Empíreo

IX. Trampa en China

Mentiría si dijera que llegamos a Irlanda en el segundo salto. No sé qué sucedió exactamente, pero estaba casi segura de que eso dónde aparecimos no era Irlanda.

Azafeth estaba muy cansado, además Remiel tenía un ala herida y Reyna seguía maldiciendo a todos por haberla secuestrado.

—¿Cómo demonios es que llegamos hasta China? —preguntó Cam.

Habíamos aterrizado de la peor manera.

Reyna estaba tirada sobre Cam, quién la quitó de un empujón. Remiel había aterrizado sobre un tejado, por eso su ala estaba así. Uriel estaba tambaleándose en un muro y Azafeth estaba de pie, había caído con gracia y muy ágilmente, haciéndonos ver a todos como tontos. Mientras tanto, yo había caído de rodillas. A pesar de tener jeans me raspé todas las rodillas en la caída.

Azafeth tendió su mano gentilmente y me levantó del suelo. Reyna bufo fastidiada y cruzó sus brazos.

—El problema es quien nos hizo llegar —espetó Remiel molesto, mientras bajaba al suelo entre muecas de dolor. Su ala estaba algo roja, y supe que podía ayudarlo porque tomaba clases de Curación. Aves, reptiles, cualquier tipo de animal.

Estaba segura de que podía curar su ala lastimada en unos minutos.

—Remiel, ¿te importa? —le pregunté alzando mi mano. Él negó y se sentó a mis pies.

Mientras Reyna seguía insultando a todos, me encargué de revisar el ala de Remiel. Sus plumas eran demasiado suaves y majestuosas, por desgracia su ala estaba sangrando y al tocarla, la sentí algo hinchada.

Hice una mueca.

—Esta hinchada, pero no se rompió el hueso, aún así, necesito vendas —dije mirando a todos sobre mi cabeza.

Uriel miró a Azafeth.

—Bueno, debemos buscar otro lugar seguro. Azafeth y Diana pueden quedarse aquí, mientras Cam, Reyna y yo vamos por un botiquín de primeros auxilios.

El chico ángel parecía tener todo bajo control.

Los tres mencionados se alejaron de nosotros, así que Azafeth me ayudó a alzar al chico y dejarlo bajo la sombra de un árbol. Note que donde estábamos no parecía ser una ciudad. Había casas pequeñas y muchos árboles, jardines y conejos saltando por ahí.

—Cerraré un rato los ojos —murmuró Remiel poniendo su espalda en el tronco del árbol. A los segundos ya estaba roncando, Azafeth lo miró por unos segundos y luego rio amargamente. ¿Cómo este chico podía ser grosero y amargado, pero a la vez gentil y lindo?

Dime tu secreto de como eres tan bipolar.

—¿Cómo era todo antes? Antes de que llegaras aquí —susurre mirándolo.

Su mirada estaba perdida en las montañas que se veían a lo lejos, sus manos estaban sobre sus rodillas y su espalda algo arqueada reposaba en el tronco del árbol.

Suspiró silenciosamente y me miró, debatiéndose internamente en sí contestarme o no.

—Un demonio que quería ser bueno. El amor te vuelve loco, poco después no diferencias que está bien y que está mal. Me desterraron del infierno por querer hacer algo bueno —contestó como si eso le quemase cual ácido.

Sonaba difícil. Sabía que los ángeles podían volverse malos, pero ¿podía un demonio volverse bueno?

—¿Y Cam? —Las palabras salieron involuntariamente de mi boca.

No era algo muy normal de mí husmear en la vida de los demás. Tampoco era tan preguntona, no me parecía correcto.

Azafeth procesó unos segundos la pregunta y luego habló con voz suave.

—Cam fue desterrado también, por ayudarme. Es como un hermano para mí, por muy estresante e infantil que sea a veces, lo sigo queriendo. Digamos que Cam y yo no éramos para eso, no parecía ser nuestra vida. Éramos como unos fenómenos allá abajo, tratábamos de seguir órdenes y fracasamos en seguida. No era nuestro lugar. —Su voz se fue apagando a medida hablaba —. No puedo negar que no soy un monstruo, porque lo soy. Pero eso no significa que no sienta y no pueda amar.

Pensé en las palabras que me dijo Uriel, "los monstruos también se enamoran".

¿Azafeth sentiría algo por alguien? Sentía pena, tristeza y vergüenza por cómo me hablaba de la vida en el infierno.

Le sonreí débilmente, tratando de entenderlo lo más que pudiera.

—El amor no es tan bueno como dicen, al final todos te decepcionan y quedan pocas personas que son fieles a ti. Los amigos bastan— dije.

Remiel roncó, captando mi atención. Se veía más lindo de lo normal mientras dormía.

Fije otra vez mi vista en Azafeth.

—Sí, pero es mucho más que eso —susurró mirando fijamente mis ojos, a lo que sentí arder mis mejillas. Justo cuando iba a responderle, el aire se volvió denso y las nubes taparon el sol. Una voz profunda resonó en mis oídos.

—Hola.

La voz sonaba tranquila y pesada. Como si el dueño de esta acabara de despertar de un largo y tranquilizador sueño. Azafeth frunció el ceño y miró a todos lados, buscando de dónde venía la voz, alcé mi cabeza y sobre nosotros había un chico sentado en una rama del árbol.

Parecía un chico normal, de no ser por la sonrisa macabra que tenía en el rostro. Sus ojos parecían tristes y cansados.

—¿No tienes sueño?, que extraño. Yo sí —bostezo y sonrió gentilmente. No me cabía en la cabeza que fuera una persona normal.

¿Podía ser un demonio gentil?, me pregunté. Lo único que podía pensar era que sabía actuar excelentemente.

—Belfegor, ¿qué haces aquí? —preguntó Azafeth poniéndose de pie. Remiel seguía roncando, Belfegor lo miró complacido.

—¿Ven?, él si duerme —dijo señalando al ángel—. Venía a darles un aviso. Lucifer sigue dudando de si ella es realmente la nefilim, por eso tomó a tus amigos, quiere verla a ella en persona.

Miré a Azafeth dudosa.

¿Debíamos confiar en él? ¿Por qué nos ayudaba?

—Es una trampa —finalizó Azafeth, haciendo que el chico Belfegor asintiera—. Gracias por el dato, pero debemos irnos.

Belfegor sonrió complacido y asintió para luego disolverse en humo negro.

—Pero que... —Comencé a decir, Azafeth tocó a Remiel para que despertara.



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En el texto hay: vampiros, demonios, amor

Editado: 22.11.2021

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