—Sigo insistiendo en que eres un exagerado, ¿que no entiendes que sólo queremos hablar?—preguntó al parecer el más mayor mientras me veía con detenimiento.
El dolor en mi brazo era insoportable, aún los tenía atrás de mi espalda y dolía horrores, pero no podía decir nada, habían puesto una mordaza en mi boca y todo lo que decía era opacado por esa cosa que tenía en esta.
—no me confío de él, es un hechicero, me lanzó por los aires sin siquiera tocarme, si habla capaz nos mate—estaba confundido, uno decía que sólo querían hablar, pero el otro me tenía como todo un secuestrador, el más joven se giró a verme, sus ojos grises habían cambiado a un dorado ambarino, parecían dos luces neones, dos luces que pertenecían a la bestia que llevaba por dentro.
El contrario lo ignoró, avanzó hacia mi y con cuidado me quitó aquel trapo que tenía en mi boca, permitiéndome obtener una gran bocanada de aire seguido de una fuerte tos que poco a poco se fue calmando.
—A-agua—mi garganta ardía por consecuencia de no haber ingerido agua, aún cuando casi me ahogo con ella.
—toma—dijo mientras me ponía un baso con aquel líquido transparente en mi boca el de ojos grises y pelo negro, el cual había sacado de la mesa que estaba a su lado donde también había una computadora y una lámpara y atrás de ellos una cama pequeña.
—Por favor, deben dejarme ir—hablé a penas terminé de beber el agua, después una pausa para verlos a los dos observándome dudosos.
—ambos corren un gran riesgo al estar frente a mí, no quiero cargar con la muerte de personas inocentes, ya no—hablé mientras mi mirada se perdía en la nada.
—si él los encuentra no tendrá compasión, es una bestia que no conoce nada de eso—advertí volviendo a verlos.
—¿Qué peligro corremos? ¿de quien huyes? ¿quién es él?—empezó a cuestionar el mayor, pero un quejido por parte mía lo interrumpió.
—¿Estás bien?—cuestionó, traté de acomodarme de una manera mejor, pero sólo pude soltar otro quejido, mi brazo me estaba matando y más después de que el otro idiota cayera encima mío y me pusiera con los brazos atrás.
—mi...brazo, creo que está dislocado...—un quejido más fuerte salió de mi boca.
—duele demasiado— los quejidos dejaron de aparecer para ser reemplazados por sollozos.
—¡idiota, suéltalo! Te dije que estabas exagerando.
Con movimientos ágiles me soltó la soga que amarraba mis manos hacia atrás, a lo que lentamente me ayudó a colocar mi brazo derecho de una manera "normal", su mirada fría y calculadora estudiaba mis movimientos y reacciones y así prosiguió a desatarme los pies también.
—te llevaré a un hospital a que te revisen ese brazo, parece grave—su voz, ahora que estaba calmada se escuchaba bastante ronca, esos ojos grises eran bastante intimidantes.
—¡no, allí no! Es peligroso, él, él me encontrará, no, se los pido, déjenme ir, ustedes van a morir si él descubre que me ayudaron.
—hey!, tranquilo, no iremos entonces, okay?—tomó mi cara entre sus manos para verme a los ojos, su voz era gruesa pero no como la del otro, era más madura.
—¿Pero cómo quieres sanar sino vas a un hospital?— interrogó exasperado.
Los tres nos mirábamos uno al otro, todos habíamos pensado en lo mismo al parecer, pero ninguno decía nada, hasta que yo hablé, no había de otra, suficiente con estar aquí como para andar por doquier.
—colócame la mordaza—hablé seguro.
—y sostenme por atrás, tú—señalé al que estaba a mi lado.
—tomarás mi brazo y tirarás de el hasta que vuelva a su punto.
—¿Estás seguro, niño?—inquirió mientras me sujetaba.
—¿Crees poder?—lo miré dudoso por unos momentos para después asentir. Metí mi mano en mi bolsillo delantero derecho, ambos se tensaron, y su mirada se volvió confusa cuando vieron que saqué un pequeño frasco de mi bolsillo derecho delantero, dejando a la vista aquel líquido rojo, parecía negro por el espesor, con un poco de dificultad lo destapé.
—Salud— y de un solo trago lo tomé. Sabía entre dulce y un tanto amargo.
Me colocaron la mordaza, el agarre que tenían sobre mí se intensificó y de un solo tirón mi brazo crugió mientras el hueso volvía a su lugar, mis gritos quedaron atascados en la mordaza y las lágrimas salieron sin poder evitarlo.
[⚜️]
Desperté en aquella habitación donde antes me tenían amarrado, ahora sobre la cama no tan cómoda, podía sentir los resortes del colchón pinchándome la espalda. Levanté el brazo derecho el cual antes estaba roto, no había rastro de haberlo tenido así alguna vez.
Ahora sano debía buscar como huir de aquellos dos, a decir verdad me hubiesen agradado, pero encariñarme no está en mi lista. Miré a todos lados, no había puerta que me diera oportunidad de poder salir, hasta que la vi, una vieja ventana me daría el pase a mi carrera por mi vida nuevamente.
Me puse de pie y noté que ya no traía mi anterior ropa, usaba una un poco más grande, pero vaya, estaba seco y caliente. Levanté suavemente la ventana hasta dejar un espacio lo suficientemente grande para poder cruzar al otro lado.
Mis pies descalzos tocaron el suelo frío y apenas bajé empecé a correr, tenía que avanzar lo más que mis piernas pudiesen porque estaba seguro que aquel desconocido de ojos grises no iba a dejar que se fuera hasta sacarle información.
Corrí dirección contraria a Breakworld, si tenía suerte iría un pueblo más allá de Riverdale que quedaba cerca de treinta y dos millas de aquí. Luego buscaría a Max y él me ayudaría a salir del país, alguno de Latinoamérica de aquellos que pocas personas deciden visitar, o de los que son bastante concurridos aún no sabía a cuál, tal vez Panamá o Nicaragua o alguno del sur como Paraguay o tal vez me vaya a Europa.