El veneno de la dama

Capítulo dieciséis: La verdad es algo relativo

Ya no se que creer, que pensar. ¿Acaso todo a nuestro alrededor es una mentira que comienza a derrumbarse poco a poco? Creía que este conflicto era entre Melkor y las amartistas pero ahora, me doy cuenta que no es así, nunca lo fue. 

Somos todos contra Versa.

Versa contra todos nosotros.

En otra circunstancia diría que es una pelea injusta en donde los bandos se encuentran desiguales pero la presunta alianza de Versa con los presmas me hace querer correr lejos. Después de haber vivido tanto es una de las pocas veces en las que en verdad creo que la mayoría no saldrá con vida y que la victoria se encuentra demasiado lejos.

¿Cuántos de nosotros podremos decir que sobrevivimos a una guerra contra terribles bestias y guardias sumamente entrenados? Pocos, quizás ninguno.

—¿Porque mi hermana se uniría con los presmas? —me preguntó Devan anoche, cuando los mandinos recién llegados fueron instalados en algunas cabañas.

—El poder, la sed de grandeza. Supongo.

Mi respuesta lo pareció desconcertar por lo que me apresuré a continuar explicando mi opinión.

—Supongo que los que pensamos diferente a ella representamos un mayor peligro que unas bestias sanguinarias.

—Todo esto es mi culpa…

Se agachó de forma dramática, sosteniendo su cabeza entre las manos. Sentí algo de lástima hacia él, por su forma tan desahuciada de actuar.

—Siento que me perdí de algo…—dije acercándome— ¿Qué es tu culpa?

 —Que Versa sea así…esas ideas tan destructivas —negó con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Soy su hermano mayor, debí protegerla y evitar que pasara tanto tiempo con Melkor…él causó todo esto.

—Devan, si hay algo que aprendí en todas estas estrellas es que hay cosas que no podemos manejar ni prevenir. No somos responsables de todo lo malo que pase —coloqué una mano de forma cálida sobre su hombro—. No es tu culpa, no pudiste evitarlo.

Tras ello se marchó diciendo que se iría a dormir, algunos minutos después decidí hacer lo mismo y comencé a dirigirme hacia mi cabaña cuando lo vi ingresando al hogar de Kai. Ambos tenían una sonrisa tonta y cuando ya no se encontraban fuera, no fui capaz de aguantar y corrí a contarle todo lo que había visto a Yennefer.

—Me alegra  por ellos, la verdad.

No le contesté.  Dudosa de expresar mis preocupaciones e inseguridades respecto al acercamiento de esos dos.

—¿No te alegras? —me cuestionó unos segundos después.

—¿Y si se hacen daño? —pregunté algo insegura con la mirada clavada en las cicatrices de mis manos—. No quiero que sufran.

—Amor, todos sufrimos alguna vez por amor. No puedes evitarlo —se metió dentro de la cama luego de cepillar su corto cabello—, déjalos. Creo que hacen una bonita pareja.

Amor, ¿cómo puede estar tan segura de que es amor? Son jóvenes y por más que suene cruel, pertenecen a mundos diferentes. Devan es el heredero al trono, Kai es una amartista y siempre lo será. Además, ¿qué pasará cuando él envejezca y el tiempo se haya estancado en Kai?

De todas formas, creo que es un poco extremista preocuparme por eso ahora. 

—Si, lo hacen —me limité a contestar.

Ahora caminamos por el bosque en completo silencio, controlando siempre el lugar. Atentas en oír todo para asegurarnos de no sufrir ningún ataque.

—Mira eso —susurra mientras señala delante nuestro. Nos escondemos detrás de un árbol.

Un presma está devorando a una persona y cuando acaba con su vida, deja caer el cuerpo y se marcha sin más. Se mueve de una forma tan delicada que parece levitar sobre el suelo, quién pensaría que una criatura que se desplaza tan mágicamente sería tan terrible y maligna.

Cuando el presma ya se ha alejado nos acercamos despacio hasta el cadáver. Los huesos de su rostro se encuentran marcados, las mejillas hundidas. Tiene la boca abierta, como si estuviera gritando, y los ojos casi se salen de sus órbitas.

—Pobre hombre…

Yenn sigue hablando pero no le presto atención, me centro en una pequeña insignia ubicada en el lado derecho del pecho. Una espada dorada rodeada por una serpiente.

—Esta es la insignia de la que hablaba Devan —la interrumpo.

Antes de marcharnos, decidimos enterrar al hombre y de forma apresurada colocamos encima de la tierra una estructura hecha de palos con forma de estrella.

Decido llevarme la insignia y en cuanto llegamos al lado oscuro no dudo en dirigirme hacia Hell. Al encontrarla, extiendo la mano y le tiendo el pequeño objeto.

—Darya…¿que? —intenta cuestionarme, tiene una expresión sorprendida y algo asustada.

—Dinos la verdad, Hell —Yenn se encuentra a mi lado y la observa atenta—. ¿Qué está ocurriendo?

—No sé de qué hablas —responde fingiendo desconcierto.

—Claro que sabes —prácticamente le grita Yenn—. El reino está buscando a un grupo que le causa problemas y acabamos de ver a un presma matar al hombre que llevaba esa insignia.



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En el texto hay: fantasia amor aventura

Editado: 17.10.2022

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