Durante las vacaciones de verano, los primeros días fueron muy tranquilos, pasó la navidad, desde esa fecha comenzaron a llegar mis primos continuamente a la casa, lo que significaba solo una cosa: problemas. Lo que se puede destacar o resaltar a otras veces, es que trajeron a la hija de Helena, Susana, una niña muy especial y particular, pues le inculcaron desde pequeña que me odiara y me tuviera rencor, pues desde el día que murió Sisi, el culpable fui yo, en cada oportunidad que hubiera, me apuntaban de eso, pero ella fue en contra de todo eso y nunca hizo caso ante las palabras de su madre, esto fue un alivio, tener por fin alguien a parte de Amaris, que me apoyara o me ayudara, pero no solo eso, me daba mucho cariño, me abrazaba, se colgaba de mi cuello, a todo momento, cuando esto ocurría, Helena me miraba con gran furia, incluso juraría que escuchaba su voz en mi cabeza que decía, ¡te odio!, pero nunca hizo nada, pues estaba presente su padre, quien era neutral en mi asunto, incluso la detenía y no le permitía hacer algo en mi contra, aludiendo a que era muy mayor para pelear con un niño.
En ocasiones, cuando pasaba junta a mí, me empujaba, ya sea con su mano o con una patada, en una ocasión me botó al suelo, Susana me ayudó a pararme,
Ella saltó a separarnos, en ese momento aparecieron mis padres.
Me sorprendió ver su reacción, pensé que me apoyaría y defendería, pero no fue así, sino todo lo contrario. Para rematar, me dejaron a solas con ella
Se volteó tirando fuerte del brazo de su hija.
Se giró con brusquedad en mi contra, tal cual lo haría un animal salvaje, aun así no me asuste y mantuve mi postura, mientras apretaba mis puños, sintiendo mi corazón latir rápido. Al ser pequeño, se agachó para quedarnos a la misma altura sólo para apretarme la mandíbula, al punto que las lágrimas comenzaron a salir.
Con esto me apretó con más fuerza.
Me apretaba con tal intensidad que algo dentro de mí me dijo, que si seguía así, me iba a arrancar los dientes, la vista se me apagó por un segundo o tal vez más, pero en esa fracción de tiempo tuve una visión donde un hombre corpulento me asfixiaba. Levanté las manos para alcanzar a aquel hombre y ahorcarlo devuelta, cuando recobré la conciencia, la estaba sosteniendola con todas mis fuerzas, por las muñecas, incluso le enterraba las uñas, con las cuales arañé con tal intensidad que sus muñecas le sangraban.
Helena me soltó de inmediato, dando otro grito, pero con dolor, esto trajo la atención de otra vez de mi padre, quien volvió a escena.
Una vez màs, dió preferencia por esa persona, que se notaba a kilometros que me odiaba, pero aquí surgió mi otra pregunta: «¿Papá, también me odia?».
Con lágrimas corriendo por mis ojos, hice lo que me dijeron, fuí a la habitación, donde estuve encerrado por llave durante toda la tarde, incluso cuando llegó la hora de cenar, me fueron a dejar la comida, para no estar junto a todos ellos.
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Editado: 12.11.2024