Miércoles, seis de la mañana y la alarma de mi móvil vuelve a sonar. Hago el mismo ritual de cada día, voy al baño; hago pis; me lavo la cara y los dientes y me peino. Al salir vuelvo a encontrarme a Takeshi haciendo el desayuno en la cocina. Esta vez no he podido evitar fijar mi mirada en su espalda y él se ha dado cuenta.
-¿Ves algo que te guste? –me pregunta en tono sensual.
-¿Qué? ¡No! –balbuceo- Me fijaba en los tatuajes que llevas... -advierto un tigre y unas letras japonesas dibujadas en su cuerpo.
Pero Takeshi no contesta y sigue cocinando, hasta que lleva la comida a la mesa y volvemos a sentarnos para desayunar. Sopa de fideos con verduras y carne. Sabroso como siempre. Yo limpio el desastre y me visto, mientras él se mete en el baño a arreglarse. A las siete salimos directos a la Universidad.
Intercepto a Celia antes de entrar en clase y después de despedirme de mi tutor de japonés. Quiero contarle antes que se sepa en el campus, que Takeshi va a anunciar que nos conocíamos de antes; que somos novios y que estamos comprometidos. Yo le cuento la verdad a ella, no quiero que entre nosotras haya ningún malentendido.
-Esto cada vez se enreda más Violeta… –me dice mi amiga- ¿Y qué pasa con Jairo?
De nuevo la pregunta que yo le hice a Takeshi.
-Te gusta Jairo, ¿verdad? Y estoy segura que a él también le gustas. ¿Cómo vas a desaprovechar eso por aprender más japonés con un tipo que seguro esconde algo?
-Bueno, no te preocupes. Si veo que esto se complica sólo un poco más, rompo nuestro trato. No sería la primera pareja comprometida que ha roto antes de la boda, ¿no? –digo guiñando un ojo a Celia.
Acabamos riéndonos, pero en mi interior la duda empieza a sembrarse. Celia tiene razón. ¿Qué demonios estoy haciendo?
A las ocho de la mañana Ken empieza a enseñarnos los sinogramas kanji. Es como pasar del pañal al gateo. A ver cuando empezamos a correr en japonés… A las diez Yoko empieza con sus dos primeras clases, Diseño editorial y Comunicación corporativa, y Edición y Postproducción audiovisual.
Durante la hora del comedor se desencadena todo. El rumor ha corrido como la pólvora y todo el mundo me mira al pasar. Mis compañeros me interrogan y veo a Jairo serio y distante conmigo, pero no le culpo. El problema es que no puedo esperar que cuando todo esto termine, pueda conocerle más aunque sea en España. La vida me sigue alejando y posponiendo de este tipo de situaciones.
Ya en la mesa Takeshi se acerca a mí y me habla al oído.
-¿Qué tal va la mañana? –me dice- ¿Algún problema desde que se sabe lo “nuestro”?
-Si lo de pasar desapercibida fuese algo malo, digamos que mi mañana estaría yendo genial –le digo con ironía y algo de rabia.
-Hablamos luego.
Y se va. Se sienta con más japoneses en otra mesa a comer y yo vuelvo a ser el centro de atención de todas las miradas, tanto rasgadas como no.
Continuamos las clases de Taller de proyectos audiovisuales y Social Media con Yoko. El día se está yendo rápido. Al terminar y antes de llegar a la salida, un grupo de chicas japonesas detienen mi paso en el pasillo y empiezan a hablar entre sí. Como no las entiendo, intento salir del círculo donde me han arrinconado, pero sin demasiado éxito. Por el lenguaje corporal de todas, y sobre todo de una de ellas, es evidente que estoy en verdaderos problemas, pero no me imagino el motivo, hasta que veo cómo Takeshi me pasa el brazo por encima del hombro y me aproxima a él.
-¿Este es uno de los problemas a los que te referías antes? –le digo mientras finjo una sonrisa y hablo entre dientes como si alguien fuese a entenderme.
-Aja…
Veo como las chicas dejan de poner sus caras de matonas, para tornarlas dulces y esponjosas como bolitas de algodón en presencia de mi tutor, y veo cómo todas ellas hablan con él, emitiendo unos tonos y unas risitas que me dan ganas de vomitar.
-Cuando termines con tu club de admiradoras búscame. Voy a hablar con Jairo –le digo.
No sé porqué ha sonado a despecho, ¿verdad? Pero no, bueno o sí, no sé. Lo que me da rabia es que yo haya perdido mi oportunidad con Jairo y él se pavonea frente a ese grupo de hienas carroñeras.
-¡Ni lo sueñes! –me dice mientras me agarra de la mano cual pareja enamorada- Tú y yo volvemos juntos a casa ahora mismo.
Le miro con furia y reproche. Mis ojos occidentales se empequeñecen, pero parece que a él no le asusta mi indirecta.
-¡Vamos mi pequeña Sumire!
Ahora mismo lo mataría…
Llegamos a casa y Aneko nos recibe con una taza de té caliente en el jardín. Parece que esta mujer está empezando a romper su coraza externa. Con ella siempre me tranquilizo, no tengo idea del porqué y esta vez Takeshi se une a nosotras.
-¿Qué es ese olor dulce y fresco?
-Creo que te refieres a la flor del cerezo.
-¿Cómo se dice en japonés?
-Sakura, igual que mi prometida.
-¿La conoces? –le pregunto.
-Sólo de vista.
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Editado: 31.05.2022