A medida que el tiempo pasaba las clases con Aiden se volvían más complicadas, luego de la prueba de vuelo, Mia tuvo que enfrentarse a su otro miedo para activar el poder de sanación celestial, a diferencia de la primera, esa prueba fue más difícil y tardó una semana en reunir el valor para enfrentarse a una habitación llena de insectos, lo peor fue que estuvo ahí casi un día pero al final notó que no era tan malo como imaginaba y de manera mágica todas las picadas que obtuvo en aquel sitio se curaron por sí solas.
Luego de dominar por completo volar y poder curarse no solo a ella sino a los demás, llegó la tercera prueba y para su suerte no había que enfrentar ningún miedo, conseguir que las personas le dijeran la verdad se aprendía con práctica y solo se consigue si tus intenciones en conocerla son sinceras, en el pasado ella ya había usado sus poderes para obtener algunas confesiones de compañeros de clases que a menudo la molestaban por querer mantenerse aislada, por ello al menos en esa prueba tenía un poco de práctica.
La mayor parte del día la pasaba con Aiden quién terminó siendo su profesor permanente, tenía que admitir que al final no resultó ser tan malo y hasta lo consideraba un amigo, Selafiel le enseñaba defensa personal una que otra vez por semana.
Su padre solo se dedicaba a explicarle las leyendas no solo de los ángeles sino también del reino de Ganondorf, ese era sin duda su momento favorito del día porque a través de esas historias podía imaginarse el lugar donde vivió su madre y aunque no lo confesaba en voz alta en el fondo esperaba poder conocer aquel maravilloso lugar.
De cierta forma se comenzó a sentir como en casa, por primera vez encajaba en un sitio y no tenía que fingir o temer relacionarse con las personas de su entorno porque tarde o temprano huiría. Poco a poco se adaptaba a su nueva vida y a esta nueva versión de sí, le gustaba descubrir sus límites y sentir esa sensación que la atrapaba cada vez que descubría que era capaz de usar un poder nuevo.
Hasta el momento de su mitad regium solo podía controlar el poder del fuego, la falta de conocimiento sobre el entrenamiento de los de esa raza hacían casi imposible que pudiera avanzar para ser ella misma por completo. Su padre le había explicado en aquel sitio solo tenía una gota de su verdadero poder porque para ser activado tenía que cruzar la barrera que dividía ambos mundos.
Neahm le mostraba hechizos de magia que solo las banshee era capaz de hacer y aunque no la podía ayudar en mucho en cuánto su verdadera identidad, en secreto hacía posible que un murmullo casi imperceptible llegara a sus oídos con aquellos secretos prohibidos para otros seres del submundo. Lo que Mia desconocía es que la propia madre de Neahm le había pedido en su última carta que le transmitiera todo su conocimiento a la elegida porque en un futuro no muy lejano lo necesitaría.
Por primera vez era plenamente feliz y se encontraba en paz, amaba el lugar y la vibra que existía allí. El tiempo poco a poco empezó a pasar y las semanas se volvieron meses y sin darse cuenta aquellas personas de su alrededor se volvieron familia, pues ella aunque fuera a medias era una más de ellos.
Cuando llegó allí pensó que solo se encontraría con arcángeles pero su estancia le enseñó que hasta en ese mundo existía una jerarquía y que la mayoría de los seres que no se encontraban en el cielo ayudaban al mundo de los hombres interviniendo en sus vidas o incluso estaban los que no intervenían ni en los asuntos de dios o en los del hombre, esos eran los encargados de integrar aspectos espirituales y materiales de la creación.
Mia estaba maravillada con todo lo que le rodeaba, se sentía afortunada por poder conocer aquel maravilloso mundo que los humanos desconocían y que solo conocían en películas, libros o en alguna que otra leyenda.
Pero la verdad de todo aquello estaba frente a sus ojos, justamente aquel día había llegado una celebración que su padre le había contado miles de veces y sabía que ocurría una vez cada tres mil años. Aquel acontecimiento era único y ella estaba ahí para presenciarlo.
Una vez terminó su entrenamiento con Selafiel corrió a su habitación para prepararse apenas tenía una hora para bañarse y vestirse con un hermoso vestido confeccionado por Neahm, era de color azul largo y con mangas largas y cuello alto, cualquiera pensaría que era aburrido o demasiado formal, pero su verdadera belleza eran las piedras que tenía incrustadas y caían como gotas de lluvia sobre él, era espectacular y jamás en su vida había usado algo así, por primera vez se sintió una princesa de verdad.
Mia se trenzó el cabello y se puso unos zapatos de tacón de aguja no tan altos pero adecuados para la ocasión. Pasó las manos por la suave tela del vestido y apreció su reflejo en el espejo, realmente se encontraba hermosa.
Un sonido proveniente de la puerta la hizo volver a la realidad, caminó hacia ella para abrirla, pensó que su padre finalmente había llegado por ella para llevarla al salón donde se haría la celebración, pero al abrirla su sorpresa enorme por el ángel que se encontraba allí, parado con un traje que le encajaba a la perfección y combinaba curiosamente con su vestimenta.
—¿Aiden? —dijo sorprendida y confundida, ella trató de mirar a sus maravillosos ojos pero la vista se le iba y al final terminó captando cada detalle
—Mia —se detuvo como si pensara que decir pero al igual que ella, los ojos de él la recorrían quedándose con cada detalle —. Pensé que te gustaría llegar acompañada al Gran Salón y por ello he venido a buscarte —dijo mientras se tocaba el pelo y terminó haciendo un desastre en él