encontraba. El miedo que tenía era indescriptible, jamás había experimentado tan de cerca la oscuridad como aquella noche. ¡Le vi el rostro! Era la primera vez que lo veía. Aunque fue por escasos segundos, voy a recordar por siempre ese pálido rostro arrugado con un tono a podredumbre con los ojos cerrados. Era como una estatua de arcilla extraída del drenaje. Me senté en el suelo, estaba rendido, que más podría hacer. Escucho los sollozos de nuevo venir desde abajo, parecen acercarse hacia mí. “Que termine su trabajo de una vez” pensé “que me borre de este mundo que se ha vuelto tan anormal”. Me acurruco y me tapo los oídos con las manos mientras mis rodillas se comprimen en mi cabeza. ¡basta, silencio! Solo quiero que se calle.
Sentado en aquel camino, acurrucado como si hicieran menos de 0 grados, me encontraba allí, temblando y esperando lo peor. Fue entonces que vino a mí una imagen apenas levante el rostro de las rodillas. Tal vez la divina providencia tenia otros planes para mí. Y aunque estaba lejos de sentirme a salvo, una pequeña luz de esperanza apareció ante mi en cuanto vi que la poca densidad de la zona más alta del cerro, era más espesa en esta parte, y que había varios árboles de los cuales me podría sujetar. No recuerdo cuantas etapas atravesé hasta que empezó la pesadilla, pero estaba seguro de que ya tendría que estar por lo menos en la mitad. Finalmente resolví, sin perder tiempo, que lo único que me quedaba era olvidar la ruta y continuar la bajada por los árboles a campo traviesa. Claro que era más fácil decirlo que hacerlo pues se trataba de una colina bastante empinada.
No estaba a discusión, preferí arriesgarme a una posible caída mortal a seguir luchando y corriendo por el infernal e interminable sendero que parecía ser más extenso de lo que recordaba. Empecé a bajar ayudándome con los robles que pueblan el lugar. Me sostenía de las ramas mientras mis pies hacían el mayor esfuerzo por no resbalar por la ladera, aunque no llegaría muy lejos, pues a pesar de que había más espacio todavía seguía poblado de árboles que harían de paravalanchas si callera. La tierra se deslizaba en tanto yo intentaba pasar y terminaba cayendo piedras y ramas hacia abajo. En más de una ocasión tuve que abrirme paso entre algunos arbustos a la fuerza y en uno de esos forcejeos fue que al escuchar el quebraje de una rama caí hasta estrellarme con un árbol de raises enormes. El golpe me costó una hemorragia en la nariz que no podía detener. Luego de canalizar el dolor del porrazo, note un fino caminito compuesto por rocas grandes que indicaban su trayectoria hacia abajo. Era el trazo de un pequeño arroyo que tenia su inicio en la cumbre. La loma estaba plagada de estos pequeños arroyos, pero que en épocas de verano desaparecen por evaporación. Podría utilizarlo como vía, pues lo mas probable es que terminen en la base. Aunque también sería difícil pasar por allí, tendría que agarrarme con los dos brazos por los árboles que la contorneen, los pies tendrían que ser mas cuidadosos y ajustarse a cualquier parte del terreno que pudiera sostenerme.
Mientras bajaba, las imágenes en mi cabeza se esforzaban por hacerme sentir lo más incomodo posible. Empecé a sugestionarme tanto que estaba seguro de escuchar ruidos extraños a mi espalda. Esto me alarmo y obligo por instinto a bajar mas rápido. Ruidos de ramas quebrándose y ojas moviéndose me hacían sobresaltar. Cada vez que las escuchaba no podía parar de pensar en que si me detuviera y mirara hacia atrás me daría cuenta de que eso, me estuvo siguiendo todo el tiempo. Podría verla bajando, arrastrándose hacia mi de manera retorcida a una velocidad antinatural, reclamando mi alma.
Bajar por el trayecto del arroyo no sería fácil. Pero, además ahora había otra complicación. Luego de un buen rato siguiendo por el riachuelo sosteniéndome de las ramas de los arboles aledaños a este, llego un punto en el que este se transformaba en una suerte de barranco un poco más profundo que el resto del afluente. El hecho de que estuviera tan inclinado facilitaba las miles formas de caerme y derrapar hasta abajo; donde además podía divisar un rellano que después continuaba bajando en forma de barranco. Lo mas dificultoso era que en este lado los arboles se abrían de tal manera que no me permitían sostenerme de sus ramas. Esto significaba que la única manera de continuar descendiendo solo sería factible sosteniéndome de las rocas que sobresalían de aquel arroyo. Lo bueno, era que, al estar todo seco y carente de agua, podría sostenerme de las piedras tanto con los pies como con las manos. No obstante, un roció nocturno había puesto un poco húmeda las piedras del lugar.
Al continuar bajando, utilizando un gran porcentaje de las pocas energía y fuerzas que me quedaban, pude llegar hasta un punto donde un único árbol que se encontraba a una distancia prudente del reguero me ofreció una fina rama para que tratara de sostenerme.