Ella es Helena

Desesperación.

Despierto en un callejón sin salida, el suelo aún se encuentra mojado por la torrencial tormenta que cayó durante la noche. Estaba en medio de esas paredes cuando recordó esa voz.

Voy a ayudarte.

No era una voz tormentosa, era una que regalaba paz, que me dio… Vida.

Lo más seguro es que haya sido parte de mi imaginación, mi maldición no permite que nadie me ayude. La única manera de saldar mi deuda es la muerte o eso tengo entendido. La maldición lo dicta así, mi deuda así será pagada. Pero no quiero morir, estoy segura que aún queda mucho para mí por delante, tal vez solo deba conseguir a esa voz que me ofreció ayuda y poder así, volver a ser una persona normal.

Me obligo a levantarme de aquel duro suelo del callejón, mis ropas aún empapadas pesan por la cantidad de agua que ellas llevan. Busco por todos lados mi vieja valija de cuero hasta que la encuentro reposando al lado de un basurero, me dirijo hacia ella cojeando y la tomo para sacar uno de los vestidos que conseguí tomar del viejo teatro con sillones de sangre.

Reprimo el pensamiento de la sangre, no quiero volver a lo de antes. Tomo un vestido color negro y me lo coloco rápidamente con miedo a que alguien me vea desnuda. Luego de vestirme, tomo las ropas mojadas y las guardo como una bola en una esquina de la valija.

Me dispongo a caminar, sin un rumbo fijo en realidad, necesito que esa voz se vuelva a comunicar conmigo. Las personas pasan a mi lado y me miran extrañamente por mi forma de vestir, trato de ignorarlos a todos porque sé que si llego a ver alguna mirada, no me voy a poder controlar.

Mis piernas me llevan a un parque rodeado de árboles muy altos, algunas parejas caminan de la mano mientras que algunos niños juegan a la pelota, me siento en una de las bancas tratando de no pensar y solo observar a esos niños disfrutar. Las risas me llenan un poco de vida haciendo que se forme una pequeña sonrisa en mis labios. Como hubiese querido tener una infancia feliz.

—Te ayudaré—susurra el viento haciéndome levantar rápidamente de la banca—. Sigue mi voz.

Empiezo a correr hacia lo más denso del parque, cuanto más camino, más árboles se arremolinan a mí alrededor, el camino de tierra se levanta al yo correr por ahí, pero nada más me importa además de conseguir a esa voz.

—No puedo verte ahora, pero lo haré pronto. Espérame, Helena.

Y al escuchar ese nombre, me detengo. Ya no soy Helena, ella murió hace un mes cuando su padre la obligó a vivir a esta tortura.

La desesperación me aborda haciendo que cada vez desee morir y que mis esperanzas… sean nulas.



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En el texto hay: misterio, dioses, romance

Editado: 06.05.2018

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