El veneno de la dama

Capítulo diecinueve: Como si fuera el último suspiro

Los siguientes acontecimientos parecen transcurrir en cámara lenta. Yenn se coloca el casco e imito su acción, Devan le susurra algo a Kai y no soy capaz de ver su reacción ya que cuando termino de acomodarme el casco, giro y comienzo a correr en dirección a las tropas del reino.

—¡Al ataque!

Algunos gritos se oyen a mi espalda, por un momento quiero girar y decirles que no pierdan las esperanzas, que luchen con todas sus fuerzas pero ya es tarde para eso, cruzamos la barrera y los primeros golpes toman desprevenidos a nuestros atacantes. No pudieron vernos venir.

Mi espada choca con la de un soldado, no quiero luchar contra él. Puedo ver la tristeza reflejada en sus ojos. Solo es un hombre luchando por las ideas de alguien, no por las suyas. Por más que sienta lástima hacia él no puedo bajar el arma, me ataca ferozmente y en un certero movimiento corto su garganta. Cae de rodillas al suelo y luego se desploma por completo.

Un poco más alejado, veo a un corbe ser asesinado por un presma. A su lado, una mujer atraviesa a la bestia con una ballesta. 

Continuó recorriendo el lugar, presmas y soldados se enfrentan a mi y no me enorgullece decir que ninguno logra salir con vida. En algunas ocasiones, cuando lo veo necesario, utilizar mis habilidades para defenderme. No quiero usarlas demasiado para no debilitarme muy rápido.

Un gigantesco presma se interpone en mi camino, el temor se esparce por mi cuerpo rápidamente. Intenta absorber mi vida pero la armadura se lo dificulta por lo que dejo de perder tiempo y le corto la cabeza. Cae y rueda algunos metros, en mi momento de distracción un soldado golpea mi espalda fuertemente provocandome un ensordecedor dolor por el impacto más ninguna herida es hecha en mi cuerpo.

—¡Son demasiados! —grita Yenn a un lado de mi, no la había visto hasta que habló.

—Podemos con ellos, no te preocupes.

Intento sonar convincente y en estos momentos, agradezco llevar mi casco ya que le impide ver las lágrimas correr por mis mejillas. Cada vez que volteo, cualquier sea la dirección en la que mire, veo cadáveres desperdigados por el suelo y me dan ganas de gritar, pedir que todo esto se detenga.

Nunca me había ocurrido esto, en todas las batallas que he estado jamás derrame lágrimas pero esta vez algo es diferente pero no logro identificarlo.

—Todo esto es culpa de ustedes —un grupo de guardias nos rodean. No se si saben quienes somos o si solo lo dicen porque nos identifican como amartistas.

Me tiemblan las manos cuando me pongo espalda con espalda con Yenn. Uno de los hombres blandea su espada contra mi y lo detengo rápidamente. Yennefer lucha con otro a mi lado y poco a poco, los guardias restantes se van uniendo a la lucha. 

Nos encontramos en condiciones desiguales, ellos son cinco y nosotras solo dos. Pero los que se encuentran en desventaja son ellos, basta un movimiento de la mano de Yenn para que sus cuellos se rompan y caigan sin vida.

—En verdad no quería hacerlo…

—Lo sé, cariño —le digo—. Eran ellos o nosotras, nada de esto es personal.

Asiente con la cabeza y a pesar de no poder ver su rostro, se que el dolor está reflejado en él. Nadie aquí quiere esto.

Veo a Devan acercarse corriendo, lleva la espada en una de las manos y con la otra se sostiene la cabeza, un hilillo de sangre cae por un lado de ella. En el camino choca con un soldado del reino que escapa de un corbe. El joven observa asustado al príncipe y continúa corriendo.

—¿Estás bien? —le pregunto cuando llega a mi lado.

—Perfectamente —el sarcasmo se filtra en su tono.

Tiene los ojos brillosos y unas leves ojeras bajo estos. Observo la herida de su cabeza y rápidamente, me quito uno de los guantes para sanarlo. Poco a poco, la abertura en su piel comienza a cerrarse hasta desaparecer dejando como único recordatorio a la sangre.

Vuelvo a colocarme el guante luego, no sin antes observar algunas manchitas de la sangre del príncipe.

—Gracias.

—No cuesta nada —digo con un suspiro. 

Parece que hemos sido cubiertos por una manta y ninguno de nuestros enemigos es capaz de vernos. Desde que comenzó esto, es la primera vez que no me estoy enfrentando a nadie.

—¿Has visto a Versa? —cuestiona observando de un lado al otro.

—No, por ningún lado.

—Es increíble —veo el enojo en su rostro—, todo esto es por ella y ni siquiera está aquí. 

—Segura está escondida en el castillo.

Después de mis palabras, una oleada de sentimientos destila de él. Enojo, tristeza, temor, determinamiento. Intento ignorar todo lo que siento, lo que sienten los demás porque es sumamente abrumador y si me centro en ello, no seré capaz de defenderme correctamente.

—Iré por ella.

—No creo que sea conveniente, Devan —intento, quiero que cambie de opinión.

—Hablaré con ella, la haré cambiar de opinión.

Comprendo que por mas que intente no lograré hacer que cambie de idea. Suspiro, debatiendo si estoy segura de lo que diré.



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Editado: 17.10.2022

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