"Yo no quiero un príncipe azul, yo quiero al guerrillero que va de malo, que resulta ser un héroe disfrazado, que cuando más me quiere más me reta, que me dice la verdad aunque duela y no se separa nunca de mi lado."
Anónimo
Paris
Sentía la adrenalina fluir por mis venas, mi guerrera y ángel interior pedían salir a gritos, emocionadas por la acción. Las piernas me mataban pero seguí corriendo como si mi vida dependiera de ello, y en definitiva, si dependía.
Me paré en seco, giré sobre mis talones y observé detenidamente los árboles. Nada, solo se podía escuchar mi respiración agitada.
Sino estuviera en medio de una persecución, me hubiera sentado a descansar pero decidí continuar. Sin previo aviso, alguien chocó conmigo haciéndome caer. Todos mis sentidos se pusieron en alerta, por lo que inmediatamente saqué uno de los cuchillos que tenía en mi cintura y me lancé hasta quedar encima de la persona que había tirado, acerqué el filo a su yugular, con la intención de hacer un corte preciso en esa región.
-¡Paris, soy yo!- Gritó la persona que se encontraba debajo de mí, cuando me di cuenta, estaba a punto de asesinar a Samuel. Solté el cuchillo y lo abracé con fuerza.
-¡Sam, eres tú!- Él correspondió mi abrazo, pero nuestro momento no duro mucho, ya que unos ruidos nos pusieron en alerta. Sin dar tantas vueltas nos paramos y apoyamos espalda con espalda, observando el panorama.
-Nos están observando.- Susurró Samuel a mis espaldas- Puedo sentirlo.- Ambos nos armamos con los cuchillos y las pistolas que habíamos empacado en la mañana.
-Miren a quién tenemos aquí.- Dijo una voz masculina entre medio de los árboles. Nos tenían rodeados, delante mío tenía a cuatro demonios que triplicaban mi altura. Disimuladamente miré sobre mi hombro y había otros cuatro, estábamos en serios problemas.- Si no es más que la feliz pareja.- La persona que estaba hablando era uno de los demonios que se encontraba delante mío.
Los músculos de la espalda de Sam se tensaron de inmediato, sabía exactamente que a él le preocupaba mi seguridad, pero yo podía perfectamente contra esos cuatro idiotas.
-Que lindos, se emocionan por nuestra vida amorosa.- Dije con notable sarcasmo- Yo contra los cuatro de enfrente y tú contra los otro cuatro.- Sonreí con superioridad, mi yo guerrera y mi yo ángel estaban haciendo un caos en mi interior.
-¿Estás segura?- Preguntó con suma preocupación. Nuestra mirada se encontró por sobre nuestros hombros y ambos sonreímos con malicia. Volteamos y observamos atentos a nuestra amenaza- Apuesto lo que quieras a que termino antes.- Reí fuerte y me lancé contra el demonio que había hablado.
Me subí ahorcajas sobre él, cortando su garganta con el cuchillo de plata. Lo envolvieron llamas y mientras un grito desgarrador se escapaba de su boca, su cuerpo se deshacía en cenizas.
El de mi derecha me empujó y se puso sobre mí con ambas manos sobre mi cuello, sacando todo el oxígeno de mis pulmones. Cerré mis ojos con fuerza y deseé que el demonio no estuviera más encima de mío, que se fuera. Volví abrirlos y muchas luces lo rodearon, haciendo que desapareciera, para luego reaparecer a unos metros más lejos.
Dos más intentaron tomarme por sorpresa, pero haciendo un par de volteretas, pude golpearlos para que cayeran al suelo, llamé a los cuchillos y los dirigí, cada uno a la garganta de los demonios. Éste poder de orbitar las cosas me empezaba a gustar, los demonios desaparecían y dejaban un rastro de cenizas.
Sólo me quedaba uno, tomé los cuchillos y se los arrojé pero el muy maldito los atrapó con una sonrisa en el rostro. Cuando me iba acercar a él, un disparo traspasó su cabeza e inmediatamente las llamas aparecieron. Me giré enfadada hacia el dueño de esa bala y me crucé de brazos.
-Ese era mío.- Dije ofendida ante su acto. Se acercó y me tomó por la cintura, besando mi la punta de mi nariz con ternura.
-Lo sé, pero como verás, yo terminé antes.- Se aproximó a mi oído, y mordió mi lóbulo- Me sorprendiste, mi amor. No creí que fueras aprender tan rápido a manejar ese poder, algunos ángeles tardan siglos en aprender a cómo manejarlo. Me enorgullece que le hayas partido la cara a todos.- Besó mi cuello y luego me miró a los ojos.
Pasé ambos brazos por su cuello, atrayéndolo más a mí, a tal punto que nuestras narices se rozaban y nuestras respiraciones se mezclaban.
-Bueno, situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.- Dije con una sonrisa de oreja a oreja que se le contagió.
Sin poder aguantarlo más junté nuestros labios en un beso dulce pero apasionado, si estuviéramos en otro lugar, me dejaría llevar por la pasión pero no era el momento indicado.
-¡Ey, ahí están!- Gritaron a lo lejos, donde pudimos divisar a un par de demonios más.
-Vamos, ángelito.- Entrelazó nuestras manos- Ya tendremos tiempo para continuar esto, ahora es momento de correr.- Sonrío pícaramente y emprendimos marcha.
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Editado: 16.03.2019