Jirones en el viento.

Un lento vagido se acumulo en la espina dorsal del altiplano, como un susurro bajando hasta el piélago, la piel de los Nazhcawell endurecida por la arena del desierto de Ambur, dorada en las tardes y bañadas por tres lunas en las noches, se rizo ante el contacto con las leves ventiscas del mar. Sus antepasados habían pasado desconocidos dentro de las civilizaciones de Ebel, circulaban sin embargo algunas leyendas de indígenas aislados detrás de la red de cordilleras en el desierto, un lugar que tras muchos intentos fallidos por diferentes compañías nunca sucumbió a las expediciones de colonización, aquellas campañas fueron desmanteladas por las especies que habitaban en el desierto, solo comparable con la densidad de flora y fauna encontrada en los bosques profundos de Gabor, ademas de las condiciones climáticas extremas que reinan en todo Ebel. Esta tribu que habitaba Ambur se había expandido hasta formar grandes caravanas de nómadas que recorrían todo el desierto. Bajo las inhóspitas condiciones que enfrentaban los Nazhcawell cada día, estos habían desarrollado una fuerte conexion con los rituales que profesa su chaman y cada cinco generaciones se organizaba el evento mas importante en su tradición, aquella temporada debían retornar los Yevalmu a sus caravanas para comunicar el inicio del Wellkum.