El susurro de las estrellas ©

Sin suspiros

Fue un día antes de mi cumpleaños dieciséis, morí de la forma más estúpida, me asesinó un malnacido que me engañó con su carisma; ojalá pudiera retroceder y huir desde el primer momento cuando lo conocí. Un momento de debilidad y se convirtió en mi peor pesadilla, una pesadilla de la que no pude despertar.

<<Podes venir a mi casa hoy, tengo una sorpresa de cumple para vos, te amo, mi vida>>

Mentiras, una tras otra, creí en todas y cada una, ahora que no estoy deseo poder evitar tantas cosas y no puedo. La última mentira que me dijo, la más letal de todas... Recuerdo que me había levantado tan contenta ese día, era un Veintitrés de Noviembre de 2017 el frío me penetraba hasta los huesos y aunque vivo en un país tropical habían anunciado un frente frío en las noticias, ni siquiera pude dormir pensando en la fecha de mi cumpleaños, ya lo estaba olvidando y eso me tenía tranquila hasta que me llegó su mensaje de texto.

<<Por favor ya no molestes más, ya te dejé claro que no te amo, a mi mamá no le gustaría saber lo que pasó con vos, lo que me hiciste>>

<<Siempre te amaré>>

Maldito, pensé. Ahora lo repito cada vez que lo recuerdo, estoy entre las sombras y no puedo volver para decirle a cualquier chica... "No te confíes, no siempre te dice la verdad habla con alguien". Un secreto puede robarte el último suspiro, creo que el ya lo había planeado todo desde que me envió ese texto, lo tomé como una broma en ese momento hice algo que creo que fue lo más idiota que hice estando en vida, no quería seguir pensando en todo lo nuestro, borré todos sus textos del whatsapp, del celular y nuestras fotos que tenía bloqueadas para que mi mamá no se enterará de nada.

Ese día mis papás habían salido muy temprano a trabajar y mi hermano menor estaba en casa de unos amigos haciendo una pijamada, probablemente regresarían después de las seis de la tarde con un gran pastel para celebrar mi cumpleaños. 
Después del colegio llegué tan contenta a mi casa, era viernes y todos mis compañeros perdieron la vergüenza cantando "feliz cumpleaños", mi mejor amigo Aldo, causante de ciertas discusiones con él, me acompañó hasta mi casa, no entró, cuánto hubiese deseado que entrara a mi casa a molestar buscando comida, aunque tal vez no hubiese evitado nada.

Hice todo lo que hacía siempre, busqué mis llaves para abrir y cuando entré me saqué el uniforme para quedar en camisola y un short corto, busqué las galletas que escondía mi mamá y luego encendí el Televisor a todo volumen, mi mamá siempre decía que esa costumbre de encender la TV con el volumen tan alto molestaba a los vecinos, ojalá hubiera obedecido tan solo un día, después entré a mi cuarto para tirar los zapatos...

—¿Entonces ya no me amas?—dijo levantándose de la silla frente a mi escritorio, me quedé helada—. Lo di todo por vos... 
—¿Cómo entraste a mi casa Damián?—respondí atónita, sentí miedo, estaba en mi cuarto, seguramente había entrado otras veces... 
—¿Es lo único que te importa?, siempre te fijas en mis errores, soy hombre no ves que hago cosas estúpidas es para protegerte, todo lo que hago y no te das cuenta, ya escuché que venías con tu amiguito y decís que es mentira... 
—Lárgate de mi casa, estás loco, como se te ocurre entrar así, nada de lo que decís es cierto ya no te creo. 
—Todo lo que hice fue por vos, porque me provocaste— dijo con tono grotesco, lágrimas brotaron de sus ojos, por un momento le creí, tuve compasión y todos los momentos que vivimos pasaron en mi mente como la cinta de una película... 
—Lo vas a pagar—dijo, tiró uno de mis libros en el espejo que estaba al lado de el guardarropas, se quebró en miles de pedazos, me quedé inmóvil todavía junto a la puerta, mientras se acercaba... 
—Es mejor que te largues— dije disimulando el miedo que recorría mis venas. 
—Siempre serás mía Kris— dijo cruzando la puerta, pero justo cuando volteé para cerrar la empujó con mucha fuerza haciéndome caer en los vidrios esparcidos en el piso, perdí la conciencia por un minuto y me corté las palmas de las manos, no eran rasguños, eran heridas.

Me levantó del piso, estaba llorando porque el dolor era intenso y sabía que no había terminado, tenía miedo, terror, la paranoia era incontrolable, solo grité de dolor, sabía que era el final, los vecinos no podían escuchar, sabía que era el final. 
Volvió a empujarme con fuerza de nuevo y esta vez me tomó del pelo con fuerza, otro grito de dolor casi ahogado, no era la primera vez que me jalaba el pelo pero esta vez su mirada era malévola y su fuerza incontrolable.

—Siempre te amé, todas esas veces, pero me dejaste y no voy a permitir que estés con alguien más.

Me levantó una vez más del pelo y el brazo, solo podía llorar, forcejeaba pero era inútil, esta vez me empujó y se lanzó encima de mí, ese momento recordé todas esas veces que salía con mi mamá, pude haberle contado y no lo hice, recordé la sonrisa de mi mamá diciendo que algún día conocería a alguien especial que me esperaría en el altar a su tiempo y todo sería especial. 
Me rasgó la blusa con sus manos, posó sus asquerosas manos y su boca por todo mi cuerpo, mamá no quería esto para mí, me arrancó la ropa y no podía forcejear, se entumecieron mis manos por las heridas, había perdido mucha sangre. Estaba acostada sobre los vidrios y lo empujaba con toda mi fuerza pero no se movía, olía mi pelo y su contacto era horrible, sabía que mamá no hablaba de esto, sólo escuché mi propio grito ahogado.

—¡No grites!— dijo, lloraba, gritaba, los vidrios cortaban mi espalda; en ese momento otro grito, puso su mano sobre mi boca con fuerza, no podía respirar. De la nada pude levantar un gran pedazo de vidrio pero no pude enterrarlo en su brazo.

Tomó el vidrio con su mano y lo enterró en mi estómago, una, dos y tres veces, el dolor era intenso, no podía moverme, ni gritar, solo lloraba de enojo, tristeza, dolor, tantos sentimientos me carcomían. Terminó, sus actos de crueldad, torturas, tanto que lo había amado, me sentí tan asquerosa, inútil. Cuantas veces pude evitarlo, llegó sin avisar a mi vida, me hechizó, un desgraciado, 
Levantó su ropa del suelo, casi no podía respirar, lloraba sin control y me retorcía en el suelo.




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