El virus de la muerte

Capítulo III: Un pasado sangriento

En la misma tarde en la que se presentó la reunión entre el científico y Funsiztik, algo los estaba vigilando durante todo ese tiempo: un ser altamente poderoso, un ser que los llevaba meses vigilando sin que lo perciban, un ser creado por ellos mismos. Su principal poder es la de la invisibilidad. El tipo puede entrar en donde él quiera usando esa habilidad y llevarse lo que sea. Cuando se enteró de lo que estaban por hacer estos dos sujetos, decidió detenerlos.

Funsiztik ya se iba. Saludó al científico dándole la mano y lo felicitó por el trabajo que había realizado. En ese entonces no se dieron cuenta, pero el tipo invisible ya estaba agarrando el virus para llevárselo. Al tomarla, no se percató de que se activaron segundos antes el sensor de movimientos para que nadie más pudiera agarrar el virus. Sonó en un instante la alarma y se empezó a cerrar todo el lugar de manera automática.

—¡¿Qué pasa?! —pregunta el empresario mirando por todos lados.

—Alguien movió el virus de su lugar —le responde Marcos. Se dirigen otra vez hacia el laboratorio y ven que no está el virus.

—¿Crees que fue él?— Le pregunta Funsiztik.

—Sí. Estoy seguro de que fue él... y está acá, entre nosotros – Todos miran por todos lados – ¡Mostrate maricón!... ¡Sabemos que estás acá!— Grita el científico, pasan tres segundos y el monstruo aparece atrás de él con una daga en la espalda.

—Acá estoy pelotudo –le responde. Su apariencia es una mezcla entre animal y humano. Desde el abdomen para arriba casi todo es humano, uno de sus ojos es como de camaleón y el otro normal, con unos dientes puntiagudos como si fueran las de un tiburón, pero del tamaño de su boca, sus piernas no se pueden ver por su vestimenta pero sus pies sí por ser la apariencia de una cabra.

Marcos no sabe qué hacer y se queda quieto en donde está. El guardaespaldas de Funsiztik, al ver eso, saca su pistola de 9 milímetros de su cintura y los apunta – ¡Bajálo o lo mato! —le grita el semi-humano. El guardaespaldas lo mira a Funsiztik para saber qué hacer y el jefe no tiene otra opción que decirle...

—Bajálo... —baja el arma al suelo y da unos pasos hacia atrás.

—Bien... ahora quiero que abran las puertas – Les ordena el monstruo. Todos quedan mirándose uno con el otro, pensando si lo hacen o no – ¡Ahora! —grita mientras acerca su daga en el cuello del científico como para degollarlo si no lo hacen.

—Háganlo —dice Marcos con algo de miedo. Funsiztik se acerca a la puerta de la salida lentamente y luego inserta el código para abrir en un aparato instalado al lado derecho de la puerta. Confirma el código y se abre todo de vuelta. La alarma deja de sonar.

—Bien... ahora no quiero que nadie nos siga, ¿entendido?— Les dice el sujeto invisible.

—Bien— Le responde Funsiztik. El monstruo obliga a Marcos a irse con él hasta salir del lugar. Al estar afuera le acerca su daga en la cara.

—Esta cosa ya no es de ustedes, no traten de buscarla— Le dice el monstruo y luego le provoca un corte en el cachete mientras lo empuja al suelo. Al caer, se levanta lo más rápido que puede y agarrándose la cara mira hacia adelante. El tipo invisible ya había desaparecido para ese entonces.

—¡¡¡Te vamos a atrapar... y cuando eso pase, yo mismo te voy a matar!!!— Le grita Marcos.

El nombre de este sujeto es raro como él mismo, Capibra. Así es, le pusieron así por los tres animales que utilizaron para crearlo: las primeras dos  letras por el Camaleón, las dos que siguen por la Piraña y las últimas tres por la Cabra. Aunque científicamente es considerado como sujeto A1 del experimento F1. En su antigua vida era un agente de la Interpol, el mejor en su clase, su habilidad con las armas era perfecta.

Pero un día, en una misión, le sucedió algo: perseguía a un poderoso traficante de drogas multimillonario que vendía sus productos a más de veinte países. Apareció una noche en su mansión que tiene cerca de la ciudad tratando de atraparlo él sólo. Luego de casi media hora de pura acción y tiroteo contra los guardias del traficante, terminó siendo atrapado.

Lo llevaron a un sótano oscuro, lo ataron a una mesa, le quitaron toda su ropa y lo torturaron por varias horas. Empezaron con una pinza, quitándole cada una de las uñas de sus pies y cada uno de sus dientes. Le arrancaron un ojo. Hasta le cortaron los testículos sin piedad con una tijera que no tenía ni filo. Luego agarraron una motosierra y quisieron terminar de torturarlo partiéndolo por la mitad, lo cortaron con esa máquina lenta y sangrientamente mientras él, aún consciente, gritaba de dolor.

Luego de eso lo tiraron en el basurero. Al día siguiente, los propios recolectores de basura descubrieron su cuerpo en la bolsa. Llamaron a la policía, pero ni los propios oficiales querían hacerse cargo, ya que este traficante tenía comprado casi todas las comisarías del país. Ahí fue donde el científico Marcos lo encontró. Iba pasando por ahí, vio su cuerpo y pensó que él podría ser el sujeto perfecto para un nuevo proyecto que tenía ideado realizar desde meses atrás.

La finalidad de su proyecto consistía en revivir el estudio de uno de los personajes de su libro preferido, la de la clásica historia del siglo XIX, titulada "Frankenstein", en la cual se relata cómo un científico diseñaba la vida a un ser creado a partir de diversas partes de cadáveres. Se lo comunicó a Funsiztik ese mismo día y le solicitó que le llevara el cuerpo para poder examinarlo. El empresario lo hizo sin dificultades y al llevarlo al laboratorio descubrieron que su cerebro todavía funcionaba. El sujeto o, por lo menos su cerebro, aún no había muerto.



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En el texto hay: fantasia, zombies, zombies inteligentes

Editado: 04.06.2024

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