Volvemos a la mansión Godard, no sin antes prometerle a Griselda y a Marcel que nos mantendremos en contacto. Soy consciente de que mi padre se molestará enormemente cuando se entere de que Dominic y yo fuimos a conocerlos sin su permiso, pero si la tía Griselda quiere que Marcel conviva con su medio hermano, no hay mucho que mi padre pueda hacer al respecto. Confió que con el tiempo termine haciéndose a la idea y que algún día incluso podamos ir a Sandor todos juntos.
Al llegar, somos recibidas con bufidos y miradas altivas. En mi interior habría preferido quedarnos en la otra casa y no regresar al lado de mi suegra y Celeste, pero Dominic desea encontrar a la otra hija de su padre y yo lo apoyo en ello. Confió en que podamos dar con ella pronto para así poder irnos de aquí de una buena vez.
—¿Qué tal las vacaciones? —pregunta Ágata con acritud—. Me alegra que estés tan repuesto de la pérdida de tu padre como para ya andar de paseo.
Dominic tensa la mandíbula ante el reclamo. Ellas no tienen la menor idea de lo que fuimos a hacer a Sandor pues concluimos que era mejor no revelarles la existencia de Marcel para no arriesgar a que fueran a tomar medidas desagradables. Estoy convencida de que tomamos la decisión correcta pues, como estoy comprobando en este momento, mi suegra no tiene límites para lo odiosa que puede ser. Aprieto los puños, enojada por lo que le dice a Dominic.
—Tú ya también te sientes lo suficientemente bien como para estar haciendo mejoras en casa, ¿o crees que no me iba a llegar la cuenta de las nuevas cortinas? —pregunta Dominic sin dejarse intimidar.
La mirada de Ágata se ensombrece.
—¿Cómo te atreves a cuestionar a tu propia madre? ¡Una viuda en pleno duelo! —pregunta indignada.
—En absoluto, no te cuestiono. Cada quien lidia con su dolor de distintas formas. Yo voy de paseo, tú compras cosas que no necesitamos —dice él antes de hacerme una seña para que subamos a nuestra habitación.
Una vez solos, nos recostamos en la cama para reponernos del trayecto. Al poco tiempo caemos profundamente dormidos. Me despierto cuando escucho ruido en la habitación. Al abrir los ojos, encuentro que Dominic se está preparando para salir.
—¿Ya es de día? —pregunto desorientada.
—No, de hecho, es bastante tarde, solo que quiero darme una vuelta por la taberna, por si acaso el amigo de mi padre está ahí —me explica al tiempo que se coloca su chaqueta color marrón—. Vuelve a dormir. Intentaré no hacer mucho ruido al despertar.
Tal como lo prometió, Dominic regresa de forma tan discreta que no lo noto sino hasta la mañana siguiente que despierto. Mi esposo duerme plácidamente a mi lado con una enrome sonrisa en los labios. Posiblemente encontró a la persona que buscaba.
Aprovecho que él duerme para escribirle una nota a mi hermano contándole que ya volvimos y que el viaje fue un éxito. Le pido a Prym que lo envíe y que nos traiga el desayuno al cuarto. Dominic despierta cuando llegan nuestros alimentos.
—Cuéntame todo, algo me dice que te fue bien anoche —le pido emocionada.
—Así es —me confirma—. El viejo amigo de mi padre estaba ahí anoche, al principio fingió no saber de qué le hablaba, pero después de unos cuantos tragos soltó la lengua. Él sabía perfectamente la identidad de esa mujer y me dio a conocer la última ubicación conocida de ella y su hija. El lugar está a solo medio día de distancia de aquí. Quiero ir a buscarlas, encargarme de que tengan todo lo que necesiten también. Pienso ir mañana mismo, entre más pronto resuelva esto, más tranquilo me sentiré.
—¿Quieres que vaya contigo?
—No, será más rápido si voy solo a caballo, el carruaje tardará más tiempo en llegar. No estaré mucho tiempo fuera, saldré mañana de madrugada y espero regresar al día siguiente por la tarde —me explica.
Me inclino hacia él para plantar un dulce beso en sus labios.
—Entonces apresúrate para que ya regreses —le digo con una sonrisa cargada de ternura.
Justo como lo dijo, Dominic parte de madrugada para buscar a su media hermana. De corazón espero que la encuentre y que pueda hacer algo por remediar la irresponsabilidad de su padre. A Ágata y a Celeste solo les dice que va a encargarse de unos asuntos de negocios pues no quiere tocar el tema con ellas aún. Yo me quedo en nuestra habitación hasta una hora que considero prudente y entonces parto para casa de mis padres, considerando que es preferible estar allá que pasar el día sola con mi cuñada y mi suegra de pesadilla.
Mi padre me recibe a la defensiva, pensando que vengo a insistirle en que nos dé la dirección de Griselda. No tiene la menor idea de que Frederick ya lo hizo por él. Decido guardar el secreto para no empeorar su humor, estoy segura que Griselda le escribirá pronto para contarle, pero mientras tanto, prefiero ahorrarme sus reclamos. Mi madre intenta mantener el ambiente neutral, aunque puedo adivinar que tampoco se siente del todo contenta conmigo. A sus ojos, apoyar a Dominic en este tema es una forma de traicionar a nuestra familia. No los entiendo, deberían alegrarse de que encontré la felicidad con mi esposo y de que confío en su palabra, ¿en verdad esperaban que odiara a Dominic por el resto de mi vida?
Mi hermano es el único en la casa que mantiene una buena actitud hacia mí, por lo que paso la mañana entera con él evitando a mis padres. Aprovecho para contarle lo que sucedió durante mi encuentro con Griselda y Marcel. Tristemente, al caer la tarde, mi hermano debe partir a unos compromisos, así que mis únicas opciones son quedarme con mis malhumorados padres o volver con los Godard y soportar a mi familia política. Decido volver con la intención de inventarme una jaqueca como excusa para no salir de mi habitación.
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Editado: 05.01.2025