Embarazada de mi enemigo

Prólogo

Me tomé con fuerza del cabello mientras comprendía que estaba enredada en las sábanas con el hombre que arruinó mi vida. Miré el desastre que ocasionamos en la habitación y me maldije una y otra vez por ser tan tonta, ya que me dejé llevar de una manera incomprensible.

¿Por qué tenía que ser tan imprudente cada vez? No lo entendía, pero lo que menos comprendía era como pasé de estar bebiéndome mis penas a terminar en la cama de mi antiguo mejor amigo.

Observé a mí alrededor con detenimiento, intentando recapitular lo que verdaderamente sucedió en esa noche alocada de copas, cuando me lo encontré por casualidad después de diez años. Lo reconocí casi al instante, pues aunque ahora estaba más fornido y llevaba una gran barba, que hacía notar como los años le sentaban justo como al buen vino, sus característicos ojos ámbar y esa manera tan pretenciosa de caminar, seguían siendo parte de su esencia, lo que me removió hasta la última de mis entrañas.

Miré cada parte de la habitación, que parecía ser más grande y lujosa que mi casa entera y suspiré. ¿Por qué sería que las personas que más odiabas y más te dañaban terminaban siendo tan exitosas? ¿no podía simplemente irles mal y así sentirte un poco mejor de que por lo menos recibieron algo de karma por lo que te hicieron pasar cuando eras joven?

Eso era algo que todavía no alcanzaba a entender del universo.

 No se le debería permitir a una persona ser malvada, endemoniadamente atractiva, y además, millonaria. Es que era el colmo. Y resultaba muy injusto para los simples mortales como yo.  

Sacudí la cabeza y me obligué a enfocarme.

Necesitaba utilizar mi cerebro para otra cosa, y eso era encontrar una manera de salir huyendo de ahí rápidamente y no tener que conversar con Thiago ni siquiera una vez más.

Si algo agradecía a los cielos, era que no me acordaba de lo que sucedió anoche y por ende, no tenía que tener grabada en mi cabeza sea cual sea la conversación que tuvimos antes de acostarnos. Pues realmente no tenía ganas de saber nada de éste hombre, mucho menos cuando destruyó todas las ilusiones de una jovencita de apenas dieciocho años.

Decidí así, que lo mejor era actuar rápidamente y no enfrascarme en el odio del pasado. Por lo que busqué con la vista mi ropa y la encontré esparcida en el suelo. Salí de la cama con suma cautela, primero una pierna y luego la otra, dejé de respirar durante esos pocos segundos,  todo con tal de que Thiago no se despertara. Pero a pesar de esto, fracasé en mi único intento de agente encubierto, y él abrió los ojos en un instante, luciendo demasiado despabilado.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó cuándo me tomó de la muñeca y me impidió rejuntar mi vestido.

Fruncí la frente, porque era casi imposible que alguien que acaba de despertar después de tomar demasiado y desvelarse, luciera tan fresco y poco confundido.

—Estoy marchándome —solté a secas.

Suspiré enojada y quité su mano de encima de mí. Debí saber desde el principio que nunca el universo estaría de mi lado y por supuesto tenía que vivir ese momento incómodo. Así que entonces, lo único que me quedaba hacer era terminar con eso cuanto antes y salir de ahí, para no tener que continuar viendo su cara.

—¿Tan rápido?

—Sí, tengo cosas que hacer.

No me atreví a decir su nombre ni a actuar como solía a hacer en el pasado. Nunca volví a topármelo luego de que me hiciera sentir la peor basura existente, por lo que ahora que era supuestamente una adulta funcional, me era más fácil solo fingir demencia.

—Te llamabas… Dee, ¿verdad? —sentenció mientras se frotaba los ojos—. No es necesario que te marches así, ya le he pedido a mi mucama que deje preparado el desayuno, puedes comer algo y después irte.

Me quedé estática luego de que me llamo “Dee”. Thiago, aquel hombre no me había reconocido.

Miré mi cabello ahora rubio brillante y ahogué un grito. Por supuesto que jamás sabría quién era, ahora lucía completamente diferente que la antigua Destiny, aquella pelirroja que solía pegársele como un chicle y soñar todas las noches en el día de su boda.

Esas memorias seguían tan frescas en mi memoria como si hubieran sucedido hacía unos pocos días. Toda la vida fui intimidada, abusada y maltratada por esas personas que solía llamar familia. La segunda esposa de mi padre, aquella mujer con la que se casó después de que mi madre falleció, me hacía la vida imposible a más no poder. Me humillaba, me golpeaba cada vez que podía y siempre que cometía un error, aprovechaba para reprenderme con aún más dureza, encerrándome en el sótano sin luz ni agua.

Naturalmente al crecer, encontré un escape en la comida y en mi único amigo de toda la vida, Thiago. Habíamos sido inseparables desde el instante que nos conocimos, pues éramos vecinos. Veíamos toda clase de películas juntos, asistíamos a todas las tiendas de cómics cada viernes por la tarde, paseábamos, reíamos y hacíamos todo lo posible por nunca separarnos.

Pero no fue hasta que entramos al bachillerato que todo comenzó a cambiar para peor. Siempre supe que era un niño bonito, pero nunca creí que se pondría así de guapo y genial una vez el acné y la grasa de bebé lo abandonara. Y con esos cambios corporales, su personalidad también se distorsionó, se convirtió en una persona distinta, alguien que ya no recordaba nuestro pacto de amistad.



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En el texto hay: reencuentro, perdon, embarazada

Editado: 22.01.2022

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