A la mañana siguiente me levanté más alegre y un poco entusiasta, así como ansiosa por ver a Thaleb, más no por el hecho de estar con él, sino porque al fin aclararía mis dudas y con ello me daría tranquilidad, o al menos éso esperaba.
Mientras desayunaba en silencio mi mirada iba hacia la ventana de la cocina que daba a la calle; hice la cortina a un lado antes de sentarme para poder observar el exterior y saber cuando él llegara.
Mi padres por su parte desayunaban en silencio al igual que yo; no había temas de conversación que sacar y sinceramente no tenía la menor intención de hacerlo, puesto que, aun no olvidaba lo que mi padre le hizo a mi madre, incluso cuando para él parecía que no hubiese ocurrido algo.
—¿Sucede algo, cariño? —me cuestionó mi madre al notar mi ansiedad.
Hice el plato a un lado y me levanté de la silla mirando el reloj en mi muñeca, percatándome de que ya se estaba haciendo tarde y Thaleb no se hallaba aquí.
—Nada, mamá —respondí segundos después; cogí mi plato y lo dejé en el fregadero, mirando nuevamente hacia la calle sin que hubiera el menor rastro de mi vecino.
Quizá no vendría.
Mi animo decayó un poco ante aquel repentino pensamiento que me encargué de alejar con una sacudida de mi cabeza.
Di la vuelta y fui corriendo a mi habitación para cepillar mis dientes; al entrar me dirigí a la ventana y la abrí, encontrándome con la sorpresa de que la ventana de Thaleb se hallaba cerrada.
Qué extraño.
Cerré la ventana y rápidamente lavé mis dientes dejando el cepillo dental a un lado al terminar; me di una mirada rápida en el espejo y solté un largo y profundo suspiro.
—¡Gian, nos vamos al trabajo, te vemos en la noche! —Gritó mi madre desde la planta baja.
—¡Sí mamá! —Le grité de vuelta.
Salí del baño y bajé con prisa las escaleras mientras oía la puerta de enfrente cerrarse; cogí mi mochila y di otra mirada rápida al reloj en mi muñeca. Si esperaba más tiempo a Thaleb llegaría tarde, así que decepcionada me dirigí al colegio.
Debí admitir que estuve tentada de ir a la casa de Thaleb y buscarlo, pero desistí; si no había venido debió ser por algo, quizá ni siquiera tenía algo que explicarme o decirme, quizá sólo era un mentiroso, quizá...
Negué decidida a no dedicarle un pensamiento más y me encaminé sobre la acera, saqué mi móvil y me coloqué los audífonos, sin embargo, antes de hacerlo percibí la presencia de Damon cerca.
Detuve mis pasos y volví el rostro hacia todas las direcciones, observando a la señora que llevaba su despensa en bolsas y apresurada se dirigía a casa, también a la madre que de la mano caminaba con su pequeño hacia el preescolar, pasando de largo de los chicos que al igual que yo iban al colegio sin encontrar a Damon entre ellos. Más su presencia no se desvanecía, él estaba aquí y quería entender cómo diablos podía saberlo y sentirlo de esta manera. Era una sensación que nunca experimenté, otra más que añadiría a la larga lista de cosas nuevas que me estaban sucediendo.
—Te han dejado sola —habló su voz a mi espalda.
Di un Respingo y me volví, encontrándome con Damon muy cerca de mí, más de lo que debería; mi pecho y el suyo chocaban y pude apreciar la frialdad que desprendía su piel incluso por encima de la ropa y pese a mantener un contacto con él casi nulo, puesto que, en cuanto reaccioné me aparté rápidamente como si él padeciera alguna enfermedad contagiosa.
—Damon —susurré. Entornó los ojos y me mostró su típica sonrisa ladeada, mientras que con un gesto displicente quitaba el cabello de su cara.
—Arel —dijo en respuesta. Odiaba que él me llamara así, despertaba el mismo sentimiento que me causaba mi padre al hacerlo.
—¿Qué es lo que quieres? —Espeté bruscamente. Él dio un paso al frente y cuando intenté retroceder en un rápido movimiento rodeó mi cintura con su brazo y me presionó contra su cuerpo mientras yo soltaba un jadeo.
Lo sentía tan frío, como si no fuese hecho de carne y hueso, sino de hielo, y lo peor era como si aquella frialdad que lo rodeaba se metiera bajo mi piel, moviéndose entre mis venas, sondeando en ellas buscando calmar o terminar con el fuego que vivía en mi interior y que aumentó la temperatura de mi cuerpo como si fuera consciente de que alguien quería acabar con él y buscara defenderse para no permitirlo.
—Te queremos a ti —murmuró.
Cuando dijo "queremos" instintivamente vino a mi mente la cosa horrorosa con la que me topé la noche anterior, recordando aquellos ojos espeluznantes que no quería volver a ver en mi vida y que me encargué de no recordar pero que ahora parecían haberse anclado a mi memoria.
—Déjame en paz, te lo advierto, Damon —exclamé apartándome de él, temblando levemente mientras que en mis dedos se formaba un calor que estaba segura, era capaz de quemar con un simple roce.
Editado: 12.09.2018