En el Foso

CAPITULO 12. Sabor a sangre

No había dejado de verla y después de comprender que su actitud era extraña me sentí preocupado.

Su ceño estaba fruncido, un ceño que normalmente era inexistente y no había la típica sonrisa en sus labios.

Los tiempos fuera, cuando ella dejaba de correr y observaba sin ver, si, ahí me di cuenta de que pensaba en otra cosa.

No pude dejar de verla y darle vueltas en la cabeza a la idea de conocerla. Hace mucho, quizá. Quería saber de dónde y quería saber por qué parecía importante que lo supiese. ¿A qué se debería mi preocupación por ella? ¿Mi interés?

Entonces Manson apareció cuando el partido había terminado y pregunto ansioso por el resultado furioso por haberse quedado dormido, pero no pude hacerle caso aunque en el fondo de mi mente entendía a lo que se refería y me alegraba de que no la hubiese visto jugar. Yo debía de haberlo despertado para ir a ver el partido juntos pero eso no me tenía distraído en aquel momento sino como ella se estiraba para quitarse el polo.

Nunca había hecho eso en los partidos a los que había asistido y por la reacción de Isabel se notaba que había algo que la preocupaba pero poco podía hacer porque sus clavículas, blancas y un poco sonrosadas, sus brazos, largos con dedos finos, y la curvatura de sus pechos que sobresalían un poco en la curva de la parte de arriba sobre su escote, escapando de su bividi blanco que dejaba poco a la imaginación ajustándose en los lugares correctos, eso me distraía. Su abdomen plano y más blanco que su pecho asomándose por la parte baja del polo, cada pedazo de piel que estaba expuesto era increíble.

Entonces se puso su casaca después de secarse el sudor con su camiseta.

Trague en seco al darme cuenta de que tenía la garganta como un desierto y trate de fijarme en otra cosa que no fuese ella, tratando de darle privacidad, abochornado. ¿Cuándo me había avergonzado el ver el cuerpo de una chica?

– Wow, esa si es una mujer –murmuro Manson y me sentí molesto al instante. Lo iba a golpear como un buen hermano pero Isabel se me adelanto y le había tirado una fuerte palmada en la espalda soltándole un insulto desagradable.

– No te acostumbres a ver su cuerpo –ella apretó los labios y después me observo– aunque admito que él tiene razón –hablo ella fingiendo que nunca tuvo ninguna relación con mi hermano pero se equivocaba. Ella y yo lo sabíamos.

– Admito que es preciosa pero no es eso lo que me llama la atención sobre ella –hablo mi hermano y las manos me picaron por querer golpearlo, de nuevo.

– ¿Entonces qué es? –pregunte con una nota de veneno en mi voz. Ni siquiera sabía de donde había salido eso.

– Su fragilidad –abrí la boca para decir algo pero me vi incapaz de contradecirle. Él tenía razón, hasta cierto punto.

Entonces volví mi cabeza hacia Jasmine pero ella ya no estaba y eso marco alertas constantes en mi cabeza. Gire a tratar de buscarla en las tribunas pero tampoco estaba ahí, ni en el campo con sus compañeras y aún permanecía en su lugar la maleta deportiva que solía llevar.

– ¿Landon? ¿A dónde vas?

– A buscarla.

Ella había caminado hacia su maleta, me obligue a recordar, entonces la había visto ponerse pálida y a continuación furiosa. Después me había distraído viendo su cuerpo y entonces no estaba pero su maleta seguía en su lugar, en cambio, ya no estaba algo blanco que había estado momentos antes.

Una puñalada en el pecho me sofocó, como si lo hubiese sentido un millón de veces justo cuando salí a buscarla tanto que me hizo estar alerta, preocupado.

Probé el miedo porque solo podía ver a personas ajenas ingresando a ver los partidos y unas que otras parejas. Hacia frio.

La busque, creo que también la llame pero ella no estaba ni respondía.

Entonces me dirigí a los carros estacionados fuera tropezando por mis propios errores. Las preguntas arremolinándose, las sospechas, el miedo. Me sentí frustrado y entonces la vi.

Al inicio tuve un fuerte sentimiento de náuseas y recordé brevemente lo que se sentía al ver la sangre pero guarde aquellos sentimientos dentro de un baúl bien cerrado en mi cabeza y procese la información.

Corrí hacia ella hasta darme cuenta de que no era ella quien caminaba, sino, quien estaba siendo arrastrada por un hombre de negro hasta ser sometida, metida en un auto.

Debía de llamar a la policía, o a Manson, o a Isabel.

– Quieto –alguien me golpeo en la cabeza y sentí las estrellas explotar en todo rango de mi visión.

Me tambalee y puse una mano en el coche que tenía a mi costado para no caer parpadeando rápido, tratando de hacer desaparecer las estrellas y manchas de oscuridad.

Esa persona trato de golpearme de nuevo pero tal como el borrón en el que lo vi salte hacia mi costado y embestí con fuerza su cuerpo tirándolo al suelo. Gorra roja, llamativa.

Él me golpeo la boca partiéndome el labio, haciéndome probar la sangre y de inmediato reaccione, esta no era una pelea en el ring, esto era algo que podía ser peor, esto era un secuestro. Me preparé para lo peor.



#12846 en Thriller
#45702 en Novela romántica

En el texto hay: muertes, secuestro, amor y aceptacion

Editado: 28.01.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.