"Espera lo mejor, planea para lo peor y prepárate para lo mejor."
Denis Waitley.
Paris
-Demonios...- Murmuré mientras hundía mi cabeza entre mis piernas.
-¿Estás bien?- Una voz a mis espaldas hizo que levantara mi rostro, ahí estaba Yaroslav parado delante de mí con otra arrastrada.
-Vete.- Gruñí con cansancio. Intenté levantarme pero un mareo lo impidió, cerré mis ojos con fuerza y sentí como gotas de transpiración corrían por todo mi cuerpo, de repente, unos espasmos me invadieron. Mis alas se abrieron sin mi consentimiento y comenzaron a aletear con fuerza mientras todo mi anatomía temblaba violentamente.
Caí de rodillas al suelo, los movimientos de mis alas se empezaron a calmar y ahora apenas se movían. Abrí mis ojos con pereza y pude observar efímeramente, como Yaroslav me iba a tomar entre sus brazos, no obstante, cuando su mano tocó mi piel, él la alejó rápidamente mientras gritaba.
-¡Diablos!- Gritó con dolor, sujetando su mano con fuerza- ¡Maldita sea, Paris!- Se quejó ésta vez asustado- ¿Qué tienes?
-N-no l-lo sé.- Dije con la respiración agitada. Mis temblores se calmaron un poco, por lo que me apoyé sobre el suelo, apoyando mis manos para sostener mi cuerpo. Con las pocas fuerzas que tenía, me acerqué al espejo, y mis ojos se abrieron, como platos, al ver mi reflejo.
-Pero qué...- Las palabras se atoraron en mi garganta, mi alas habían crecido, específicamente el doble de lo que estaban antes.
-¿Qué les pasó a tus alas?- El demonio se encontraba a mis espaldas, sosteniéndose la mano con un pañuelo y mirando el mismo punto que yo.
-No tengo ni la menor idea, pero son grandiosas.- Un rayo salió de mi mano cuando la moví de la emoción, rompiendo en miles de pedazos el espejo que estaba viendo. Me giré y Yaroslav junto con la arrastrada tenían la misma expresión, que variaban entre lo anonadado y lo espantoso - ¡Eso estuvo genial!- Grité dando saltitos en el mismo lugar- Pero... ¿Cómo funciona esto?- Estiré mi mano en dirección a un jarrón, pensando que éste se rompería, y así fue, un rayo lo atravesó, volviéndolo añicos al instante.
-No puede ser...- El príncipe se encontraba estupefacto con lo que estaba viendo. Una enorme sonrisa sincera se encontraba en mi rostro, la cual no había aparecido hace días, al girar mi cabeza en dirección a la asquerosa parejita.
-¿Ella es un arcángel?- Un susurro interrumpió la guerra de miradas que tenía con Yaroslav, la chica no se había ido y nuestra atención estaba sobre ella.
-Imposible, tú no sabes lo que dices.- Gruñó él, mi sonrisa se borró y mi corazón se estrujó, mientras los recuerdos de Samuel atacaban mi mente- Largo, te quiero ver fuera de la casa.- Esa orden me trajo de vuelta a la realidad, la chica se fue maldiciendo en voz baja y despotricando a todo el mundo.
-Deberías dejar de traer a tus chicas aquí, me cansé de escuchar tus ruidos nocturnos.- Dije cruzándome de brazos, él se sonrojo ligeramente pero después volvió a su postura normal.
-¿Celosa?- Preguntó mientras se acercaba, pero cada paso que daba, yo retrocedía dos. No quería estar cerca de él, puesto que me había ignorado desde nuestra última pelea y en el fondo lo agradecía.
-¿De ti?- Reí sarcásticamente avanzando mis pasos- Jamás, eso quisieras tú.- Él se estancó en el suelo y a cada paso que daba, el poder picaba bajo la yema de mis dedos.
-¿Sabes?, algún día te tendré a mis pies y tú harás esos ruidos nocturnos, amor.- Mis mejillas ardían, no me gustaba que me hablaran así. Cuando recuperé el habla me acerqué más a él.
-Nunca en mi vida haría eso contigo.- Levanté mi dedo con malicia y lo toqué ligeramente, provocando una mueca de dolor, sonreí victoriosa- Primero aprende a no llorar si te toco, cielito.- Dije con sorna, con intenciones de irme, me giré, dándole la espalda.
