Aparecí en mi cuarto, mirando hacia el techo, donde una extraña figura se presentó ante mí. Su aspecto me recordaba al de una mosca, pero de un tamaño colosal, por lo general estos insectos no me desagradan demasiado, solo cuando se acercaban mucho a tu cara como si trataran de entrar en tu boca al estrellarse en los labios, pero en esta ocasión, tenía nauseas, era un ser enorme de aproximado unos dos metros y medio de largo con uno de ancho, se le podían notar los pelos que le cubrían el cuerpo, además que emitía un sonido como de una sustancia pegajosa estuviera moviéndose alrededor de eso. Este sonido se amplifica a medida que eso se movía, tenía unos ojos totalmente blancos y redondos que brillaban como faros en la tenue oscuridad que se estaba acabando. Por un momento ví por el rabillo del ojo la ventana, donde pude ver que afuera ya estaba amaneciendo.
Su forma de comunicarse hizo que se erizaran los pelos de mi cuerpo, era desagradable de escuchar, sentía que en cualquier momento podía caer sobre mí.
Lo peor era que cuando terminó de hablar, de su parte trasera apareció una lanceta del tamaño de una espada, la cual se movía amenazante. De la pieza bucal, brotaba una saliva que lograba brillar.
«Leriel, Leriel, mí amigo», no paraba de repetirme dentro de mi cabeza.
Aquella furia comenzó a brotar de mi interior, la sangre hervía en mi interior.
Comencé a concentrar mi odio que tenía por él, iba a usar la kinesis en él.
Luego de unos instantes, nunca sentí aquel calor en mis manos.
Comencé a tratar de torcer mi cuerpo, debía moverme, independiente del asco que me produjera, tenía que atacar. Poco a poco comencé a recuperar la movilidad de mis manos.
De su lavelo comenzó a segregar en mayor cantidad ese espeso líquido, se escurría hasta que cayó sobre mi cama, salpicando en mi cara, era pegajoso, me da la sensación que debe ser igual a tener una babosa o un caracol sobre mi rostro, esto incrementó mis náuseas, mis brazos no responden correctamente, quería apartarme aquello de mí.
Luego de la masa que cayó a la cama, comenzó a agitarse, como si fuera un huevo que está eclosionando. Mis temores aumentaron cuando una línea negra se asomó de aquello, al poco comenzó aparecer otras tres más, cuando asomó su cabeza pude comprobar que aera: una mosca muy repugnante, cuando sus ojos se posaron en mí, esta comenzó a moverse más rápido, ese asqueroso ser venía por mí.
La mosca salió por completo de aquella baba, la cual comenzó a acercarse lenta y pesadamente hacia mí, tenía un tamaño aproximado de dos pulgadas, sentí su peso sobre mí, como me tocaba, sus pelos me estaban rozando el rostro, pasó junto a mi boca, tocando el borde de mis labios, comenzó a dirigirse a mi oreja, «por favor, que no vaya a meterse».
Pero mi temor rápidamente fue aclarado, el horroroso insecto no solo se posó sobre mi oreja, sino que comenzó a entrar, retumbando en mi cabeza sus pisada, su cuerpo zumbando mientras se agitaba, sentía la presión que ejercía en mi oído, como calaba en el interior, mi desesperación aumentaba al no poder mi cuerpo, me agitaba violentamente, «Aún estoy a tiempo, si lograra moverme y tomarlo, impediría que entre, tengo tiempo», pensé dándome esperanzas, a medida que entraba, sus sonidos eran más fuerte, además que el dolor incrementa mientras se retorcía para entrar.
Entre lo que me agitaba, logré tomar control de mi cuerpo, rápido aproximé mi mano a la oreja derecha, pero la mosca había entrado por completo, traté de alcanzarla, siendo un esfuerzo inútil, había entrado por completo, la escuchaba escarbar en mi cabeza, crujiendo, emitiendo su usual sonido.
Me senté en la cama, el cuerpo me temblaba por completo, sudaba totalmente frío. Miré arriba, estaba aquella abominable mosca me estaba observando, acercó su pata a gran velocidad para enganchar sus tenazas en mi pecho, me levantó del hasta que mi cabeza tocó el techo, nos mirábamos directamente, sentía el olor a podrido que provenía de su trompa, la cual se tambaleaba sacando su lengua.
Al sentir su esencia tan cerca de mí, provocó que se me revolvió el estómago, «menos mal no comí anoche, si no hubiera vomitado», pensé.
Comencé a golpearlo con mis puños, pero no se inmutaba.
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Editado: 12.11.2024