Leo el libro en silencio y en la soledad, Kilian salió desde esta mañana y decidí invertir mi tiempo en algo productivo. Las voces no han vuelto, eso deja una paz en mi interior y logro descansar un poco.
Afortunadamente, encontré una solución a mi problema.
Una noche de eclipse, solicitarás la presencia de Érebo, Dios primordial y personificación de la oscuridad y la sombra. Él es el único capaz de romper cualquier maldición.
Era lo único que escribía el libro. No creía que fuera tan fácil, algo querría ese Dios a cambio y no estaba segura si estaba dispuesta a darlo.
—Llegue, Helena.
—Conseguí la solución o… Más o menos—le digo cuando está al frente de mí.
— ¿De qué hablas?
—Toma—Extiendo el libro pero él niega con la cabeza.
—No puedo leerlo, Helena. No lo tengo permitido—Yo solo lo puedo mirar incrédula y al ver su mirada, la verdad me golpea de frente. Él ha tenido la manera de romper su maldición pero no lo puede hacer.
Tan cerca y tan lejos.
—Lo siento—murmuro—. Tengo la solución para ambos.
—Explícame.
—Érebo es…
—No—niega rotundamente—, Érebo está loco.
—Pero es la única manera. El libro explica que en una noche de eclipse, debes solicitar la presencia de Érebo. Hay que intentarlo, Kilian.
Me mira dudoso pero luego suspira, es la única manera para yo dejar de sufrir y que Kilian tenga una vida llena de luz.
—No creo que sea buena idea, Helena—porfía él.
—Solo… hay que arriesgarse.
Él suspira mientras niega con la cabeza. Sé que está pensándolo y sé que es una decisión que no se puede tomar a la ligera.
—Hoy es noche de eclipse—dice él finalmente.
Sonrío y me lanzó a sus brazos.
—Sé que podemos hacerlo, Kilian.