En un rápido movimiento me tomó por la cintura con un brazo, provocando que me quedara en shock por unos segundos, pero un gemido de dolor me hizo entrar en razón de lo que estaba sucediendo, lo estaba lastimando. Me separé de un tirón y cuando me dispuse a enfrentarlo, los roles habían cambiado, siendo él quien se encontraba de espaldas.
-No vuelvas a tocarme.- Él no se movía pero veía como su cuerpo temblaba ligeramente. Me puse de vuelta enfrente de él y pude ver como tenía los ojos cerrados- ¿Yaroslav?
Abrió los ojos de a poco y me observó con los ojos llorosos.
-Estás que ardes, preciosa.- Intentó bromear en un murmullo casi inaudible, pero él, tanto como yo, sabíamos lo que había provocado su absurdo jueguito.
Bajó su mirada a su brazo al igual que yo y rápidamente me tapé la boca con ambas manos para evitar el grito de dolor que me causó ver su quemadura. Su estúpido movimiento provocó que su tercera capa de piel quedara al descubierto, prácticamente estaba en carne viva. Cerró los ojos con fuerza de vuelta pero está vez cayó al suelo de rodillas.
-¡Yaroslav!- Me arrodillé a su lado y miré su herida, si tenía los poderes de un arcángel eso significa que..
Posé mi mano sobre la quemadura de vuelta pero ésta vez cerré los ojos yo también.
-¡Ah!- Gritó el demonio con fuerza al sentir mi contacto. Respiré profundo y abrí mis ojos, de mi mano brotó una luz blanca y al cabo de unos segundo dejó de hacerlo. La herida ya no se encontraba más.- Gracias.- Susurró. Me paré de inmediato sin dejarlo hablar más.
-No me agradezcas nada, solo lo hice para probar mis nuevos poderes, no para ser buena contigo. Así que si me permites, quiero descansar.
Una exclamación de asombro se escuchó a mis espaldas, giré sobre mis talones y me encontré con seis chicos que miraban entretenidos la escena, eras los demás príncipes.
-¿Qué hace ella aquí?- Preguntó un rubio que no dejaba de sonreír.
-Eso a ti no te importa.- Otra vez la misma exclamación se escuchó de fondo ante mi respuesta.
-Cállate, Jason. Ella vive aquí.- La cara de todos era perfecta para una foto, las palabras de Yaroslav habían hecho que todos se quedaran como estatuas.
-¿Cómo?- Dijo un pelinegro de ojos grises.
-Hice un trato con ella, vivir conmigo a cambio de la libertad de sus amigos.- Sonrió mi captor como si hubiera dicho la mejor idea de todos los tiempos.
-Te gusta, ¿no?- Preguntó un pelirrojo con curiosidad. Antes de responder a su pregunta me miró de reojo y sonrió.
-¿Por qué no mejor hacemos lo arreglado?- Todos asintieron menos yo, que no sabía de que hablaban- Paris, vete a dormir, prometo que no haremos ruidos fuertes.- Rodé mis ojos y me fui a dormir sin protestar, quedarme con ellos no era un buen plan.
Me recosté en la nueva cama que tenía, ya que mi anterior habitación se encontraba en reparación por culpa del estúpido hombre lobo, que había decidido jugar a caperucita y el lobo conmigo.
Cerré mis ojos y me puse a pensar en Samuel, como todas las noches. Algo raro había pasado ésta noche, por un momento me pareció verlo, cuando ese horrible dolor me había golpeado. Una imagen de él, desplomado en el piso de la misma forma que yo.
¿Serán sus poderes?
No podría saberlo si seguía atada en ésta cárcel, suspiré frustrada por estar encerrada dentro de estás cuatro paredes.
Abrí mis ojos y me asomé por la ventana que se encontraba en la cabecera de la cama, después de la noche del hombre lobo ya no me daba miedo, a lo lejos noté como seis sombras se movían por la oscuridad ágilmente. No estaban muy lejos de la mansión pero la oscuridad no me dejaba ver que era, y solamente cuando estuvieron lo bastante cerca, mi respiración se cortó y mi corazón golpeaba con fuerza mis costillas.
Samuel...
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Editado: 16.03.2019