El talento del príncipe.

Extra 1: Recuerdos del príncipe Aster.

 

Sus ojos tardan un instante en adaptarse a la repentina iluminación de los rayos del sol, parpadea las veces necesarias mientras sus oídos escuchan el murmullo de las voces de sus empleados. “El desayuno está listo, el agua se encuentra justo como le gusta, hoy le colocamos esencia de vainilla como nos pidió ayer, el desayuno está listo ¿desea comer en el comedor? Su hermano como sabe no comerá con usted, dese prisa para tomar sus lecciones” las mismas conversaciones de todos los días.

 

— ¿Mi padre y Anod saldrán esta tarde? — Termina de colocarse su bota derecha.

 

— Me temo que el evento se ha cancelado — anuncia.

 

Los labios de Aster se deforman en una mueca, tenía la esperanza de poder salir esta tarde como llevaba días haciéndolo.

 

— De acuerdo, cuando termine mis lecciones le ruego me dejen solo — le proporcionó una suave sonrisa, el empleado asintió sin hacer preguntas.

 

Sus lecciones empezaban una hora después de las de su hermano, Aster camino con paso seguro y lleno de aquella gracia demandante de atención, estaba a punto de cumplir sus 15 años pero su belleza había sido prácticamente su don desde que nació. Adornado con cabellos blancos como la nieve y alguno que otro cabello dorado terminando con las puntas rebosantes de aquel color brillante, sus largas pestañas y sus cejas perfectas apenas eran percibidas por su blancuzco color.  Sus ojos turquesas eran hipnóticos, se rumoraba en la nación que era imposible no quedar cautivado por su mirada, su mirada risueña y que en la noche las mismas estrellas se reflejaban en aquellas dos órbitas. Y no había que olvidar su sonrisa, el segundo mayor atractivo, una sonrisa reconfortante, una sonrisa que se sentía como la caricia del rayo del sol después de una tarde tormentosa. El príncipe Aster era conocido por su belleza y era amado por el pueblo. Así que en cada paso que daba las miradas se posaban en él y su respuesta era una dulce sonrisa que provocaba risitas y sonrojos de las mucamas más jóvenes.   

 

— ¡Oh, pero si nos honra con su belleza cada mañana, príncipe Aster — la sonrisa afilada que le proporcionó Leto erizó su piel.

 

Todos los demás soldados presentes corearon en tono burlón, batían sus pestañas y con voz aguda mencionaron su nombre. Aster los observó en silencio, con el tiempo había aprendido que lo mejor era no hablar, no sonreír, no quejarse, limitarse a respirar, obedecer y sobrevivir. Sus ojos se dirigieron a la explanada donde un talento Rafador y Terrano combatían contra su hermano, desconectó su cerebro de las burlas y puso toda su atención en el combate. Imploraba que su hermano saliera ileso — aunque sabía que sin un talento era imposible salir ileso—  pero de vez en cuando le gustaba imaginar que sí podrían contra ellos. 

Ahogó una protesta cuando el Terrano alzó a su hermano en un bloque enorme de tierra aplastándolo contra el techo, Anod dejó salir jadeo y pudo observar las pequeñas gotas de sangre escurrir por su boca y nariz, el bloque descendió con lentitud pero no hubo descanso, el Rafagador lo hizo volar y lo estrellaba como una pelota contra todas las paredes, el mejor que nadie sabía que los soldados cuando se aburrían y querían dañarlos por diversión jugaban de esta manera con ellos, dolor como diversión. Los jadeos de Anod llenaron el lugar, Aster dio un paso adelante y de inmediato supo que fue un error.

 

— ¡Paren! — resonó la voz de Leto, el Rafagador se encogió de hombros y dejó caer a su hermano como si fuera una hoja, Leto hizo un ademán para que sacaran al pelirrojo de la explanada —. El príncipe Aster hoy se levantó de buen humor y ha pedido tomar el lugar de su hermano ¿no es tan generoso como dicen?

 

Los soldados lo miraron y le proporcionaron sonrisas llenas de mofa, Aster sabía que lo que seguía no era precisamente un entrenamiento, sería una lección más: No interferir en las lecciones de su hermano. Aster podía escuchar en eco su respiración, sus músculos se tensaron y una voz dentro de él le susurraba “corre, huye, no regreses”, fue empujada hacia el baúl donde siempre la guardaba antes de sus lecciones y se enfocó en observar cómo dos soldados cargaban a su hermano, lleno de sangre y golpes, el curador se encontraba recargado en el umbral de la puerta de su consultorio.

 

Leto lo observaba con aquella mirada anhelante, anhelaba verlo sufrir, el dolor en el rostro de personas más débiles que él le fascinaba —. Adelante, mis muchachos necesitan practicar— cuando el príncipe se posó en la explanada Leto se dirigió a los soldados —. Enseñénle su lugar.

 

🍃

 

Jadeaba en cada paso que daba, el aire se sentía como miles de aguja rasgando sus pulmones y su cabeza daba vueltas, a paso tambaleante se dirigió hacia el lacayo encargado de llevarlo a donde él quisiera. El hombre corrió a ayudarlo a subir al carruaje, cerró la puerta con cuidado y se sentó en el  frente, era un flotador, por lo cual el carruaje no necesitaba ni caballos ni ruedas. Se trataba de un carruaje diferente a los otros, era de lámina negra y las ventanas totalmente polarizadas, los carruajes de ese tipo eran usados por los miembros de la corona cuando querían ir a lugares sin ser detectados.

Una vez adentro, poco a  poco se recuperaba de haber sido curado después de estar al borde de la muerte, se desparramó sobre el sillón acolchonado y se permitió llorar. Por fin dejó que aquella opresión en su pecho se liberara y sollozó con fuerza mientras se abrazaba así mismo y se preguntaba por qué tenía que sufrir aquel dolor. Su respiración comenzó a regularizarse cuando pararon frente a los cuartos de la servidumbre, bajó del carruaje y colocó en sus labios una sonrisa en forma de saludo a la mujer frente a él.



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En el texto hay: reyes, violencia, talentos y poderes

Editado: 24.05.2022

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