De un día para otro mi vida había dado un gran giro. Había sufrido una metamorfosis radical y rápida, volviéndose así tan bella como una mariposa, pues por fin sentía que tenía alas. Abandonar el orfanato me había dado la libertad necesaria para seguir descubriendo junto a Gabriel la belleza de Roma.
Octubre estaba llegando a su fin y durante las últimas dos semanas había acabado de descubrir Roma junto a Gabriel. Visitamos la Fontana de Trevi en donde como manda la tradición lanzamos una moneda al tiempo que pedíamos un deseo; la Basilica di San Pietro y el museo del Vaticano; el Catel Sant'Angelo; Piazza Poppolo y Santa Maria del Poppolo entre otras maravillas. Nuestra relación se había afianzado, se había vuelto más fuerte. Éramos como las dos piezas de un imán, siempre con la necesidad de estar juntos; echándonos de menos cuándo nos separábamos. Los momentos que pasaba con Gabriel eran los que más apreciaba, y mi favorito era nuestro paseo en barca en el rincón de nuestro primer beso. Aquel momento lo compartíamos con un gelatto cuándo aún hacía calor, cambiándolo por el suave chocolate cuándo el frío se presentó llenando aquel parque de los colores de Otoño.
Mis poderes no se habían ido al igual que el verano, pero a pesar de los pensamientos de aversión que la gente transmitía hacía mí no podía evitar sentirme feliz. Desde que conocí a Gabriel el verano para mí se había vuelto eterno, pues ahora lo veía todo con una luz nueva, brillante y cegadora como el sol del verano.
Nos encontramos en clase de literatura, cuando nuestra tutora la interrumpe para anunciarnos que nuestro viaje de invierno será a Capri.
-¿Lo has oído Gabriel? Capri, por fin podré ver el mar-Le digo emocionada al terminar las clases. Sin embargo los ojos de Gabriel no muestran la misma emoción.- ¿Ocurre algo?-Le pregunto preocupada y haciendo que baje la mirada hacia mis ojos.
-No, todo está bien. Supongo que saber que volveré a mi ciudad natal me ha pillado por sorpresa-Me responde besándome la mano que tenemos agarrada-Y en relación al mar te va a encantar. Parece infinito e inmenso, pues se extiende incluso más allá de lo que nuestra vista es capaz de percibir, demostrándonos lo pequeño que somos en este mundo.
- Si sigues hablando así vas a hacer que quiera marcharme ya.-Me miro a los ojos de manera seria y triste.
-¿Serías capaz de dejar la vida que llevas ahora? Dejar todo atrás.
-Creo que no sería capaz. Mi vida ahora por fin es perfecta-Le respondo recibiendo un beso en la frente.
-Y la mía también Lucinda-Dice en una voz tan baja que apenas es perceptible-Si me viese obligado a separarme de ti creo que no lo soportaría. Aguantaría milenios sin probar bocado pero no aguantaría ni un día sin poder verte.-Acerco la mano que tengo libre a su mejilla la cual empiezo a acariciar con suavidad, para luego depositar un cálido beso en sus labios.
-Yo tampoco soportaría el no verte, te has convertido en la parte más importante de mi vida. Nunca me llegué a imaginar que conocería a alguien como tú. Yo era diferente hasta que tú me diste alas y me demostraste que la vida podía ser hermosa si la veía con otros ojos. Desde que te conozco una nueva Lucinda ha renacido, una Lucinda que ve el mundo con ojos cargados de esperanza.-Siento los fuertes brazos de Gabriel a mí alrededor, abrazándome.
- Finché c'è vita c'è speranza, donde hay vida hay esperanza-Me responde.
Emprendemos nuestro camino de cara a nuestro parque en donde alquilamos una barca. Durante nuestro recorrido una mariposa se posa en uno de los remos. Es una mariposa de un color azul brillante con unas franjas negras en sus alas. Se ve majestuosa entre los colores del otoño. A pesar de su pequeño tamaño consigue captar la atención por su belleza.
-Mira Gabriel, ¿No es hermosa?
-Sin lugar
De un día para otro mi vida había dado un gran giro. Había sufrido una metamorfosis radical y rápida, volviéndose así tan bella como una mariposa, pues por fin sentía que tenía alas. Abandonar el orfanato me había dado la libertad necesaria para seguir descubriendo junto a Gabriel la belleza de Roma.
Octubre estaba llegando a su fin y durante las últimas dos semanas había acabado de descubrir Roma junto a Gabriel. Visitamos la Fontana de Trevi en donde como manda la tradición lanzamos una moneda al tiempo que pedíamos un deseo; la Basilica di San Pietro y el museo del Vaticano; el Catel Sant'Angelo; Piazza Poppolo y Santa Maria del Poppolo entre otras maravillas. Nuestra relación se había afianzado, se había vuelto más fuerte. Éramos como las dos piezas de un imán, siempre con la necesidad de estar juntos; echándonos de menos cuándo nos separábamos. Los momentos que pasaba con Gabriel eran los que más apreciaba, y mi favorito era nuestro paseo en barca en el rincón de nuestro primer beso. Aquel momento lo compartíamos con un gelatto cuándo aún hacía calor, cambiándolo por el suave chocolate cuándo el frío se presentó llenando aquel parque de los colores de Otoño.
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Editado: 03.06.2019