Cuando el padre de Alondra vio a las tres personas en un rincón del salón, inmediatamente se acercó a ellos y sonrió emocionado. Y saludo cortésmente a Eulices.
— Ay, cómo está Eulices, pensé que no vendría a la fiesta de compromiso de mi hija Alondra. — dijo extendiendo su mano a modo de saludo.
— Es un honor estar aquí, Señor Sirus, el placer también es mío. —en el fondo, Eulices sabía que el padre de Alondra hizo todo aquello por Helena.
— Hija… Alondra, me llevaré a Eulices por un tiempo y también te dejaré en buenas manos.
Alondra miró a su padre enojado y Apolo se dio cuenta.
— Espero que no estés triste porque tu papá se llevó a tu amigo.
— Escuche señor Apolo, la verdad es que todo esto lo hizo mi padre por mi hermana, quien lo ha dejado…
Ella no había terminado de hablar cuando Apolo la tomó de la mano y la sacó de allí.
— ¡Oye! ¿Qué pasa?
Cuando llegaron a la terraza, Apolo la soltó y ella puso su mano donde la había sostenido. Apolo la agarró por la barbilla, le levantó la cara y le dijo.
— No juegues conmigo Alondra y espero que no seas como tu hermana. —dijo esto mientras la miraba a los ojos.
— Déjeme ir, señor, y si lo dice por Eulices, es un amigo de toda la vida.
— Espero que sea cierto lo que me dice, de verdad, porque si no, atente a las consecuencias. —le dijo Apolo sin dejar de mirarla.
— Vete al infierno, Apolo Chistos.
Y Apolo la soltó, y Alondra, como una verdadera dama, levantó la cabeza y se retiró de su presencia. El hombre quedó solo y maldecido en silencio en su corazón.
«Qué se pensará esta chiquilla arrogante, hay Alondra Bouras, te doblegaré, será mía»
Alondra entró nuevamente a la sala y su padre la vio e hizo lo mismo que Apolo. En ese momento, la agarró de la mano y la llevó a otro lugar más íntimo, donde nadie los escucharía.
— Qué te pasa Alondra, sabes que eres la prometida de Apolo y te pilló hablando con Eulices.
— Está bien papá, Eulices es solo un amigo y nada más, a diferencia de Helena, que le hizo esto a su prometido y con su mejor amigo.
— ¿Cómo sabes quién te dijo eso? —dijo su padre, frunciendo el ceño.
— Nadie necesita decirme nada, porque la vi cuando llegué a casa. Nunca hubiera imaginado algo así con Helena y luego me arrojaste a los brazos de este hombre, al que ni siquiera conocía, solo por honor familiar. Por supuesto, Helena es tu chica favorita y yo no.
— Ya es suficiente, Alondra. —dijo su padre y levantó la mano para abofetearla.
Alondra, al sentir este golpe en su mejilla, comenzó a llorar y salió de la oficina donde la había llevado su padre. Ella estaba tan afectada por aquello que entró al baño, no quería que la vieran así, que la hija menor estaba llorando.
Entonces se miró en el espejo y lo que vio fue a una joven ingenua, comprometida con un hombre que no la amaba, y mucho menos ella. Se lavó la cara, se maquilló, salió del baño y regresó a la terraza como si aquel lugar estuviera tranquilo y silencioso para ella.
Un momento después, Apolo cruzó la habitación con una copa de vino en la mano, al llegar a la entrada de la terraza, un sollozo llamó su atención y de repente se detuvo. Vio llorar a Alondra en un rincón de la terraza, escondida en la oscuridad. En ese momento, ella se secó las lágrimas, se arregló el cabello y cuando vio su rostro, fue como un hechizo, sus ojos eran del mismo azul penetrante que los del Mar del Ego. Y como una estrella fugaz, desapareció.
— Alondra te he estado buscando. —le dijo su amigo.
Cuando Apolo emergió de la oscuridad, volvió a ver al amigo de Alondra, el tal Eulices, lo que lo llenó de ira y odio. Y cuanto más pensaba en su venganza, más miraba a Alondra. No podía dejar de pensar en lo que Helena le había hecho con Renzo, su amigo. Y ahora, ver a Alondra con otro hombre le hizo hervir la sangre de ira.
Alondra y Eulices regresaron a la bulliciosa sala, los invitados absortos en la música y la conversación. En un momento, la música se detuvo y el padre de Alondra se acercó a ellos con expresión seria.
— Qué pasa ahora, papá, porque la música se detuvo.
— Vamos, es hora de que tengas tu primer baile con tu prometido.
— Vamos, Alondra, antes de que el trodolito de tu prometido vuelva con su cara de perro.
— Está bien, pero de eso hablaremos más tarde Eulices.
— Aún no me he ido de la hermosa fiesta.
Entonces Alondra tomó la mano de su padre y caminaron hasta el centro de la pista de baile, donde Apolo los esperaba para abrir el baile los dos. Apolo tomó firmemente la mano de Alondra y se acercó a ella. Y ambos empezaron a bailar cuando sonó la música.
— Hablando con ese hombre otra vez Alondra. —dijo entre dientes.
— Escuche, señor Apolo, la verdad es que será mejor que llevemos la fiesta en paz. Lograste lo que querías y mi padre también cuando me confió a ti, así que esos celos no van contigo.
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Editado: 08.07.2024