Empíreo

VI. Me visitan dos arcángeles más


Después de mi encuentro con Rafael, salí como flash de ahí. Me interesó poco mis pulmones, ya había pasado mucho tiempo desde que la enfermera me dijo que no hiciera esfuerzo físico.

Volviendo a lo anterior, ya tenía de sobra para mi tarea de Teología, solo podía describir exactamente a Rafael. Me sería un poco difícil describir a los otros seis arcángeles.

Llegué sudada y sin aire a mi cuarto. Dentro Lola estaba viendo Supernatural, con un tazón de papitas y una soda del tamaño de mi brazo; volteó a mirarme y luego se centró otra vez en la serie.

—¿Acaso corriste un maratón? —preguntó metiendo una papita a su boca.

Respiré hondo y tiré mi mochila a la cama. Busqué un cuaderno cualquiera y traté de dibujar a Rafael. Su imagen se había ido de mi memoria, no sabía cómo dibujarlo exactamente como lo vi.

Me sentí pésima en ese momento.

—No, solo quería llegar rápido. ¿No ibas a comer con Shawn? —Ella se encogió de hombros y tomó un sorbo de su botella de Coca Cola.

—Se fue al rato con Cam, quién sabe dónde estarán ahora.

Con solamente pensar que Cam le haría a Shawn hacía que ruborizara, aunque no venía al tema, debía despejar mi mente y terminar mi tarea de Teología.

—Está bien, estaré por ahí. Regresó más tarde —dije tomando el cuaderno entre mis manos y saliendo rápidamente de la habitación.

Además de darme el collar, ¿por qué Rafael se apareció? No sabía de donde sacar respuestas. ¿Tendría esto que ver con la historia sobre la chica mitad ángel de las que no hablo la señora Marta?

Caminé hasta el edificio cuatro, cerca de la capilla otra vez, pero no entré. Me senté en el césped, casi al inicio del bosque.
Todo estaba tan tranquilo, pero del bosque salían ruidos de aves y susurros. Los árboles parecían estaban hablando.

—Pequeña chica, no deberías estar sola. —Una voz me sacó de mis pensamientos. Un chico de cabello negro estaba de frente a mí, yo lo miraba desde el suelo. —¿Por qué estás sola? —Parecía gentil, me recordaba al ángel que había conocido hace unos minutos.

El collar en mi pecho brilló y él lo miró algo confundido, pero luego centró su mirada en mí otra vez.

—Yo... Mis amigos están ocupados. Además, me gusta estar sola por un rato, ¿qué tiene de malo estarlo? —Mi respuesta pareció dejarlo pensativo, él sonrió.

—Tal vez el que haya personas que quieren verte mal o lastimarte, por eso no debes estar sola. —Lleve mi mano a la piedra que me dio Rafael hace poco. Volvió a mirarlo.

—Yo nunca estoy del todo sola —susurré, él sonrió dulcemente.

Asintió y miró el cielo. Estaba de un color naranja y rosado, debían ser al menos las cinco de la tarde. El sol ya se estaba ocultando.

—Es cierto, no lo estas. ¿Cómo te sientes? —su pregunta me descolocó.

Este chico, desconocido, aparecía y me hablaba como si fuéramos amigos de hace años. Luego recordé que Rafael me había hablado tan gentilmente como él lo estaba haciendo.

—Cada vez es más difícil creer en algo.

No estaba en contra de Dios y los ángeles, sabía que existía el bien y el mal, pero siempre me preguntaba si todo eso era real. Si todos ellos eran reales.

—Creer en algo hace que dure cuanto tú creas posible. La fe es lo que hace que nosotros creamos en el bien. Hace que tengamos fe en ti, tu fe nos fortalece. —El chico sonrió y se encogió de hombros. —Es como el amor, dos personas se aferran a sus sentimientos, dándole fuerzas el uno al otro. Así es la fe. Algo me dice que el amor para ti no funciona bien.

Reí amargamente.

—¿Amor?, no sé lo que es eso. No conocí a mi madre, mi padre murió y nunca he tenido un amor verdadero. ¿Tú has encontrado el amor verdadero? —pregunté, él pareció procesarlo unos segundos.

—Tengo hermanos a los que quiero y demuestro mi amor, así que es muy parecido. Tal vez deberías hablar con Azafeth. Los monstruos también se enamoran. Fue un gusto hablar contigo, Diana —susurró él y comenzó a caminar hacia el bosque.

—Espera... —dije levantándome y caminando hasta él. Se giró y me sonrió débilmente, su mirada me demostró que había adivinado lo que iba a preguntarle.

—Uriel, me llamo Uriel. Debo irme, mi tiempo se acabó. —Y dicho esto, se adentró al bosque y desapareció.

Uriel, Uriel...su nombre me sonaba de algo.

—El arcángel Uriel.

Quién lo diría, dos arcángeles me hablaron, más bien visitaron, en un solo día.

(*)

Habían pasado dos días desde que Rafael y Uriel me hablaron. Bueno, no solo hablaron, ellos aparecieron frente a mí en carne y hueso. Eso solo hacía que mi cabeza diera vueltas y me diera cuenta de que la historia que nos contó la profesora Marta era real.

Demonios y ángeles, todo era real.

Todo existía.

No creía que los demonios eran reales, hasta que Leviatán y Belcebú comenzaron a hacerme bromas. No creía en que los ángeles existieran, hasta que Uriel y Rafael aparecieron.

Antes no creía, ahora podía asegurar que creía en todo.

Lola estaba frente a mí, mientras tomaba un smoothie y revisaba por milésima vez mi tarea de Biología. Me costaba concentrarme, sentía que en cualquier momento aparecería Miguel o Sariel, quizá.

Ella dejó sus papas a un lado y me miró.

—Shawn me preguntó por una manera de decirle a Cam que lo trae loco. El pobre no sabe ni que palabras utilizar.

Cam y Shawn harían una perfecta pareja. Los dos eran idiotas y sus chistes malos iban de la mano.
Sonreí y seguí mirando mi tarea.

—Vaya, debe ser difícil declararle tu amor a alguien —susurre.

En ese preciso momento entró Reyna a la cafetería, llevando a un Azafeth a rastras detrás de ella. Detrás de ellos dos había un Cam furioso, con cara de querer lanzarle puñetazos al primero que le hablara. Se sentó con nosotras, mientras que Reyna se llevó a Azafeth a otra mesa.

—Sinceramente, me dan ganas de golpearla. —Tenía las manos hechas puños y sus mejillas estaban rojas de la rabia. Daba miedo y se veía lindo a la vez.



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En el texto hay: vampiros, demonios, amor

Editado: 22.11.2021

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