El poblado de los corbes se encuentra revuelto, todos van de un lado al otro preparando las cosas que llevaran. Nos encontramos esperando a que tengan todo listo para que ellos marchen al poblado amartista. Devan, Auroc y yo seguiremos viajando, buscando más aliados.
Camino entre los árboles, alejándome poco a poco del poblado y de todas las personas. Subo una pequeña colina hasta llegar al castillo en ruinas. Los recuerdos me abruman, no mentiré, es la primera vez en estrellas que vuelvo a este lugar.
Recorro las escaleras de la entrada e ingreso al salón principal que anteriormente estaba lleno de brillo y cosas costosas, ahora se encuentra llena de polvo, le falta una pared y carece completamente de techo.
Me quito los guantes de metal adornados con largas uñas negras y los dejo sobre un pequeño montículo de piedras. Coloco una mano en un pilar, sintiendo la fría piedra.
—¡Corran! —grita el hombre con capa. Una gran corona adorna su cabeza, demostrando su poder— ¡Corran!
Sus servidores se asombran por sus gritos desesperados, jamás lo habían visto perder la compostura de esa manera pero al ver el humo comenzar a esparcirse por el lugar lo entienden todo, ya nada podrá salvarlos. Lo que el rey mantenía prisionero en las mazmorras se ha liberado y ahora va por la sangre de todo aquel que se cruce en su camino.
Entre las llamas se alza una figura que camina a paso decidido hacia el rey.
Su cabello negro se encuentra pegado a su rostro que posee algunas manchas de ceniza y algunas gotas de sangre. Sus ojos dorados parecen tener la capacidad de asesinar a todos con una sola mirada.
—¡No, por favor! —grita el rey cuando la mujer llega a sus pies.
Me sobresalto al oír unos pasos detrás de mí, quito la mano del pilar y observo a Devan acercarse.
—Lo siento, no quise asustarte —dice con una pequeña sonrisa.
Niego con la cabeza y comienzo a caminar por uno de los pasillos siendo acompañada por él. Nos detenemos frente a una pared en donde cuelga un gran cuadro algo quemado. Refleja a un hombre de ojos celestes y cabello rubio, con una primera mirada uno creería que es un hombre hermoso pero al prestar mayor atención, se logra percibir su expresión macabra, sus ojos turbios.
—Da algo de miedo, ¿no crees?
—Dicen que en persona daba más miedo.
Devan se queda observando el retrato atentamente. Me sorprende que fueron pocos los segundos que necesitó de observar el rostro del rey para darse cuenta del temor que este infundia.
—¿Él hizo esto? —cuestiona, observando el castillo en ruinas.
—Sus acciones, de alguna forma.
Paso las manos por mi ropa, secando el sudor. Este lugar me da una mala sensación, el ambiente está repleto de una mala vibra. Cargado de horror.
—¿A qué te refieres?
—¿Alguna vez oíste la leyenda de Dinor?
Caminamos algunos pasos hasta encontrar una escalera hecha de piedra que, sorprendentemente, se encuentra casi intacta. Subimos los escalones y llegamos a una pequeña estancia llena de escombros, algunos de ellos bloquean la entrada a uno de los pasillos.
—El reino de Dinor estaba en su mejor momento, los habitantes del castillo y los alrededores vivían una vida plena y su economía se destacaba por sus excelentes comercios. Todo iba de maravilla hasta que un día un grupo de amartistas atacaron y lo destruyeron todo. Le quitaron la vida a todo aquel que habitaba el lugar, mujeres, niños, ancianos e incluso al rey. No hubo excepciones —toma un respiro y continúa—. El reino quedó deshabitado ya que nadie se atrevió a volver a allí y crear una nueva comunidad.Se dice que desde entonces, el reino está repleto de espíritus que vagan desamparados tras su trágica muerte.
Me es inevitable sonreir. Una sonrisa cargada de enojo.
—Esa es la versión que perduró en el tiempo entre los reinos humanos.
—¿Cuál es la otra? —pregunta Devan, sentándose contra unos escombros. Tomo asiento a su lado con un suspiro cargado de cansancio.
—El reino de Dinor tenía pocos habitantes, el rey, sus sirvientes y las familias de estos, eso es cierto. También lo es que tienen una gran economía a causa de sus comercios, pero, en la versión de los hechos que sabes, se omite que comerciaban. Vendían a los corbes, ellos eran los esclavos de esas épocas. Se los usaba para los trabajos pesados, para los que eran moralmente incorrectos. Un grupo de amartistas atacó al reino, es verdad pero…¿sabes por qué?
—No, ¿por qué?
—Las tenían secuestradas en las mazmorras, las torturaban. Aquí descubrieron que la mezcla de hierro y cuarzo nos hace daño. Lo hicieron a base de prueba y error. No lo hacían para obtener algo, era la diversión del rey. Un día, una de ellas pudo liberarse y allí comenzó todo. Lo destruyeron, estaban sedientas de venganza, sin embargo, no acabaron con todos. Dejaron con vida a los corbes, les permitieron crear su propia comunidad, vivir siendo libres.
—Incluso parece una historia completamente diferente.
—Siempre hay dos versiones de los hechos, Devan. Incluso, algunas veces, más.