El virus de la muerte

Capítulo IV: Dragón First

La noche está silenciosa en toda la ciudad, la mayoría de las personas antes de las nueve de la noche ya se encierran en sus casas y se preparan para dormir. Pero estos sujetos no, recién se estaban preparando para comenzar a hacer sus trabajos, caminaron entre las oscuridades mientras apuntaban sus armas buscando el objetivo.

Usan unos trajes oscuros muy especiales, tienen unas máscaras que les cubre toda la cabeza con antiparras con visión nocturna en los ojos. Parecen militares o uno de esos agentes ultra secretos de algún gobierno, aunque no lo son, ya que en cada traje se puede observar perfectamente el logo de una de las empresas más conocidas de Funsiztik que justamente se llama así, "Empresas Funsiztik".

Estos son mejores que los militares, únicos en el mundo, entrenados para matar, para torturar incluso si es necesario cuando alguien no les dice lo que quieren saber. Fueron enviados los más experimentados para esta misión, el objetivo se dió cuenta de que ellos estaban ahí, pero de todas formas, no intentó escaparse y se quedó en su lugar.

Los agentes siguen acercándose al objetivo mientras apuntan sus armas en todos lados. Hasta que encuentran dicho objetivo, se encuentra sentado en el suelo de espaldas a ellos y sin hacer ni un movimiento. El lugar está oscuro pero se puede observar perfectamente que están dentro de una cueva, y el objetivo al que buscaban es Sebastián.

Lo rodean mientras siguen apuntándole con sus armas...

—¿Dónde está el virus?, sólo eso queremos y luego nos vamos a ir— Le dice uno de los agentes.

—...Jeje... ambos sabemos que eso no es cierto— responde Sebastián.

—¿Qué cosa no es cierto?— Le pregunta el agente.

—Te conocí hace casi más de dos años Julián, mientras me hacían los experimentos vos entrenabas conmigo, ¿creés que no sé que vos estás transmitiendo esto en vivo para que él lo vea?, sé que no te enviaron sólo para que recuperes el virus sino para que después de eso, me mates— Le responde.

—Dame el virus— Le dice Julián mientras le sigue apuntando al igual que sus compañeros con sus armas y mientras él sigue sentado en el suelo sin mover ni un músculo.

—Jaja... jajajaja.... jajajajajajajaja...— Se ríe pausada y sarcásticamente Sebastián.

—¿Qué es lo gracioso?— Le pregunta Julián. Sebastián se vuelve a callar y se quedan todos en sus lugares en silencio...

De pronto se hace invisible Sebastián.

—¡Fuego!— Grita Julián y empiezan a disparar con sus ametralladoras hacia el mismo lugar durante más de diez segundos. Pero como la bala sólo impacta en las rocas les vuelve a dar Julián la orden de parar.

—Jejeje... aún son muy lentos para esto— Les dice entre las oscuridades Sebastián. Todos empiezan a apuntar sus armas en donde escucharon su voz y lentamente se acercan.

De repente uno de los agentes vuela varios metros mientras empieza a gritar y luego choca contra una de las paredes y después cae al suelo ya con una herida profunda en el abdomen que le hizo Sebastián al golpearlo. De pronto sucede lo mismo con otro de los agentes que iba hacia otra dirección.

—Juntense... ¡Ahora! – Les dice Julián al resto que queda. Todos se juntan y se empiezan a cubrir la espalda uno con el otro, se quedan así durante varios segundos hasta que otro de los agentes es agarrado de los pies y es arrastrado hacia el fondo de la cueva, todos apuntan hacia esa cosa que lo estaba arrastrando pero como es invisible no le dieron cuando decidieron disparar otra vez – ¡Fuego, fuego, fuego!—.

Las balas de esas ametralladoras que salían de a cinco por segundo todas impactaban contra las rocas lejos de Sebastián. Él se agachó para cubrirse atrás del agente que arrastraba y luego de que dejaran de disparar agarra a su víctima y lo tira sobre ellos y de seguido deja de hacerse invisible mientras corre contra los agentes y antes de que reaccionaran los empieza a golpear.

Golpea a esos agentes a diestra y siniestra, patadas por un lado y puños por el otro, pero surge algo. De repente siente como si fuera una carga eléctrica, pero ese no es el problema, el problema es que se quedó totalmente paralizado, desvía la mirada hacia su derecha y de repente ve que Julián tiene algo en su mano.

Es un aparato de unos diez centímetros cuadrados con dos antenas de más o menos cinco centímetros, con dos botones en el medio que uno es para encender y el otro para apagar, es muy chico pero demasiado letal, si un ser humano normal es tocado por eso moriría al instante, pero él solo se quedó paralizado. Se cae al suelo mientras lo sigue mirando a Julián, él se quita la máscara y le dice...

—Seba, por favor, o me decís dónde está el virus por las buenas... o por las malas— Sebastián por un momento ni puede hablar, veía casi todo borroso, pero se esforzó un poco para decirle...

—Ya es tarde... yo, no lo tengo—

—¿QUE? – Le pregunta mientras apoya su rodilla izquierda al suelo para acercarse más a él – ¡¿Dónde está el virus?! – Sebastián cierra los ojos –¡¿DECÍME DÓNDE ESTÁ EL VIRUS?!— Le grita pero él ya se había desmayado para ese momento....

 

 Mientras tanto, Jonathan toma otro trago de cerveza de su vaso mientras se ríe con sus amigos en el bar, todos están sentados rodeando una mesa para cinco, aunque eran seis en total. Hablaban sobre sus mejores anécdotas que pasaron cuando estaban en el colegio, ya a la mayoría se les notaba que estaban borrachos antes de la primera hora.



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En el texto hay: fantasia, zombies, zombies inteligentes

Editado: 04.06.2024

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