Mientras le veía encaminarse a la casa, Elisa pensaba en su futuro. Sebastián siempre había sentido fascinación por los agentes del FBI. No tenía duda alguna que era tan bueno como su tio Ignacio, pero sería extraño no verlo tan seguido. En cuanto a los padres de ambos, estos habían unido sus familias con la esperanza de que con el tiempo ella y Sebastián se enamorasen, pero les había salido mal y se amaban como hermanos.
Para cuando emprendió el camino de regreso eran casi las ocho. Llegó a casa poco después para encontrar todo en penumbras. Sus padres, como cada martes en la noche, tenían su reunión de amigos en el club. Tras encender la luz del recibidor fue directo a su cuarto. Acababa de comenzar a subir las gradas cuando escuchó un ruido tras de sí. Antes de poder reaccionar alguien le golpeó en la cabeza.
Tras rodar unos tres escalones, vio fugazmente a su agresor y sintió pena pues lo consideraba un joven trabajador y honesto. Se llevó la mano a la cabeza y la encontró empapada en sangre, el mareo era bastante así que se quedó quieta mientras pasaba un poco.
Segundos después el teléfono comenzó a sonar y sin saber cuánto rato más estaría sola se arrastró hasta el y contestó.
—Ayuda...
— ¿Elisa?
—Sebastián... duele.... ayuda...
— ¿Qué te duele, pequeña? ¿Qué pasó?
Cuando lo que Elisa emitió fue un débil murmullo y luego hubo solo silencio se preocupó. Ya ella se había lesionado en algunas ocasiones cuando niños y siempre era capaz de hablar. Esto debía ser más que una simple caída o golpe. Tras dejar de hablar con Sebastián, Elisa se puso en pie con mil costos, se apoyó en la pared y fue al baño. Ignacio iba regresando de un viaje de negocios cuando encontró a Sebastián bastante afligido y apresurándose a salir.
— ¿Qué pasó con Elisa?
— ¿Cómo sabes que tiene que ver con ella?
—Tu rostro, hijo. Solo cuando algo le sucede te pones así.
—No puedo perder tiempo, ven conmigo y en el camino te explico.
Durante los cinco minutos que les tomó llegar a casa de Elisa, le narró brevemente la actitud de ella durante el día y lo sucedido minutos atrás. Mientras se abría campo por la propiedad de sus tíos, se alegró de vivir aun con su padre. A ambos les había parecido una buena solución pues nunca estaban mucho tiempo en casa y no tenía sentido hacerse de otra propiedad cuando aquella les venía bien a ambos.
—Mira hijo, la puerta está abierta.
—Lo sé y es lo que más me preocupa.