Han pasado algunos días desde que Hell nos confirmó que ellos son la revolución que amenaza al reinado de Versa. Desde entonces estamos más atentos a todo lo que ocurre, intentamos estar al tanto de la situación que se vive en el centro del reino.
Todo se siente extremadamente real ahora, ya no es una disputa por ideales, es una guerra que se acerca a paso veloz.
Cuando regresamos con Yennefer, el sol se había ocultado y pocos recorrían el lugar. La mayoría ya se encuentra en sus hogares preparándose para dormir después de un día agotador.
—Adelántate —le dije a Yenn, la llevaba abrazada de la cintura—, iré a hablar con Devan.
—Bien, te veo luego.
Se marchó y yo me dirigí a la zona en la que está ubicada la cabaña del príncipe. El cielo se encontraba despejado, lo que permitía ver cada una de las estrellas que alumbran nuestras noches. Soplaba un tenue viento que revolvía mi cabello y lo quité de mi rostro bruscamente cuando algunos mechones se metieron en mi boca.
Golpee la puerta de madera. Una, dos, tres veces. Creí que no se encontraba allí o que quizás ya estaba durmiendo por lo que me dispuse a regresar a mi cabaña cuando la puerta se abrió a mi espalda. Lo supe por la luz que se reflejó frente a mi.
Giré y lo ví apoyado contra el marco de la puerta, aún llevaba la ropa que usó durante el día.
—Devan, ¿puedo hablar contigo?
—Si —respondió algo desconcertado—, si, claro.
Al ingresar me encontré a Kai parada en uno de los pasillos. Sus mejillas se sonrojaron al verme y sonrió tímidamente. Vergüenza, fue el sentimiento que más sobresalía de ella.
—Me iré a mi cabaña para que puedan hablar.
—Puedes quedarte, si quieres.
No sé porque dije aquello, quizás fue un intento de verlos juntos, su manera de actuar cuando están alrededor del otro.
—No, está bien —contestó ella—. Los veo mañana.
Tras ello, se marchó y Devan cerró la puerta pero se quedó a un lado de la ventana observándola hasta que se perdió entre la oscuridad del camino.
—Te gusta —dije convencida—. En verdad lo hace.
Frunció su ceño mientras me miraba y negó con la cabeza, apartándose de la ventana y sentándose en una silla frente a mi.
—No, no sé de qué hablas.
Sonreí, un poco enternecida por su patético intento de negar algo sumamente obvio. Entonces, decidí contarle algo que pocas personas saben de mi en la actualidad.
—¿Te cuento un secreto?
—Si, claro —dijo con sumo interés—. No se lo diré a nadie, lo prometo.
—Sabes que las amartistas adquieren habilidades con el paso del tiempo —no le pregunté, más bien aseguré.
—Si, tú eres la que más tiene porque eres…
—No me digas vieja —lo interrumpí.
—No iba a decir vieja —su tono de voz y el movimiento nervioso de sus ojos lo delató en su mentira.
—Bueno, la cosa es que hace alrededor de una estrella desarrollé una nueva habilidad —dije—. Puedo ver el interior de las personas, no literalmente pero si de una forma…espiritual. Es por eso que supe que no podía hacer nada por Melkor y Versa, ambos estaban llenos de maldad. En cambio tu y tu madre eran todo lo contrario —proseguí—, por eso te sané. Además…hace poco tiempo desarrollé otra, de alguna forma soy capaz de sentir las emociones más fuertes de las personas —alzó las cejas en forma de sorpresa—, por eso se que te gusta. No puedes mentirme, no con eso.
—Estoy realmente sorprendido —dijo con una pequeña sonrisa—. Está bien, es verdad.
Sonreí en mi interior, contenta de que él me confiara aquello. Podría haberme mentido, decirme que eso no es verdad por más que yo lo negara.
—Hay…¿hay algún problema con ello?
—No mientras ambos sepan lo que eso conlleva.
—Lo sabemos, tranquila.
Realmente me alegra que ellos estén juntos, Kai es una gran chica y por más que me haya costado aceptarlo, Devan también lo es.
—De todas formas, no venía a eso —dije retomando el motivo inicial de mi visita—. Es respecto al grupo rebelde, tenías razón.
—¿La tenía?
—Si, el grupo del que hablaba Versa son las personas del lado oscuro del reino —hice una mueca con los labios—. No quieren a Versa en el trono.
—Bueno…espero que vayan con cuidado, es peligroso.
Ahora todos en el poblado estamos entrenando, algunas amartistas con sus habilidades, otros con armas y algunos pocos, enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
Alzo mi espada y la lanzo a mi atacante quien la detiene ferozmente con un látigo. Llevamos horas entrenando sin parar ya que todos nos encontramos algo alterados por los acontecimientos que están sucediendo y lo que podría ocurrir en poco tiempo.
Últimamente los presmas se han ido acercando más y más a nuestros límites de la barrera y eso no ha hecho más que alertarnos. Además, cada vez vemos más humo provenir del reino lo que significa que las cosas allí tampoco están mejorando.