Embarazada del hombre equivocado

Capítulo 3 El nuevo objeto de mi interés

Cerca de las seis y media de la tarde, mi teléfono comienza a sonar.

―No he salido todavía de la oficina, Rufus ―le digo mientras mantengo la vista puesta sobre mi ordenador―, estoy revisando las últimas proyecciones del acuerdo con Rogers Technology Inc. ―menciono, concentrado en mi trabajo―. Las cifras son bastante satisfactorias.

Esta es una de las mejores negociaciones que haré en toda mi vida.

―Te lo dije, Kurt ―expresa, orgulloso―. Es gente honrada y seria en los negocios.

No me confío en simples palabras, lo mío son hechos y estadísticas.

―Todavía no me decido, para ser sincero, pero puedo decirte con absoluta seguridad, que lo estoy considerando seriamente.

Lo escucho reír al otro lado de la línea.

―Eres un maldito desconfiado ―expresa en forma de broma―. ¿Qué te parece si vamos a cenar y a tomarnos unos tragos con los muchachos?

Pare ser sincero, se me antoja. El día ha estado bastante agitado. Siento tensos todos los músculos de mi cuerpo.

―Me parece una idea genial ―le indico animado al mirar mi reloj de pulsera―. ¿Qué te parece si nos vemos en el mimo restaurante de siempre, dentro de media hora? Terminaré de revisar el resto de los documentos que recibí y salgo de mi oficina en menos de diez minutos.

Abro el siguiente archivo y leo el historial financiero de la empresa en cuestión.

―No hay problema ―escucho el ruido de las llantas de su auto al derrapar sobre el asfalto―, voy en la vía, llamaré a los muchachos para avisarles de la reunión. Nos vemos al rato.

Termino la llamada y sigo con lo mío. Diez minutos después, la puerta de mi oficina se abre. Pongo mala cara, porque me choca que entren sin anunciarse e invadan mi privacidad.

―Vi que seguías aquí ―indica Ronda al entrar y cerrar con pestillo―. Hace tiempo que no tenemos una oportunidad de estar solos ―dejo caer mi espalda en la silla y la observo con atención. No me gusta que sea ella la que disponga de mi tiempo y elija en qué momento vamos a acostarnos―. Así que me pregunté, ¿qué tal y aprovechas que todos se fueron y vas por lo que quieres? Total ―encoge sus hombros―. Si la montaña no viene a mí…

Sonrío en acuerdo, para ser sincero, no me caería nada mal echar un polvo antes de irme. Abro el cajón de mi escritorio y arrojo sobre este el paquete de preservativos que saco del interior.

―Tengo prisa ―le advierto para que aproveche los pocos minutos que tiene―, debo ir una reunión muy importante y sabes mejor que nadie que odio llegar tarde.

Chasquea su lengua y comienza a soltar los botones de su blusa. Mis ojos siguen el movimiento de sus dedos y de allí saltan al insinuante sujetador de encaje negro que apenas cubre sus senos de silicona. No estoy en contra de la cirugía estética, pero me confieso un ferviente admirador de la belleza natural.

Me pongo duro, no soy de hierro. Llevo la mano hasta mi miembro y recorro su longitud mientras la devoro con los ojos. Está de buen ver, no se le puede negar, pero solo es un pasatiempo que ya comienza a aburrirme. Fue provechosa mientras duró, pero ahora necesito algo nuevo. Una mujer que despierte mi interés, lo mismo que mis expectativas.

 ―No te preocupes, jefe, seré rápida.

Una sonrisita cínica tira de mis labios. Me pongo cómodo. Suelto la correa y desprendo el botón del pantalón. Ella me mira de esa manera que me hace saber que está muy necesitada. Una vez que prueban un poco de lo que tengo, no quieren soltarse. Lástima para ellas.

―Te quedan tres minutos de los cinco que te di.

Menciono, tajante. Se está tomando demasiado tiempo para algo tan simple y sencillo. Termina de quitarse la blusa y se acerca. Empujo la silla hacia atrás para separarme un poco de mi escritorio. Pasa una de sus piernas por encima de las mías y se sienta a horcajadas.

―Me basta con eso.

Menciona con descaro. Toma la caja de preservativos de la mesa y extrae un paquete de ella.

―¿Por qué me rehúyes?

¿En serio? ¿Se va a poner hacer preguntas justo en este momento?

―Soy un hombre ocupado, Ronda.

Respondo con fastidio.

―No me trates como a una de tus putas, Kurt, no soy como ellas.

Me le quedo mirando con algo de confusión. Este es el problema de darle demasiado tiempo a algo que debió terminar después de la primera semana de haberme acostado con ella.

―Espero que no se te hayan metido ideas tontas en tu cabeza ―le espeto con enojo―. No eres nada y te lo dejé bien claro el primer día que follamos ―esto comienza a tornarse incómodo―. Ambos la pasamos bien, ¿por qué quieres complicarlo todo?

Me mira con desconcierto.

―Tenemos poco más de un mes saliendo juntos ―me explica como si aquello tuviera alguna importancia para mí―, no puedes ser tan insensible y tratarme como si no significara nada para ti.

Ruedo los ojos. Hastiado con tanto drama, la tomo de la cintura y la bajo de mi regazo.

―No estoy interesado en perder el tiempo con discusiones infructuosas ―me pongo de pie, abrocho el botón y ajusto la correa de mi pantalón―. Te lo advertí, Ronda, te dije que no me gustaban los dramas y, mucho menos, que vengas a mi oficina en plan de novia indignada, porque no te queda ―me cierro la chaqueta y cojo el móvil del escritorio―. Y ahora, si me perdonas, tengo una reunión muy importante.



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En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 26.08.2023

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