«Quien lo diría. Así como la vida te da sorpresas, inesperadas… También puede darte desgracias impensadas»; ese pensamiento siempre se repetía una y otra vez en mi cabeza. No sé si lo hacía en modo de evadir la realidad o en modo de supervivencia. Eso empeoraba más, cada vez que cerraba los ojos, veía un cuarto oscuro, las cosas tiradas en el piso. Y siempre se venían imágenes a mi cabeza, de personas peleando. Y gritos de fondo de una mujer, que pedía, ayuda y nadie le contestaba.
Y la imagen. Que más pena me daba era ver, era a una niña… postrada en la cama de un hospital. Con la cabeza rota. Y con los ojos cerrados. Sin vida y la voz de una mujer que lloraba, encima de ella… En cada oportunidad, que tenía ese sueño. Me dejaba largas horas sin dormir en mi cuarto y temblando de miedo. Porque temía que fuera real y entre más le daba vueltas al asunto, mi corazón latía más fuerte y no podía respirar…