El típico cliché

Capítulo 4: For Him

No importaba si esto me hubiera pasado una y otra vez, no dejaba de dolerme como una putada y tampoco podía evitar llorar al frente de mis padres, preocupados por si me tiraba por el balcón. Cosa que en estos momentos me animaba demasiado, es decir, me parecía una buena opción para olvidarme de todo.

Pero, no, aún no había llegado el momento.

Al mismo tiempo había sido mi culpa por pedir la reseña ¿eso me ayudaría? ¿o empeoraría mi estado? Era un concurso muy famoso y si ganabas tenías la oportunidad de invadir el mundo naranja con tus historias.

—¿Humor no gracioso? ¿personajes sosos? Algo me decía que no debía escribir fantasía sin saber de lo que estaba hablando. —me dije en un vano intento de ayudarme a salir del oscuro agujero que estaba cayendo. Soy tan masoquista que estoy releyendo una y otra vez la crítica—Vamos a ver si esa tal Lia Plum es buena en algo... que no sea criticar.

Buscando entre sus lecturas, me di cuenta que era demasiado buena escribiendo como insultarla en voz alta.

"Lia Plum escribiendo desde 2015 tiene más de siete historias publicadas, la más grande de todas es: "Imperfecta" que ha sido un verdadero ejemplo para la literatura actual."

—¿Quién mierda escribe estos documentos? —el brillo naranja burlón me derritió los ojos.

—¡Ya sal del baño! —grito una voz estridente. Me seque las lágrimas con el papel higiénico, saliendo del espacio entre el retrete y el bote de basura. Alce la barbilla con orgullo, tumbando la puerta con mis débiles manos, asombrándome de mi fuerza recién adquirida.

Veo a una chica golpeando el suelo, enojada por mi demora. Ni siquiera me mira y entra al baño.

De seguro tiene ganas de hacer diarrea.

Me arrastro como puedo al baño y me enjuago las manos. El inútil de James me dijo que debía ocuparse de algo y me dejo sola en el recreo con mi celular. Nunca jamás vuelvo a quedarme sola con ese aparato del mal.

No me quejo nunca cuando mi madre tan cansada entra a la casa sin saludarme, no me quejo al ver como mi prima es lastimada una y otra vez por sus padres, no me quejo cuando me insultan o gritan, no me quejo cuando mis sentimientos me asfixian y termino volviéndome loca, no me quejo cuando me obligan a convertirme rápido en una profesional, aprender más idiomas, no me quejo.

—Y no me debo quejar nunca. —susurro para mí misma—. Hay gente allá sufriendo y yo soy feliz ¡así que ánimo!

Mis pies se deslizan hasta la sala de detención, nombre capcioso para asustar a aquellos gringos que quieran inscribirse en nuestra escuela. Con sola pronunciar que tenemos una sala de castigo y nos mantenemos ahí hasta las siete de la noche, los asusta y se van. En realidad, es sólo el despacho del director ampliado en un salón para aquellos que rompen las reglas.

Nunca he roto una norma y ahora verme en camino de ese salón misterioso hace latir mi corazón sin razón. Tengo presentimientos a diario, siempre se cumplen, y este parece ser bueno, pero a la vez dañino.

Nada más pararme en la puerta escucho a Jake y Henry pelearse a muerta por décima vez en clase. Sigo sin entender porque a nadie de mi salón se ha dado cuenta de la tensión sexual que hay entre ambos. Debes estar ciego como para no percibirla.

Esperen.

¡Estoy hablando como Halsey y Daniel unidos! Leerlos y hablar con ellos casi a diario no me está haciendo bien a mi salud mental.

Una sombra se apega a mi espalda y susurra: —¿Por qué has llegado tarde, Natalia? —un respingo de mi parte asusta también al castaño/rubio que se separa de mí como resorte.

Sus obres doradas pidieron clemencia. Aún no ha llegado el asiático y por la forma que me mira y escucha otras palabras malsonantes de adelante supongo que soportarlos ha sido un verdadero desafío.

—Digamos que he tenido un percance—me mira perspicaz, analizando cada pedazo de mi rostro ¡No mires mis ojos! ¡no los mires! Y claro, que los mira, arrugando su frente.

—Has estado llorando—no suena a pregunta, sino a afirmación.

Me ha cachado con las manos en la masa. Describe tan bien cada reacción y gesto de sus personajes que es imposible no averiguar el motivo de mi llanto y desesperación y a la vez me dan ganas de abrazarlo y ahorcarlo después.

—Me encanta escribir sobre peleas entre chicos, pero soportarlos a estos dos más allá de mis limites—me toma de sorpresa que me hable con tanta ligereza de sus problemas como si ya fuéramos amigos, cuando lo chantajee para que escribiera conmigo. Se seca el sudor de la frente con el dorso de la mano.

—Me lo imagino.

Un silencio anonado nos invade ¿cómo sigues conversando sino tienes otro tema? ¿le pregunto sobre su color favorito? Ahora analizando, es demasiado tonto. Nunca he sido buena entablando conversaciones, no por ser tímida, ya que no me considero eso en absoluto, más bien me falta confiar plenamente en la gente y ser yo misma.

Me mira y mira sin quitar su mirada sobre en mí, quema demasiado que bajo la mirada en mis pies... ¡tengo una mariquita! Dicen que es de buena suerte.

—¿Otra vez esos dos peleando? Me va a dar jaqueca si siguen así. Arruinan el bello paisaje juvenil—el brazo de James cae encima de mis hombros, aspiro su aroma ruidosamente y le pico.



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En el texto hay: amor, internet, escritores

Editado: 04.04.2018

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