Como cada mañana Marissa se levantó al salir el sol, se puso uno de sus vestidos más bellos y se dirigió a la ciudad para visitar a su pueblo. Una costumbre que ella formó para así tener más cercanía con su pueblo, y poder ayudarlo en lo que realmente necesitaban. Como siempre Elijah la acompañaba, él y Tain eran como su sombra, pero aquella mañana faltaba la presencia del dragón, a pesar de eso ella sabía y sentía como contaba con apoyo en cada travesía.
Sonrío al ver a todos los habitantes prepararse para el próximo solsticio de primavera que llegaría en una semana. Aquella imagen quedaría grabada en sus recuerdos, porque sin duda el amor a su pueblo y el que este sentía hacia ella, era una de las razones que le habían dado la fuerza suficiente para vivir.
Caminó por los basares y tiendas saludando con una sonrisa a todos los que la reconocían, unos niños jugaban al fondo de una calle y se les acercó, tenían aspecto de no haberse bañado en días, se sorprendió porque a pesar de que existían personas con bajos recursos ninguno vivía en la calle, personalmente les había buscado un hogar.
—Hola—los saludó, una pequeña elfa y dos chicos regium la miraron sorprendidos, sin duda la habían reconocido
—Mi reina —dijo la más pequeña y se arrodilló, los niños la imitaron. Marissa se agachó y levantando el rostro de la elfa pudo observar un hermoso rostro a pesar de estar cubierto con hollín.
—Díganme porque se ven hechos un desastre —la ayudó a levantarse pero ella se quedó arrodillada para estar a la altura de la más pequeña.
—Nuestra casa sufrió un pequeño accidente —habló el varón que parecía ser el mayor
—¿Qué sucedió? —Pregunto la reina preocupada —Acaso vivían juntos
—Somos hermanos, majestad —dijo el otro chico, ellos no tenían conocimiento de lo que decían pero aquello era imposible o al menos era lo que dictaba la ley
—¿Dónde están vuestros padres? —Los elfos oscuros atacaron nuestro hogar y se los llevaron, nos escondimos pero huimos por temor a que regresaran por nosotros, todo estaba hecho un desastre —La niña dejo escapar un sollozo y una lágrima corrió por su mejilla. Solo eran unos niños asustados que no eran capaces de entender lo que sucedió. Los elfos oscuros son criaturas malignas que cazan a aquellos que incumplan nuestra más importante ley y los devoran. Definitivamente ellos habían tenido suerte de haber podido escapar, sintió un gran pesar por sus padres que seguramente ya estarían al otro lado, se sentía fatal por no poder castigar a los elfos oscuros pero eran de las pocas especies sobre las que ella no tenía poder o control.
—No se preocupen a partir de ahora no les volverá a faltar nada, Elijah es mi mano derecha —dijo señalándolo —. Los llevará a un lugar seguro donde no les faltará nada —todos sonrieron y le agradecieron, rápidamente comenzaron a recoger sus pocas pertenencias que se encontraban esparcidas sobre cajas donde seguramente habían estado viviendo.
La reina caminó hasta su consejero para hablarle muy bajito y no pudieran oírla.
—Dijiste que ya no habían más niños así
—Eso creí su alteza
—Llévalos al orfanato, que alguien se encargue de explicarles que no pueden ir por ahí diciendo lo que son, la ley existe por algo y si los descubren tendré que cumplirla aunque me duela —tuvo que tragar para poder hablar, odiaba esa ley, esa que ella misma había incumplido —dile a Aaliyah que los proteja y les dé una nueva identidad.
—Cómo ordene —Elijah vio como los niños estaban listos y tomando de la mano a la más pequeña, los guío a un camino oculto que los sacaría de la capital para llevarlos a la reina elfa, quien se encargaría de protegerlos.
Marissa quedó sola, continuó su recorrido y se sentía satisfecha por ver como todos estaban felices y no habían sospechado nada raro mientras estuvo ausente. Miró a la alta torre del palacio donde había un gran reloj y se dio cuenta que era hora de regresar.
Los guardias del salón del trono la recibieron con una reverencia, continuó su camino y se sorprendió al ver al príncipe esperándola, el solía dormir cada mañana hasta altas horas, tenerlo allí tan temprano era toda una sorpresa. No había duda de que algo se traía entre manos.
—Madre buenos días —dijo el príncipe con una sonrisa radiante, la reina se sorprendió por el cambio de actitud de su hijo luego de que ella ordenara la encarcelación de Meriel
—Buenos días —se le acercó y le dio un beso en su frente, le hizo un gesto en la mejilla y continúo su camino al trono —Me sorprende verte tan temprano, a que se debe esta sorpresa —lo miró arqueando una ceja, sabía que algo se traía entre manos.
—Nada especial, solo pensé que es hora de que me comience a comportar como el heredero —Aquello era raro pero ella decidió ignorarlo, no quería que el descubriera sus sospechas.
—Muy bien pensado —Marissa realmente deseaba y tenía la esperanza que su muerte, que se aproximaba no fuera en vano y su hijo consiguiera vencer la oscuridad que tenía dentro.
—¿Te gustaría desayunar juntos? —Sí definitivamente estaba planeando algo
—Solo tengo que atender un asunto y enseguida estoy contigo —Dustin hizo una reverencia, por pura formalidad y se dio la vuelta para irse pero antes de desaparecer dijo: