Argentina.
10 de noviembre 2017
Cierro los ojos por un momento, imaginando como juntar las palabras que tengo en mi cabeza. Suspiro y tomo la hoja que está en la mesita de café, comienzo a garabatear dibujos hasta que mi cabeza hace un clic y comienzo a escribir.
No me iré, no puedo esconderme...
Un golpe en la cabeza hace que por inercia vaya hacia adelante.
-Qué onda Aidan- la voz de Mariana se hace presente, no le presto atención y sigo escribiendo
No puedo...
-Ey Hola- habla nuevamente moviendo sus manos de un lado al otro frente a mi rostro.
-Oye harás que se me vaya la...- y cuando por fin estaba escribiendo algo esa idea se esfuma Y suspiro desganado -¿sabes qué?... a la mierda- hago un boyo el papel y lo tiro a un costado en forma de frustración para después cruzar mis brazos.
-Con Martín iremos a tomar mates a una plaza... ¿quieres venir?- dice mirando sus uñas sin importarle lo que acabo de hacer.
-sabes que no me gusta el mate- digo mirándola, cuando termino de decir eso, ella lleva una mano a su pecho. Le ha dolido.
-Deshonor hermano- toma su mochila y mete adentro un par de galletitas. Cuando llega la puerta se da la vuelta con brazos cruzados - tú te pierdes esta ultima oportunidad de estar con nosotros antes de irte.
-no iré- digo poniendo vos de enfado y levantando mis hombros como niño pequeño obviamente haciéndome rogar, por nada en el mundo me perdería esta última salida con mis amigos.
-Andate a cagar Aidan- dice enojada Mariana para terminar dando un portazo. Comienzo a reír y tomo rápidamente unos anteojos y mis llaves.
-Oye espera- grito para que me oiga, ella se encuentra esperando el ascensor. Cuando llego a su lado la abrazo y beso repetidamente su cabeza.
-PARA- grita riendo, se separa y comienza a peinar con sus dedos- tarado- murmura.- mirá, no te golpeo porque sos mucho más grande que yo.
Rio y subo mis hombros para luego entrar cuando abren las puertas. Mientras bajamos mi cabeza me lleva a la primera vez que llegue aquí. Mi pronunciación en español no era tan bueno y cuando escuche su hablar quise morir. Palabras que nunca me habían enseñado en las clases de español se los escuchaba decir a todo el mundo. Por suerte que conocí a este maravilloso ángel que tengo a mi lado, que cuando noto mi desconcierto me ayudo a entenderlos y a practicar mucho más. Después de cinco años trabajando y estudiando pude manejarme bien con mi habla, y gracias a Martin- amigo de mariana- pude aprender sus más llamativos insultos.
-Aidan, dale- la voz de Mariana me saca demis pensamientos. Ella ya se encuentra en la puerta de entrada, sus manos hacen un gesto que me dice “apurate”.
Cuando salimos el sol de la tarde golpea fuertemente en mis ojos y me obligan a cerrarlos.
-Carajo- susurro y comienzo a frotarlos.
-Dale rubio de ojos celestes- habla irónica- Martín ya está allí.
Golpeo suavemente la parte trasera de su cabeza.
-No molestes, Rocío- su rostro se transforma a uno de enfado, ese es su segundo nombre y verdaderamente lo odia, la hace recordar a la que le robo el novio.
-Callate pelotudo [1]- es lo único que dice
-Al fin y llegan malditos bastardos- habla Martín apenas nos ve- dios bendito, Aidan salió de la cueva- comienza a abanicar sus manos frente a los ojos- que emoción- ironiza.
-Oye, ni que estuviera encerrado todo el tiempo.
El me abraza fuertemente y besa mi mejilla, con ese gesto mi cuerpo se tensa. Aunque haya estado un tiempo aquí, aun no me acostumbro a esos actos.
-Soltalo que lo incomodas- me salva Mariana. Lo toma de los hombros y lo sienta brutamente en el césped.
-y bueno decinos- comienza Martín- ¿cómo te sientes al saber que volverás a ver a tus padres?
-los he extrañado muchos, ellos entendieron lo que quería hacer aquí y no me han llamado para que vuelva o intentado cambiar el pensamiento así que ahora más que nunca los extraño.
-oh!-exclama mariana y se apoya melosamente en el hombro de Martín- es muy tierno.
-Alejate boluda [2] que me arrugas- grita este luego de unos minutos en silencio.
Mariana indignada toma un poco de césped para tirarle a Martín
-¿Ves? Por eso te gorrean [3] - suelto una carcajada mientras abro el paquete de galletitas.
Si ahora más que nunca puedo jurar que los voy a extrañar.
Luego de una tarde entre risas tenemos que volver al departamento que compartimos con romina. Caigo rendido en el sillón, aun me falta preparar mis maletas y me da pereza de solo pensarlo. Romina se sienta a mi lado y apoya todo su cuerpo en mí.
-Estoy muerta- dice, mientras comienza a sacar sus zapatillas- las piernas me tiemblan.
-Y ese no he sido yo- le respondo de una forma juguetona. Ella me empuja suavemente mientras ríe.
-Ya callate.
Apoyo mi cabeza sobre la suya y suspiro, voy a extrañarla. Con mis manos comienzo a acariciarle el brazo delicadamente, ella suelta un suspiro y se acomoda más.
-Voy a extrañarte- dice luego de unos minutos- me acostumbre a vos.
-¿Me iras a visitar verdad?
-Tu sabes que si
Sonrió y la abrazo. En estos años hemos conseguido entablar una buena relación, no voy a negar que nos hemos acostado las veces que quisimos, siempre sabiendo lo que queríamos, sin relaciones, solamente sexo. Ella se ha convertido en mi confidente, hasta puedo decir mi mejor amiga, la aprecio bastante al igual de Martin.
Ella se levanta y se dirige a su habitación, yo solamente miro sus piernas.
-Ese jean te queda espectacular- hablo fuerte para que me escuche, escucho su carcajada y a los segundos sale con un short blanco y su ya conocida remera de los Rolling Stones.
-No mejor que estos shorts- dice y dirige una mano hasta su trasero y golpea.