Dos años después.
—Mami.
La suave voz de mi hijo que acudía a mi llamado, provocó que una sonrisa pintara mi faz, mientras lo recibía en mis brazos.
Es verdad que a Aiden lo extrañaba todos los días y lo anhelaba con locura, pero mi pequeño era ese respiro que me permitía seguir adelante.
—¿Te gusta la playa, Aiden? —le pregunté a mi pequeño, que envolvía sus pequeños brazos a mi cuello—. Aquí veníamos muy a menudo con tu papá y en las noches mirábamos las estrellas hasta que amanecía. ¿Te gustan las estrellas Aiden?
—Me gusta, mami. También a la luna porque se llama como tú. Si miramos el cielo, ¿podremos ver a mi papi? Mi tía Camila dice que mi papi está en el cielo. Si miramos el cielo, tal vez mi papi nos salude, ¿no es así?
Acerqué más a mi hijo a mi pecho, mientras besaba repetidas veces su frente.
—Si ves a una estrella que brilla, esa es la estrella de tu papi y de seguro que está feliz de saludarte. Ahora ve y atrapa a una ola, hijo. —dije, golpeando con suavidad su pequeño trasero.
Exhalé otro suspiro apesadumbrado, mientras observaba a mi hijo y a la hija de mi amiga que pegaban un grito cuando las olas llegaban a la orilla, provocando que me carcajeaba al igual que mi amiga lo hacía a mi lado.
Este último tiempo yo había decido quedarme en la ciudad a vivir, porque Aiden era esa luz que iluminaba nuestros días oscuros desde la partida de mi gran amor.
Tanto Steven como Andrea no me dejaron sola y estuvieron en ese proceso de recuperación, aunque a decir verdad, era difícil aquello porque su presencia me hacía falta a diario.
Después de reaccionar al ser golpeada por la muerte de Aiden, recibí la noticia de mi embarazo. Había meditado en que mi vida acabaría sin él y estaba segura de que así sería, pero esa noticia, definitivamente lo cambió todo.
Sabía que sería difícil vivir sin el gran amor de mi vida, pero su hijo crecía en mí.
No iba a darme por vencida.
Camila y los padres de Aiden me permitieron afrontar mi duelo sola, aceptando que mi amor ya no estaría más allí junto a mí. Deseaba estar sola y cuando mis amigos se alejaban para vivir sus vidas, de verdad esa soledad la necesitaba.
Lloré tanto que sentía que mis ojos no podrían producir más lágrimas, e incluso pensé que mi corazón se rompería en mil pedazos y estoy segura de que si lo hizo; pero las fuerzas al saber que una parte de Aiden estaba dentro de mí, me instaban a pegar cada pieza de mi roto corazón con su recuerdo y el amor que me otorgó el tiempo que estuvimos juntos.
Creí que lo nuestro duraría para siempre, tal y como las estrellas que alumbraba las noches que ahora sin su presencia eran frías, pero al final nuestro amor duraría para toda la eternidad, porque un corazón que amó tanto y se sintió inmensamente amando, sin importar nada o el tiempo que transcurra, siempre seguirá en mis recuerdos hasta mi último respiro.
Su aroma aún inundaba mis fosas nasales cada que cerraba mis ojos; su risa llegaba a mis oídos como una canción que calmaba mi corazón y cada día trataba de pintar sus ojos en mi memoria y su brillo cuando estábamos juntos.
Dibujaba los recuerdos del ayer en cada sueño, donde al despertar Aiden desaparecía junto con la esperanza de volver a tenerlo junto a mí, entonces mi hijo aparecía y el dolor era reemplazado por el amor de ese pequeño de rulos que cada día me llamaba mamá y me daba amor infinito.
Aún conservaba su grabación que escuchaba cada que el sueño se esfumaba y era inevitable no sollozar porque lo extrañaba en demasía, pero dormía y él aparecía para calmarme como lo prometió.
Era consciente de que siempre Aiden estaría presente en mis pensamientos y en mi corazón y que a pesar de que no estaba en el plano terrenal, su recuerdo lo mantendría vivo, pero anhelaba sus besos que me trasladaban a otro mundo.
Solo deseaba que si existiera otra vida, Aiden apareciera en ella.
Cuando alguien se va deja un espacio vacío al que solamente tú sabes como llenarlo y yo lo llené de mi hijo y su amor.
Mi hijo correteó nuevamente a mí junto a Lila que exigieron comida.
Miré a Steven que lanzaba más leña al fuego, mientras que Camila asaba dulces en el fuego.
Andrea y yo nos levantamos y con una sonrisa, caminamos hasta donde ellos se encontraban, seguidamente mi hijo fue donde su tía que lo recibió en sus brazos, dándole ese dulce blanco que Aiden tanto amaba.
Por mi parte, sabía que mi vida era ir tomada de la mano de mi pequeño, caminando juntos, dejando huellas y por supuesto, siendo el completo del otro.
El camino no sería fácil para nosotros, pero sé que mi hijo y yo teníamos un largo trecho por delante, sin embargo, si nos teníamos el uno al otro, lo lograríamos todo.