Kilian me llevó a su hogar, me entregó una camisa y unos calzoncillos para que pudiera estar más cómoda. Aun no entiendo como no tengo ganas de coger su cuello y absorber toda su sangre, es algo confuso.
Me encuentro en el sofá de la sala con una taza de té en mis manos, doy tragos en sorbos para evitar quemar mi lengua, doy mil vueltas a mis pensamientos tratando de adivinar lo que es Kilian. Escucho sus pasos aproximándose a la sala y luego de unos segundos, Kilian aparece con un libro muy grueso de apariencia antigua en sus manos.
—Con esto podré ayudarte.
—Es el libro sabio—responde mientras deja el pesado libro en la mesita de centro—. Podrás encontrar cualquier información sobre maldiciones, embrujos, seres sobrenaturales e incluso la forma de morir feliz.
Miro el libro con atención y luego vuelvo mi mirada hacia Kilian.
— ¿Te puedo hacer una pregunta?—Él asiente así que prosigo—. ¿Mi padre me convirtió en un vampiro?
Él ríe levemente mientras niega con la cabeza.
—No, te maldijeron. Tu padre consiguió un poco de tu sangre y con ayuda de un hechicero de magia negra, te convertiste en lo que eres. Te alimentas con sangre pero al hacerlo, nos sacias tu sed.
— ¿Qué hay de las voces?
—Un amargo combo que viene con la maldición, por supuesto—dice formando una mueca—. Algunas de las voces que están en tu cabeza son de las personas que haz… asesinado.
—Entiendo… ¿O sea que mi madre puede ser una de esas voces?
—Probablemente, Helena.
Trago con fuerza por el vivo recuerdo de mi madre cubierta de sangre.
—No quería hacerlo, lo juro—susurro con la mirada perdida.
—Lo sé.
La agonía y el dolor vuelven a mí con fuerza, hice lo posible para evitarlo, no quería lastimar a mi madre pero luego de la maldición… No pude resistirme a probar la única gota de sangre que había en la casa.
— ¿Puedo hacerte otra pregunta?
—Supongo que sí, Helena.
—En aquel parque, dijiste que eras mi guía pero… Enserio necesito saber ¿Qué eres?
Él me mira por varios minutos, sus ojos ámbar me hipnotizan y no puedo realmente evitar morder mi labio inferior por el deseo que aborda a mi cuerpo.
—Yo estoy condenado a ayudar. Literalmente, soy un guía. Debo guiar a almas puras que están en la oscuridad y llevarlas hacia la luz.
»Si te das cuenta, tú estás maldecida de una manera, yo tengo mi propia maldición encima.
— ¿Te parece malo ayudar a otras personas?
—Me parece malo ayudar cuando los demás pueden alcanzar la felicidad pero tú…—hace una pausa—, no puedes sentirla.
Sufro por él porque sé en carne propia como se siente.
—Buscaremos una solución a tu problema, Kilian—me mira extrañado.
—Yo soy el que debe guiarte, no lo debes hacer tú, Helena.
—Pero yo también quiero ayudar. Romperemos nuestra tortura, lo prometo.
Al menos mis ganas de vivir habían vuelto.