Embarazo inesperado

7. Atrapada en una jaula

— Lo que describes no parece muy ideal. — Me comentó mi amiga Karen cuando la llamé a ella para no llamar a Mónica y reconocer que tenía razón. 

— La abuela de mi hija menosprecia constantemente a la mujer de su hijo mayor por no darle un nieto y no deja de insinuar que yo le daré otro nieto a parte de Eleonor. — Hablé sentada en la cama de Danilo. — Metí la pata más de lo que creía. 

Suspiré y me toqué la barriga. Mi pobre niña tendría una familia paterna con mucho dinero pero que se sentía horrible. 

— ¿Por qué no te vas y ya? El padre de tu hija ni siquiera está allí. 

— No puedo. Mónica está muy preocupada por cómo me va y tú sabes que me va fatal. No tengo dinero, en una semana tampoco piso y pronto no podré trabajar… — Me froté la barriga y asimilé mi destino. — Tendré que tragar y ya. 

— Tú verás… 

— ¿Estás ocupada? — Le pregunté. 

— Solo corrijo exámenes y me bebo una copa de vino tinto. — Se rió y admitió. — No sabes qué aburrido es corregir esta mierda, cuando era estudiante creía que mis profesores disfrutaban corrigiendo los exámenes y poniéndonos mala nota a todos. 

— ¿Estás sola? 

— No. Yaco está durmiendo en el sofá. 

Yaco era su chihuahua, al cual adoraba como a un hijo. 

— ¿Y el papá de Yaco? — Le pregunté por su novio. 

— Gorka ha ido a comprar la cena. No tienes nada que hacer, ¿verdad? — Se volvió a reír, en esa ocasión de mí. 

— Estoy sola en la habitación y no quiero salir para no encontrarme con nadie. — Afirmé y dejé de acariciar mi barriga. — Creo que no voy a poder dormir esta noche. 

No estaba muy equivocada y seguía despierta después de las dos de la mañana.

Supuse que toda la familia tendría que estar dormida y salir de la habitación para bajar a por un poco de agua, leche o algo que me ayudara a dormir. Bajé las escaleras agarrada al pasamanos y me encontré con Olivia que iba a subir en bata. 

— Hola. — Hablé bajito con miedo a que mi voz retumbara por la estancia. 

— ¿No puedes dormir? — Me preguntó Olivia y me pareció que tenía una linda voz. 

— Estoy extraña en esta casa. — Reconocí y terminé de bajar las escaleras. — ¿Me dices donde está la cocina? 

— Iré contigo. — Olivia sonrió. 

Su sonrisa también era bonita. 

Las dos nos servimos un vaso de leche y unas galletas y nos mantuvimos en silencio por un rato. 

— ¿Hace mucho que estás casada con Michael? — Le pregunté y una tímida sonrisa apareció en sus labios. 

— Cuatro años. Nos casamos precipitadamente porque me quedé embarazada… — Su sonrisa se tornó culpable y miró su vaso de leche. — No dejes que nuestra suegra te haga perder a tu hija. — Me dijo de pronto mirándome a los ojos y tuve la necesidad de tocarme la barriga. 

— ¿Estás diciendo que perdiste a tu bebé por ella? 

— Es duro afirmar algo así, pero siempre he pensado que de no haberme mudado a está casa ninguno de mis bebés habrían muerto. — Respiré con dificultad, temiendo que Eleonor tuviera un final cómo sus bebés. — Lo siento… No quería asustarte. No me hagas caso. 

Se levantó para irse, pero agarré su muñeca. 

— Espera. — Le pedí poniéndome en pie. — ¿Puedes explicarme… ? 

— No. Si la madre de Michael descubre que he hablado de esto se va a enfadar. — Olivia se soltó de mi mano y volvió a disculparse antes de irse. 

Me quedé muy asustada y coloqué mis dos manos en mi barriga. 

— No pasará nada, Eleonor… — La calmé. 

Aprovechando que no pegué ojo en toda la noche, me preparé para ir temprano a trabajar. Le pedí a Gabriel que me recogiera para llevarme a por mi coche. 

— Pareces cansada. — Comentó Gabriel de camino a por mi coche. 

— No he pegado ojo, menos después de hablar con Olivia. 

— ¿Quién es ella? 

— La nuera de la abuela de mi hija. — Respondí y fue como invocar al diablo. Recibí una llamada suya y como no tenía ganas de hablar con ella, opté por colgarle. — Puedes no decirle a Mónica que ella tenía razón y no debí irme a vivir a esa casa. 

Gabriel se rió. 

— ¿Una suegra controladora? — Él también había visto quién me llamaba. 

— Olivia le tiene miedo y no es para menos, la trata fatal. 

Gabriel dejó la gracia para dedicarme una mirada seria. 

— No dejes que te trate mal a ti. Tienes una familia que te quiere y aunque tu padre ya no esté, estoy yo para dar la cara por ti. 

Lo toqué en el brazo y se lo agradecí. 

— Nunca dejaría que me tratara mal. No te preocupes y no preocupes a Mónica, ¿vale? 

— Mientras no haya motivos. — Me sonrió y me preguntó después. — ¿Cómo lo llevas? 

— Mal. Cómo podría estar bien cuando le di tal disgusto que lo… — Me mordí la lengua. — ¿Cómo lo lleva Mónica? 

— Para cuidar de ella ya estoy yo. — Me calmó y me agarró del hombro. — Fue un accidente, su corazón falló. No es culpa tuya. 

— Su corazón no habría fallado de no ser por mi noticia. — Insistí en hacerme responsable de la muerte de mi padre y Gabriel solo me apretó el hombro. 

— No seas dura contigo misma. — Me dijo cuando llegamos y yo iba a bajar de su coche. 

Le sonreí y le asentí con la cabeza. 

— Está bien. Gracias por recogerme y traerme. — Le agradecí y bajé después del coche. 

La mañana en el trabajo pasó con calma, por fortuna nadie sabía todavía de quién era la hija que esperaba. La desgracia vino a la hora de la comida, estaba por salir a almorzar como el resto de mis compañeros cuando me encontré en el vestíbulo con la señora Leona y Olivia, ésta un paso por detrás de su suegra. 

— Pueden irse. — Se dirigió Leona a los empleados con una sonrisa amable. 

— ¿Vamos? — Me preguntó Rocío en cuanto todos se marchaban. 

— Váyase sola, Roxana tiene que hablar conmigo. — Respondió Leona por mí y me agarró del brazo. — Vamos, querida, busquemos un lugar en el que hablar. 



#2363 en Novela romántica
#802 en Chick lit

En el texto hay: infidelidad, drama, embarazo

Editado: 11.07.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.