Embarazo inesperado

3. El Regalo extra del hijo de mi jefe

Mientras ordenaba las fotocopias y las unía con una grapa, no le quité la vista de encima al padre de mi hijo, que, sentado en la silla que encabezaba la mesa, estaba absorto en su móvil. 

Claramente era él. Pero los dos estábamos borrachos al acostarnos y no debía de tener la mínima idea de quién era yo, menos de que estaba llevando a su hijo en mi vientre. 

— ¿Si va a seguir mirándome voy a tener que cobrarle una tarifa? — Habló Danilo sin mirarme y dejé de hacerlo. 

— Lo siento. 

¿Cómo iba a decirle a alguien que no sabía quién era yo, que estaba embarazada de él? Era una locura.

Mi teléfono recibió una notificación y dejé las fotocopias para ver de qué se trataba, el supervisor me estaba pidiendo que cuando terminara con las copias bajara a por café a la cafetería. 

— Podías haberme despertado antes de irte. — Escuché a Danilo y tiré accidentalmente mi teléfono al suelo. Danilo, que se había acercado, se agachó a recogerlo y nos miramos cuando me lo devolvió. Sonrió formándose unos hoyuelos junto a sus labios. — Me ha costado dar contigo. 

Danilo recorrió mi mejilla con las yemas de sus dedos y me metió el cabello detrás de la oreja a la vez que se inclinó hacia mi boca, pensé en Cristian, todavía era mi novio, no podía hacerle algo así por segunda vez.  

— ¿De qué habla? 

Me aparté, dejando el teléfono en la mesa para seguir ordenando las fotocopias, aunque las hojas temblaban en mis manos. 

«¿Cómo se me ha ocurrido romper con Cristian y buscar al padre del niño?», me reclamé mentalmente.

Mi teléfono sonó y lo miré esperando que fuese Cristian, sonreí justamente al ver su nombre en la pantalla, Cristian me estaba llamando y agarré el teléfono, pero Danilo me agarró por la muñeca y tiró de mí hacia él. Choqué contra su pecho y contra su boca. Un beso estático del que escapé al escuchar abrirse la puerta, tenía el pulso acelerado y bajé la cabeza para continuar mi trabajo con el móvil todavía en la mano. 

— Responde ese teléfono o apagalo. — Me ordenó el supervisor y asentí. 

— Vuelvo enseguida. — Dije sin levantar la cabeza y salí de la sala. 

Me paré en el pasillo y cuando fui a responder, Cristian colgó. Habría pensado que no quería responderle. 

Me giré para mirar dentro de la sala al supervisor hablar muy amigable con Danilo, aunque él no parecía hacerle mayor caso y me lanzaba miradas de tanto en tanto. 

— Imponente, ¿no? — Me sorprendió Rocío, la secretaria del supervisor, que se paró a mi lado con una carpeta contra su pecho. — Por algo es uno de los hombres más atractivos del país. 

Rocío me miró sonriendo. 

— ¿Sabes quién es? — Le pregunté y arrugó el entrecejo a la vez que me golpeó la cabeza con la carpeta. 

— ¿Cómo puedes no saberlo tú? — Me preguntó y miró a Danilo. — Danilo Mejía es el hijo menor de los jefes. Es un bombón. 

Mi móvil sonó de nuevo y llamó miré. Cristian me estaba volviendo a llamar y me disculpé con Rocío para alejarme. 

Saliendo al descansillo de las escaleras de emergencia, descolgué la llamada. 

— Cristian. 

— Mi madre quiere almorzar, ¿crees que puedes venir? — Me preguntó Cristian y me sorprendió. 

— ¿Ella está en la ciudad? — Le pregunté. 

— Sí, se va mañana y quiere verte antes. 

— Almorcemos. — Acepté. — Voy a pedí la tarde libre. 

— ¿Te sientes mal? — Se preocupó por mí. 

— No, pero quiero salir de aquí. — Confesé y me quitaron el teléfono por detrás. 

Me giré viendo a Danilo ponerse al teléfono y permanecer en silencio cómo si escuchara atentamente algo al otro lado de la línea. 

Rocío tenía razón, Danilo era un bombón, era el típico galán de telenovela. 

Danilo bajó el teléfono cortando la llamada y me miró. 

— ¿Quién era él? ¿Tu novio? — Danilo dio un paso hacia mí y cuando yo retrocedí, me agarró de la cintura pegándome a su cuerpo. — Una caída así te haría perder a mi hijo. — Habló Danilo, haciéndome ver las escaleras detrás de mí. 

Una vez más, mí teléfono sonó, en esa ocasión en la mano de Danilo. Cristian volvía a llamar. 

— ¿Cómo sabes eso? — Le pregunté y me movió para soltarme lejos del peligro. 

— Tu novio, porqué imagino que eso era él, dice que puede aceptar al hijo de otro y que no quiere perderte. — Dijo y me preguntó directamente. — ¿Estás embarazada y soy el padre? 

Negarlo era ponerme trabas si decidía seguir adelante sola, necesitaba económicamente al padre de mi hijo. 

— Me enteré ayer. 

— Es el destino… — Dijo caminando hacia mí y retrocedí hasta chocar con una pared. Danilo colocó entonces una mano en la pared a la altura de mi cabeza. — No he dejado de pensar en ti desde la noche que pasamos juntos. 

— No soy tan inolvidable. Y tú tampoco, ni siquiera había vuelto a pensar en ti hasta que he sabido que estaba embarazada.  

Danilo acentuó su sonrisa. 

— No te culpo, estabas muy borracha, puede que ni recuerdes lo que pasó esa noche. 

— Me lo puedo imaginar.

Danilo acercó su cara a la mía. 

— No hablo de la acción, sino de lo que ocurrió antes de eso. — Sonrió y se apartó mirando mi teléfono. — Voy a darte mi número, llámame. También tomaré el tuyo, por sí no lo haces. 

Al terminar de usar mi teléfono me lo extendió y lo cogí. 

— ¿Qué pasó? — Le pregunté. — ¿Cómo nos conocimos? Lo único que recuerdo es despertar por la mañana. 

— Te lo contaré la próxima vez. Por cierto, tu novio no sabe lo que se está perdiendo. — Sonrió descarado y decidí que era hora de salir de allí, por lo que le di de lado para salir por la puerta. — Roxana. — Me llamó y me giré mirándolo. Me sorprendió qué me agarrara de la nuca y me besara en la boca. — Te he anotado mi dirección por sí quieres visitarme. — Habló al despegar sus labios, luego él salió primero. 

Tras un momento de confusión en mi cabeza, también salí por la puerta y vi a Danilo reunirse frente a los ascensores con Elías Mejía, el jefe de la empresa y su padre. Un hombre con sobrepeso, barba de chivo y risa escandalosa, que siempre regalaba a los empleados por navidad una cena y una paga extraordinaria. 



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En el texto hay: infidelidad, drama, embarazo

Editado: 11.07.2024

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